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ABC MADRID 21-07-1982 página 3
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ABC MADRID 21-07-1982 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA, SOCIEDAD ANÓNIMA MADRID FUNDADO EN 1906 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA A B C es independiente en su línea de pensamiento y no acepta necesariamente como suyas las ideas vertidas en los artículos firmados SE poder parece espiritual; si no, ningún sentido tendría decir que no lo es. Su nombre- -que no sé dónde ni cuándo exactamente se ha engendrado- -se va difundiendo por el mundo, y se lo escucha o se lo lee con inquietante frecuencia: es la comunidad académica internacional. Se pertenece a ella o no. Se aspira a ingresar en ella cuando se está fuera (se supone que se está todavía fuera, como la meta inevitablemente deseada) Si alguien, cultivador de disciplinas intelectuales, queda al margen, se lo considera avecindado en las tinieblas exteriores Pero- -se dirá- -es admirable que exista una comunidad académica internacional. Parece prometer varias cosas excelentes: convivencia, superación de los nacionalismos, exigencia de un nivel intelectual. Algo así ha habido en otras épocas. Los humanistas, entre el último tercio del siglo XV y la Reforma- -y aún algo a través de ella, hasta mediados del XVI- -consiguieron algo parecido. Y el siglo XVII, cuando, una vez más, los grandes creadores, en la filosofía, en las ciencias, se comunicaban y se escribían largas cartas llenas de precisiones. Entonces sí, funcionaba un poder espiritual que sustituía parcialmente al que se había llamado más estrictamente así en la Edad Media. Pero el que está surgiendo se parece más al de los ilustrados del siglo XVIII, sobre todo el dominado por los philosophes que andaban entre la Academia francesa y la Academia de Prusia, con excursiones hacia San Petersburgo, a la sombra de Federico el Grande y las dos Catalinas. Esta comunidad tenía más de agencia y de grupo de presión -para emplear términos modernos- -que de poder espiritual. Contaba más la fama, el prestigio, tas citas y comentarios que el contenido de las ideas. Eso que ahora se llama la comunidad académica internacional recuerda, en algunos aspectos, aquella situación pero con diferencias esenciales. La primera, que en el siglo XVIII se trataba de muy pocas personas, y ahora de una legión, lo cual introduce un elemento administrativo que antes no había. En buena medida se logra el acceso a la comunidad cuando se es citado; hasta el punto de que se investiga y se escribe- -y sobre todo se publica- -para ser citado, para que el nombre propio aparezca en repertorios bibliográficos, extractos o abstractos que se consultan y citan, sin que esto quiera decir que se lean los trabajos mencionados- -entre otras razones porque su número lo hace imposible. Un número suficiente de menciones asegura un puesto en el nuevo Parnaso. Entonces se puede avanzar hacia arriba en una escala cuyos principios selectivos no son fáciles de determinar, hasta el punto de que una gran parte del trabajo intelectual consiste en intentar adivinarlos. Uno de ellos es que los trabajos intelectuales se ajusten a un patrón muy rígido. La libertad creadora no tiene ningún lugar: más bien asegura la inmediata exclusión. MIÉRCOLES 21- 7- 82 ABC REDACCIÓN, ADMINISTRACIÓN Y TALLERES: SERRANO, 61- MADRID E UN PODER QUE NO ES ESPIRITUAL Hay que citar, cuanto más mejor, y de una manera uniforme y consabida. Cuando algún escrito no se ajusta a ello se descarta- -es lo que sucede con todo lo que escribió el pobre Azorín, autor, probablemente, de los más inteligentes ensayos sobre literatura española de todas las épocas: no hay miedo de que lo cite ningún miembro de la comunidad. Esto introduce una monotonía considerable, y excluye, de raíz, todo lo que ha constituido el nervio de la creación intelectual y literaria desde los griegos- -sin más excepción notable que los malos períodos de la escolástica- Y hace, naturalmente, que esos escritos sean muy poco estimulantes y no muy capaces de despertar la vocación en otros. Pero hay peligros más concretos y graves. Un principio táctico, pero de enérgica vigencia, introducido por los Gelehrte y