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ABC MADRID 04-09-1982 página 46
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ABC MADRID 04-09-1982 página 46

  • EdiciónABC, MADRID
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XII ABC SÁBADO CULTURAL 4- septiembre- 1982 Cotufas en el golfo Tres notas sueltas Por Gonzalo TORRENTE BALLESTER JNo lo escribo por fidelidad al tópico, sino al color que va tomando el aire y que ya se insinuaba anteayer, el día de la noche en que llovió: esa modificación llamada otoñó se insinuaba en algo indefinible, aunque detectable, quizá principalmente a través del olfato, y que me invitó a presagiarle a Miguel Viqueira que ya está ahí el otoño Y rió lo dije con tristeza, sirio alegre. Soy partidario del otoño, su defensor, su nostálgico, porque es durante su largura, diríamos casi durante Su pereza, cuando todo se percibe mejor, las primeras languideces solares igual que los primeros destintes de las hojas. Y el mar, cuando hay calma, es una calma diferente, me atrevería a decir que sabia, que ha probado ya las agrieces y los dulzores, y se remansa en sí misma, se complace en sus propios nácares, más suaves y acaso algo más cautos. El otoño es el lugar de la experiencia (llamamos lugar al tiempo) cuando ya se conoce el valor de todo y aún no, se ha alcanzado la conclusión sofística de que todo es nada, conclusión invernal, vejez desengañada escasamente recomendable. Espronceda- situaba el desengaño a la edad de los treinta, demasiada: prisa para desengañarse, ¿con lorqué queda: de rríadurez a los treinta años! Prefiero situarlo al final del otoñsgg febida cuenta de que, con un poco de suerte, ei otoño personal se puede prolongar hasta bien adelantado diciembre. La juventud goza la vida sin saber lo que vale: por éso, a veces- es generosa de ella. La madurez, por el contrario, excede su valor, le jide más de lo que puede dar, es el momento de Íos fracasos y de las desilusiones durante la madurez se engendran las tristezas incurables, se endurecen esos resentimientos que todo lo trastruecant y con cierta frecuencia incapacitan para la otoñada. Es durante ésta cuando esa mirada que se abrió con sorpresa a la vida durante laadolescencia, que se arrojó al remolino durante la juventud) mi tu- ventud montó potro sin freno que se creyó dominadora en la rríadurez, adquiere el peso de la sabiduría, sabe ver el envés de las cosas, y, entre sus funciones esenciales, la que más quizá lo sea, ese colaborar en la sonrisa. Todo lo que la vida nos regala es más sabroso en el otoño, y su comienzo es peligroso para los que no están seguros. Me decía una vez un jesuíta que no era la juventud la que ponía en riesgo la firmeza de la fe y de las vocaciones, sino ese momento de los cuarenta y cinco que alguien llamó demonio meridiano y contra el que se pedía especial protección a Dios. Pues debe ser el tentador más sutil de todos los demonios, el más experimentado y seductor, por lo hermosa que hace ver esa edad, por lo que añade a la maravilla del Universo. ¡Si hasta cambian las estrellas con la llegada del otoño, si hasta brillan más tenues! Esos sabios que escudriñan la química en busca de remedios que prolonguen la juventud, no han llegado aún a comprender que lo que verdaderamente conviene prolongar es el otoño: edad en que la dicha de los. hombres, siempre imposible, parece algo más próxima. ningún puerto gallego donde la industria sé haya enfrentado a la pesca, sino que fue en todos los casos un complemento de ella, o una a la otra se complementaban. Que en mi tierra haya acontecido la sustitución de la antigua nobleza de los pazos por la actual burguesía, industrial o comerciante, no es más que la parte correspondiente a Galicia de un proceso general que abarcó varias tierras de Europa (por lo- menos) y que quizá sea repetición, con variantes, de procesos similares acontecidos en otras tierras y otros tiempos. No hace todavía un par de meses, la TV española proyectó cierto engendro titulado aproximadamente Pueblanueva del Conde, hoy No he visto, ni he podido imaginar, nada más falso ni más convencional. El capítulo moderno de la ya larga historia de los pazos, empezada por la Pardo Bazán con los de Ulloa, ofrece dos aspectos al curioso lector: o la ruina real o amenazada, o la restauración refitolera por burgueses poderosos que conservan las piedras (en el mejor de los casos) e introducen efpíos. interiores todo lo- jque el confort de nuestro tiempo puede dar por dinero. En cuanto a los pescadores, sería muy oportuno recorrer esos puertos y puertecillos de las rías y ver de verdad a lo que se dedican: yo no lo voy a decir aquí. Lo qué un escritor inventa siempre tie. ne que ver con la realidad, pero nunca se parécé a ella. Si un personaje literario tiene alguna semejanza con Una pérsceia íealpiconvienf suponer, o! más