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ABC MADRID 29-08-1982 página 3
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ABC MADRID 29-08-1982 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA, SOCIEDAD ANÓNIMA MADRID FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LÜCA DE TENA A B C es independiente en su línea de pensamiento y no acepta necesariamente como suyas las ideas vertidas en los artículos firmados I hubiese- -o llegase a haber- -un partido político inteligente, dedicaría estos meses que nos separan de la indecisa fecha de las próximas elecciones a estimular la facultad de desear en los españoles. Con excepciones muy contadas se han dedicado a lo contrario: a apagar la facultad desiderativa, a intentar convertir a España en un pueblo sin deseos. Y esto en dos sentidos. El primero consiste en rebajar el nivel de la esperanza. Se da por supuesto que las cosas no pueden ir bien; sobre todo, que no pueden ser interesantes. Se insiste tanto en los problemas (o en la problemática que es peor) que el mundo se presenta erizado de dificultades y enojos, sin mezcla de atractivo alguno. A lo más que se aspira es a ir tirando a que las cosas no se pongan demasiado mal. Que disminuya el paro, que se reduzca o no crezca mucho la inflación, que el terrorismo sea un poco más espaciado. Por supuesto, todo eso se presenta como culpa particular de unos u otros españoles, sin pensar ni un momento que puede ser consecuencia de una situación más amplia, tal vez inmodificable mientras no se busque y encuentre su origen verdadero y se apliquen los remedios oportunos. ABC ríos en estiaje. Por la noche escuché las noticias de la radio. Lo más notable era (a queja, la amarga protesta de diversas agrupaciones de agricultores castellanos, que pintaron con tétricos colores la situación provocada por la sequía y atacaron violentamente al Gobierno porque, ante el hecho de que no llueve, les concede créditos y más créditos de los cuales hablaban con aversión y desprecio. (Yo temería que, si tanto enojan, el ministro correspondiente decidiera suprimirlos, y no sé si es conveniente. Luego se aclaró que lo que quieren es subvenciones A mí me quedó la duda de si son posibles, es decir, de si los demás españoles podemos, dada la situación general, dar cuantiosas sumas a algunos de ellos, a fondo perdido; ojalá sea posible. Después de esto, la radio habló de la lluvia; yo esperaba una explosión de júbilo, aunque fuese moderada; nada de eso: se refirió a ella como a un contratiempo más, advirtió que un par de carreteras se habían cortado, y se refirió ominosamente a ella, sin una palabra de satisfacción ni esperanza. Se ha difundido mucho la convicción de que lo inteligente es ver todo con malos ojos; siempre he pensado que lo inteligente es ver las cosas- -buenas o malas- -con buenos ojos, es decir, verlas como son. Ha hecho mucho daño aquella frase de Gide de que con buenos sentimientos no se hace buena literatura; no porque literalmente no sea verdad, sino porque se entiende que con malos sentimientos, sí, y con malos sentimientos se hace desde luego mala literatura, aunque no baste con los buenos para que valga la pena. Pero, como advertí, hay otro sentido de ese intento de anular los deseos. Y es quizá más grave. Consiste en proponer lo que no se puede desear. Si se repasa lo que muchos partidos proponen (en sus programas o en su práctica cotidiana, por ejemplo en sus propuestas de ley, en sus enmiendas, votos particulares, etc. la inmensa mayoría de los españoles no puede desearlo. La expectativa de una situación REDACCIÓN, ADMINISTRACIÓN Y TALLERES: SERRANO, 61- MADRID s LO DESEABLE Es rarísimo que se invite a alguna acción positiva y que pueda ser apetecible; por ejemplo, en el terreno económico aumentar la productividad, aceptar el riesgo de la inversión, o ciertos sacrificios si las dificultades son grandes, para que dejen de serlo; compartir las pérdidas si las hay, para que deje de haberlas. La idea de que a nadie le puede ir peor, aunque las cosas vayan peor para el país, es de las más absurdas que han cruzado por la mente del hombre. Lo mismo podría decirse de la educación. En vista de que tiene graves defectos no se invita a hacer un esfuerzo enérgico y entusiasta para superarlos, sino que se proponen algunas medidas que inevitablemente los acentuarán. En todo caso se confía en fórmulas o recetas. Nunca se dice- -y esto lo podrían decir todos los partidos- -que lo decisivo es que cada uno haga lo mejor posible eso que tiene que hacer. Es decir, se trataría de un pequeño cambio de actitud, de una movilización del rigor, el entusiamo, la competencia. Si cada español hiciese razonablemente bien eso que hace, en tres meses España habría mejorado de manera que parecería milagrosa. Contribuye enormemente a la extinción de los deseos el planteamiento negativo de todas las cuestiones. Un ejemplo trivial: ayer hice un viaje por Castilla, durante unos doscientos kilómetros, bajo una densa lluvia que impedía la visión a más de diez metros; llovía sin descanso en una enorme extensión. Era molesto viajar así, pero me complacía pensar lo bueno que era eso para los campos secos, la atmósfera contaminada, los pantanos tan bajos de nivel, los DOMINGO 29- 8- 82 en que eso se realice no atrae ni poco ni mucho. A veces se desliza la convicción de que eso es lo que va a pasar o de que es el sentido de la historia y la gente empieza a acostumbrarse a la idea, a esperarlo, como cuando se anuncia un ciclón o se prevé que habrá tantos accidentes de carretera. ¿Es que no se puede proponer nada incitante? ¿Mo se puede invitar a los ciudadanos a hacer algo, y no cualquier cosa, sino algo interesante, atrayente, valioso, de lo cual no haya que avergonzarse, capaz, de entusiasmar, de justificar el esfuerzo? Algo que prometa una España en la cual dé gana vivir, no una España con la cual tenga uno que aguantarse. Yo estoy seguro de que el primero que lo haga se encontrará con la agradecida sorpresa, primero, con la adhesión después, de innumerables españoles; de todos aquellos que no hayan perdido enteramente la facultad de desear, de los que no hayan llegado á convencerse de que nada agradable es posible, o quizá bueno. En rigor, ese experimento ya se ha hecho varias veces en muchos países, y entre ellos en el nuestro. Y para no buscar muy lejos se hizo para establecer la actual Monarquía, con tan visible éxito que podemos permitirnos el lujo de hacerle ascos a casi todo, en lugar de estar sumergidos en el asco (de una u otra clase) Mientras un pueblo mantiene viva su facultad de desear, está vivo y, por tanto, lleno de posibilidades. Su horizonte histórico está abierto, puede hacer frente a las dificultades, imaginar nuevas formas de acción y convivencia, fijarse metas atractivas y que conduzcan al máximo perfeccionamiento posible. Si no desea, se puede hacer con él lo que se quiera, intimidándolo o sumiéndolo en la apatía o movilizándolo mecánicamente hacia un porvenir que no despierta ilusión. Lo deseable no es siempre hacedero. La realidad pone límites a los apetitos del hombre. Pero si se sigue deseando, de manera concreta, los deseos se depuran, quiero decir que, al encontrarse con la realidad, los que son irrealizables, no meramente difíciles, descubren su lado flaco- -su dimensión de arbitrariedad o capricho- -y dejan de parecer deseables. Y entonces se desea con más pasión, con mayor entusiasmo, lo realmente posible, lo que puede tener sentido político y nq utó! pico. Pero hay algo todavía más claro: hay que rechazar lo que no se puede desear. Espero que España se ponga a desear fuertemente, como ha hecho en momentos ilustres de su historia, y que no finja que desea lo que, bien mirado, le produce temor, repulsión o, simplemente, aburrimiento. Julián MARÍAS I ABC 3

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