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ABC MADRID 23-11-1982 página 3
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ABC MADRID 23-11-1982 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA, SOCIEDAD ANÓNIMA M A D R I D FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO CUCA DE TENA A B C es independiente en su línea de pensamiento y no acepta necesariamente como suyas las ideas vertidas en los artículos firmados ABC REDACCIÓN, ADMINISTRACIÓN Y TALLERE S: SERRANO, 61- MADRID ACE pocas semanas se recordó que la Unión Soviética había cumplido sesenta y cinco años. Pocos días después, los ciudadanos soviéticos se enteraron por los medios de comunicación de que Breznev había muerto y de que su jefe supremo iba a ser en adelante Yuri Andropov. Su información fue igual a la del resto del mundo, y tuvieron la misma parte en esa designación que los demás; es decir, ninguna. Yo soy tres años más viejo que la Unión Soviética; lo cual quiere decir dos cosas: que la he encontrado ahí desde antes de tener uso de razón; y, sobre todo, que la inmensa mayoría de los habitantes del inmenso grupo de países, de más de 22 millones de kilómetros cuadrados, han nacido dentro de ese sistema. Con muy curiosa coincidencia, por cuyo origen habría que preguntarse, los periódicos han señalado diversos aspectos y tendencias liberales en el nuevo jefe supremo soviético; pero cuando se lee lo que a continuación dicen no se encuentra más que una línea coherente y no precisamente liberal, cuyos puntos principales son haber presidido la invasión de Hungría en 1956 y haber dirigido el KGB durante quince años, desde 1967 hasta mayo de este mismo año. No lo encuentro especialmente esperanzador. Y, ¿cómo podría serlo? El gran supuesto del sistema es su inmoyilismo, y esto aun en sus formas mitigadas. Cuando murió Franco, todo el mundo encontró natural que en España se estableciese la democracia, y así ocurrió. Cuando murió Tito, a nadie se le ocurrió pedir ni esperar que la democracia imperase en Yugoslavia; al contrario, la máxima esperanza era que no le sucediese una más rígida rusificación. Una vez recordé el irreverente pero gracioso cuento del paralítico cuyo sillón de ruedas se escapa de las manos de quien lo conduce, en una pronunciada pendiente, durante una peregrinación a Lourdes; el pobre hombre repite, durante su vertiginoso descenso, una plegaria: Madre mía, ¡qué me quede como estaba! Si se piensa en las transformaciones del mundo, de cualquier país o grupo dé países en Europa, América, e incluso en otros continentes, desde 1917 acá, en las variaciones que ha experimentado la figura de la vida, en la sucesión de ideas, estilos, costumbres, en la pluralidad dentro de cada momento y a lo largo de los años, y se compara todo esto con lo que ha ocurrido en la Unión Soviética, no puede menos de sentirse asombro. ¿Cómo ha sido posible? ¿Cómo puede haberse producido la congelación de una inmensa masa humana, la casi total eliminación de ese cambio en que consiste la vida histórica? H INERALIZACION Es evidente que el problema capital del mundo actual es la Unión Soviética. Imagínese que fuese, no como la Europa occidental o como los Estados Unidos, sino como cualquier otro país del mundo. Puede pensarse el alivio que se sentiría, la impresión de que se podía vivir con normalidad- -con todos los problemas y dificultades que siempre han sido normales- de que el horizonte volvía a estar abierto. Inténtese recordar lo que era la vida internacional, en cualquier época, antes de 1917, y se verá la increíble anormalidad de la situación actual, que casi no advertimos, porque hemos nacido dentro de ella. No se trata d e la enorme extensión y población de lo que fue Rusia, ni de su potencia, ni siquiera de sus aspiraciones de dominio o expansión. Todo esto es normal -l o cual no quiere decir que sea bueno- y con ello se puede vivir. Lo nuevo, lo absolutamente inédito, es