adoptado por los scholares, se podría formular así: Ato se puede decir nada que no haya dicho otro. La cosa parece tan enorme, que hay que explicarlo. Toda afirmación, para ser científicamente valiosa y admisible, ha de ir seguida con un número que remite a una nota, la cual se refiere a un trabajo anterior, con nombre de autor y año (lo cual se explícita en la bibliografía con título, publicación, fecha, página, etcétera) Uno se pregunta si aquel autor habrá hecho lo mismo, es decir, si habrá remitido su afirmación a la de otro, y así infínitum. Por lo general no se investiga más allá, y la primera referencia es suficiente. Pero el lector ingenuo se pregunta: si aquél pudo decir algo, ¿por qué no puede decirlo otro, por ejemplo, yo? El gran supuesto es que no se debe ocurrir ninguna idea, que no se debe hacer ningún razonamiento que por sí mismo se justifique y sostenga. Pero este método lleva a la necesidad de citar constantemente. Y ocurre con frecuencia que un investigador discreto- -por ejemplo, un doctorando- -tiene que buscar afanosamente libros y artículos, aunque no tengan nada que ver con su tema o no digan nada pertinente y relevante para citarlos. Y tal vez el autor, a pesar de ser inteligente y escrupuloso, llena su trabajo de errores (o de estupideces) procedentes de los trabajos que tiene que citar, so- pena de expulsión de dicha comunidad internacional. No se crea que exagero, y podría documentar esto que digo si no fuera porque ello me obligaría a escribir un trabajo parecido a esos de que estoy hablando, y que como ellos no sería leído, sino sólo fichado y citado. Mi aspiración es sumamente modesta, pero es otra. Añádase el culto al dato que domina el mundo intelectual de hoy- -recaída en los estilos arcaicos del positivismo del siglo pasado- Se dirá que los datos son muy importantes. Pero el hecho es que en altísima proporción son erróneos, o tan incompletos, que su pretensión de ser exhaustivos los convierte en errores. El fiar todo al dato- -en mucha disciplinas, a la estadística y el sondeo -dispensa de todo rigor intelectual. Con pretexto de una exactitud táctica (que suele ser ilusoria) se manejan conceptos extraordinariamente imprecisos, inadecuados, que deforman la realidad tan cuidadosamente aprehendida en sus aspectos cuantitativos, bibliográficos q cronológicos. Y esto alcanza a investigadores e instituciones de más alto nivel, porque se trata de usos intelectuales defectuosos y esterilizadores. Veo, por ejemplo, una eruditísima biografía y bibliografía de Kal Bühler, que acompaña a una edición de escritos postumos o Nachlass, nada menos que por la Academia Austríaca de Ciencias (Oüsterreichische Akademie der Wissenschaften) Pues bien, no se cita un solo libro sobre Bühler en ninguna lengua; pero desde 1941 existe el excelente del P. Ramón Ceñal, La teoría del lenguaje de Carlos Bühler Se supone que no hay ninguna traducción de su Teoría del lenguaje -se indica una al inglés en preparación pero es bien sabido que en 1950 publiqué una española, que lleva cuatro ediciones, y en la misma fecha se tradujo la Teoría de la expresión El poder de esa comunidad internacional es muy grande, pero no es espiritual, sino administrativo. Es una red muy tupida de intereses- -desde los económicos hasta esos otros, demasiado humanos, que son el afán de notoriedad y eso se llama status (me admira el número de palabras latinas que se usan todo el tiempo, desde que no se sabe latín) que ejerce su presión, no sólo sobre los que aún no han llegado sino sobre los que quieren seguir los que temen a una jubilación nada jubilosa. Me parece urgente reaccionar contra esas presiones, reivindicar los derechos a la libertad de trabajo, a la creación, por modesta que sea, a la diversidad, a eso que se llamaba, con palabra hoy tan desacreditaba, inspiración Si cualquiera de los grandes creadores de la historia presentase un trabajo a una revista erudita, a un comité editorial, al jurado de un premio, sería rechazado por falta de scholarship y notas al pie de página. Desde la situación intelectual española esto es particularmente delicado. Pero habría que precisar cuál es la situación española. Julián MARÍAS ABC 3

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