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ABC MADRID 30-09-1982 página 171
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ABC MADRID 30-09-1982 página 171

  • EdiciónABC, MADRID
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Rufino Blanco Fombona Teresa de la Parra ees el fuego abrasador de Rubén Darío. A este modernismo, que dejaba atrás a los románticos y parnasianos aedas, unos, con sus inflamadas estrofas de decorativa estructura, y otros, de plañideros cánticos de dolor y que trasudaban en su mayoría, exacerbados lamentos de bohemia, se afiliaron, con ímpetu febril y cierta voluptuosidad afrancesada los poetas de la nueva generación. Atrás quedaban los epígonos de esa lírica enlevitada o arrabalera, románticos y juglarescos: Manuel Fombona Palacios o Gonzalo Picón Febres, Gabriel Muñoz, Tomás Ignacio Potentini o Alejandro Romanace. Juntos, parnasianos, populares y románticos, se confunden en un mismo panorama de interpretación modernista, nombre de poetas de tan vigoroso ingenio- aunque con diferencias generacionales- como Rufino Blanco Fombona, Carlos Borges, Víctor Racamonde, Alfredo Arvelo Larriva, Enrique Soublette, Juan Santealla, Sergio Medina o Juan Ouzán. De un Manuel Fombona Palacio, digamos por caso, caraqueño insigne traductor de poetas latinos, llegamos a Gabriel Muñoz, fino poeta parnasiano, clásico y helénico para acercarnos al fuego de Rufino Blanco Fombona, novelista, panfletario y poeta, quien por la apasionada vehemencia de su estilo y la riqueza de sus versos, es una de las figuras más prestantes de las letras venezolanas; Carlos Borges, excelso poeta místico y profano; Víctor Racamonde, atormentado hijo de Valencia, bohemio y soñador y poeta de exuberante y melodioso acento, y el gran bardo llanero, Alfredo Arvelo Larriva, de exquisita sensibilidad, cuyos poemas, ungidos de ternura, trabajados con finísimo esmero, son ricas alhajas de la poesía venezolana. Puede decirse que el primer movimiento modernista se inicia en Hispanoamérica, muchos de cuyos poetas, como José Asunción Silva o José Martí, marcan la impronta positiva de la que dan valoración algunos poetas españoles, como Salvador Rueda y Manuel Reina, sin mencionar, desde luego, por innecesario, a la figura inmarcesible de Juan Ramón Jiménez, cuyo nombre va aparejado al del gran poeta nicaragüense en ese movimiento modernista. Y aquí hay que hacer mención muy especial de don Miguel de Unamuno, portaestandarte, igualmente, del modernismo. En Venezuela, entre los poetas que se pueden calificar de las generaciones de 1915- 1920 y 1930, hay muchos que son, evidentemente, poetas modernistas, aunque algunos de ellos sean anteriores, cronológica- mente, a Darío. Fueron años de un copioso quehacer poético y su obra está viva, con tanto vigor como el de sus primeros años de creación. Eduardo Arroyo Lameda, aunque nacido en 1895 y, por tanto, de la generación de 1915, tiene una poesía fina, intimista, pero con matices líricos típicos en el modernismo; asimismo, Cruz Salmerón Acosta, Pedro Rivera, Jorge Schmidke, todos coetáneos, trabajaban sus poemas con brillo dariano y, hasta si se quiere, con acentos gálicos de Rimbaud, Maflarmé y el mismo Verlaine. Los poetas del año 20 dan a la literatura venezolana un aporte sustancial de belleza y milagrería; sus poemas llegan a lo más hondo del sentimiento popular: André Eloy Blanco, Luis Enrique Mármol, Enrique Planchart, Fernando Paz Castillo, Ángel Miguel Queremel, entre otros. Su poesía es lírica y modernista a la par. Les siguen los poetas de 1930: Pablo Rojas Guardia, José Ramón Heredia, Manuel Felipe Rugeles, Luis Beltrán Guerrero, Miguel Otero Silva, J. A. de Armas Chity quienes, con otros más, destacan por su copiosa producción poética. En la poesía actual surgen valores que, influidos por los postulados vigentes en Hispanoamérica y España, principalmente, dejan correr su inspiración creadora que fueron de rigor hasta hace pocos años, aderezada de oropeles. En Caracas, en Occidente y otras ciudades del centro, se forman grupos literarios y bajo sus toldas se agrupan ios jóvenes independientes e inconformes. Vienen desde el año 1935, con nombres que están aún en el tablero de los mejores poetas venezolanos: Pascual Venegas Filardo, Héctor Guillermo Villalobos, Otto D Sola, Vicente Gerbasi, Miguel R. Utreras, y a éstos, a quienes podríamos calificar todos del año 35, siguen escalonadamente, posteriores al Grupo Viernes (Queremel, Venegas Filardo, etcétera) los post o antiviernistas: Rafael Ángel Insausti, Luis Pastori, Ana Henriqueta Terán, José Ramón Medina, Jean Aristeguieta. Esta última de gran jerarquía dentro del mundo poético venezolano. Pedro Francisco Lizardo y Juan Manuel González son dos magníficos poetas que se hallan dentro de estos mismos ámbitos, así como Juan Liscano. Después de los primeros grupos literarios Seremos Maracaibo, Yunque San Cristóbal) y los más cercanos como Sardio irrumpen numerosos jóvenes poetas en el mundo literario venezolano. Son los poetas de vanguardia (sin encomillado) que se rebelan ante todas las normas, preceptos y formas de la poesía. Ellos tienen su poesía, su propia poesía, la misma de que habló Rilke, años atrás, pero que en el momento poético inmediato crean, forman escuela y realizan con indudable sinceridad creadora la nueva poesía venezolana. ¿Nombres? Algunos que son y otros que no... Juan Sánchez Peláez, Alfredo Silva Estrada, Ramón Palomares, Juan Calzadilla, Rafael José Muñoz, Dionisio Aymará. A éstos les siguen otros. Venidos de la provincia o la capital, con el pecho encendido de fuegos esperanzadores. Son los poetas de hoy y de mañana. Escritores y novelistas. Pioneros de una narrativa singular, sin resquicios académicos ni falsos pudores ambientales. El espíritu renovador que, sin fronteras ni distancias, vibra en todo pecho joven. Ayer y hoy. En la Atenas de Pericles o el París de la Sorbona. Que siempre es y será igual la poesía. Como el arte. La belleza. Y el destino mismo de la humanidad. LA. A. 59

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