bren dar por sentado, que el origen remoto del personaje no guarda relación con esa persona concreta, que toda semejanza es casual. La invención poética consiste ante todo en una trasmutación de la realidad. ¡Cuánto lo siento! Ni esta referencia, ni aquella, ni aquellas otras, sirven a la identificación del modelo de Cayetano Salgado. -Puede. usted, por lo tanto, mi querido señor, ir tranquilo- a los entierros -7- ú yy. r- n Lodo lo que me gustaría escribir aquí en memoria de Jorge Loira, poeta adolescente que acaba de morir, no es más que una paráfrasis dé lo qué, en ocasión semejante, escribió Rilke en su Réquiem cuya segunda elegía lamenta la muerte anticipada, la muerte inesperada, de un poeta joven. Lo era Jorge Loira, natural de Bueu, en la fía dé Pontevedra, estudiante de Psicología en Salamanca, y amigo mío. Se riie acercó una vez; a ofrecerme el. primer número de una de ésas revistas de posía que los jóvenes acometen córi; divina insensatez, y que en el mejor de los casos llegan al número dos. Se la compré. Me dijo entonces quién era, y de donde, y cómo su familia me conocía. Nos hicimos amigos, y solía visitarme, en la misma Salamanca, en ese rincón de la plaza Mayor donde todos los mediodías establezco relación noticiosa con ese disparate llamado mundo y me tomo ese café con leche que tengo tan prohibido. Me acompañaba, y hablábamos de poesía. Conocía bastante bien la española, muy imperfectamente la extranjera; Me cuidé de guiarle, de aconsejarle lecturas. Así ¿llegó a conocer, en poco tiempo, a alguno de los grandes de este siglo, Rnke, Pessoa, Elliot, Pound. El cementerio marino le interesó hondamente, hasta el punto de traerme un día un poema que en él se inspiraba. Discernía con buen tino, pero ponía especial cuidado en no dejarse arrebatar, es decir, en no caer en imitaciones fáciles, sino que procuraba mantener su personalidad independiente. Estaba en ese momento de la vida, escaso de duración, luminoso como ninguno, en que lo mismo que se pasan las capas de la cebolla, el pasar las de la realidad y descubrir detrás de cada una un mundo, le arrancaba entusiasmos. Contenía su corazón briosos gérmenes, y su cabeza ideas acertadas: También la muerte, pues según el diagnóstico, fue un azar de juegos marineros lo que puso en movimiento la que llevaba desde el instante mismo de nacer. No la vivió como tal (no había llegado aún a lo de Rilke, pero fue, sin disputa, la suya, la que esperaba agazapada, en un cuajaron del cerebro. Lo voy a echar de menos, estas mañanas de invierno que se acercan, en mi rincón de la plaza Mayor, y no deja de ser posible, sino casi seguro, que un puesto distinguido, en la historia de la poesía española, naya quedado vacante: antes de tiempo y casi en flor cortado En ese verso está dicho para siempre y nadie logrará mejorarlo. i N o acostumbro, en mis escritos públicos, a tratar de asuntos que me conciernan personalmente, pero es principio de conducta del que se puede hacer una excepción sin que se trastorne el Universo. El otro día vinieron a verme unos amigos, y uno de ellos me contó que, en la villa donde vive, que es- una de las muy bellas de la ría de Arousa, se murió cierto señor, y días después del sepelio, uno que había ido al entierro preguntó a otro que nó fuera que por qué no había ido, y éste último le respondió: Yo no voy al entierro de Cayetano Quería decir con eso que el inhumado, hombre de años, podía haber servido más o menos de modelo el personaje Cayetano de mi trilogía Los gozos y las sombras En otra ciudad gallega, de las que ya tenían nombre y realce en la época romana, se señalan, con toda precisión, no sólo quién fue de verdad, Cayetano, sino también su antagonista, Carlos Deza, y los trámites de la contienda. Todavía en dos o tres villas más, entre los marineros hasta donde mi información alcanza, se señalan algunos otros originales, lo mismo vivos que muertos, de esos mismos personajes. Siento de veras causar a esas personas convencidas algo que se asemeje a una decepción, ya que no se me oculta que, algunas de ellas, con esas identificaciones, llevan a cabo una especie de justicia. Pero la verdad es que ni Cayetano Salgado, ni Carlos Dezá, ni la mayor parte de los personajes dé mi ficción tienen nada que ver con la realidad, del mismo modo que lo más sustancioso de sü trama y de sus episodios pertenece al orden de lo inventado. Por lo pronto, yo no sé de Añadido Yo había escrito: y además, si me tirase al agua así, sin precauciones. Lo que salió fue: si me tirase al agua así sin preocupaciones... Conozco bastante bien la mar, y sé que párá nó preocuparse, lo mejor es precaverse. Tenga en cuenta el error quien relea mi artículo del sábado, 28 de los corrientes, si es que alguien lo relee. Y, si no, téngalo también en cuenta.

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