el tipo de país que se ha engendrado en el dilatadísimo solar cuyo centro fue Rusia. (Y, por cierto, con efectos retroactivos me produce una mezcla de asombro y risa ver que muchas veces se llama a Pushkin o Dostoyevski escritores soviéticos Creo que mientras no se tenga alguna claridad sobre esto, será vano todo esfuerzo para plantear política o diplomáticamente las relaciones c o n la Unión Soviética. Ni siquiera basta con un análisis de la estructura del Estado, de sus poderes, del papel- -prácticamente nulo- -de los individuos en el poder de los mecanismos de su transmisión. Todo esto es muy interesante, pero deja intacto el núcleo decisivo. La inmovilidad increíble de la sociedad soviética parece haber invertido la condición esencial del hombre. Se dirá: no es posible. Lo grave, en efecto, es que pasan cosas imposibles. Conviene reparar en un hecho significativo. Se tiene la impresión de que las cosas en Rusia y sus apéndices han mejorado si se compara la violencia dominante durante el Gobierno de Lenin GRES RUSTICO NATURAL Distribución Wk paz y cia, si. pavimentos y revestimientos cerámicos a. sainz de baranda, 61- madrid- 9 rodríguez san pedro, 5- madrid 15 y Stalin con la situación posterior a la muerte del segundo, o el nivel medio de vida, es evidente que hay una atenuación de lo más negativo. Pero si se piensa en lo que aquí me interesa, en el inmovilismo, no ha hecho más que aumentar. En la fase anterior pasaban más cosas. Se dirá que eran atroces; sí, pero pasaban. Si se intenta descubrir algo que se parezca a una historia de la sociedad soviética en los últimos veinte o veinticinco años, es empeño vano. La congelación ha dado un paso más, al consolidarse en las generaciones que han ido apareciendo, y que ya no conservan ni el recuerdo de otro mundo, de otra forma de vida (y no se olvide que la anterior era ya bastante precaria, y con un coeficiente de anormalidad Se ha entrado ya en un proceso de mineralización. Entiendo por esto la inversión de la condición humana, que es libre, insegura, cambiante, proyectiva, futuriza, responsable, esperanzada. Eso es el hombre, se piense lo que se quiera. Pero hace un par de siglos empezó a germinar una ¡dea del hombre que ha alcanzado considerable difusión en los últimos cien años y un poderoso intento de realización en la Unión Soviética y sus dependencias. El hombre, no como un quién, sino como un qué, es decir, una cosa determinada por sus reflejos psíquicos o las estructuras económico- sociales, sin libertad ni responsabilidad, sin elección, ni innovación, ni proyección hacia el futuro, destinada a la mera destrucción orgánica, sin horizonte. El hombre, por supuesto, no es así, ni puede serlo, y por eso los que afirman que lo es, en la práctica proceden de modo bien distinto y juzgan todo el tiempo a los que declaran no libres y, por tanto, irresponsables. Pero las creencias comunicadas de generación en generación (y curiosamente presentadas como científicas transmiten esa interpretación de lo humano, como lo más parecido a un mineral, y al cabo del tiempo, tras más de medio siglo de educación sin contraste, esa imagen es tomada como la realidad misma, a pesar de que sea desmentida a cada paso por la evidencia. Pero lo más grave es que hay situaciones en que la evidencia está abolida, en que no se cree en la evidencia. Cuesta mucho esfuerzo comprender esto. Más aún, no se acaba de comprender, porque no es inteligible. Nos encontramos, sin embargo, con ello, como algo que reclama intelección: eso es un problema. El mundo occidental lleva mucho tiempo preguntándose, sin demasiado fruto, qué se puede hacer con la Unión Soviética. Yo creo que lo primero que habría que hacer sería eso que el hombre de nuestro tiempo evita cuanto puede: pensar. Tal vez después se viera que se pueden hacer algunas cosas interesantes. Julián MARÍAS ABC 3 MARTES 23- 11- 82

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