Archivo ABC
ArchivoHemeroteca
ABC MADRID 14-03-1982 página 3
ABC MADRID 14-03-1982 página 3
Ir a detalle de periódico

ABC MADRID 14-03-1982 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página3
Más información

Descripción

E D I T A D O POR PRENSA ESPAÑOLA, SOCIEDAD ANÓNIMA MADRID ABC FUNDADO EN 1906 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA es independiente en su linea de pensamiento y no acepta necesariamente como suyas las ideas vertidas en los artículos firmados ABC cómodos ambos. Kissinger lo cuenta todo como si lo hubiese soñado, pero bien seguro de que fue pura realidad. La Historia, ya lo sabemos, es como el andén de una gran estación de ferrocarril, lleno de grandes despedidas, de noches tristes, con personajes que esperan el alba haciendo sombrío balance de sus vidas, como el Enrique V de Shakespeare en vísperas de la batalla decisiva de Agincourt. Las últimas horas de Nixon, en la Casa Blanca, son de las más pungentes tal y como las cuenta Kissinger; lo son incluso para quienes hemos compartido, durante años, con muchos compatriotas suyos, una rara sensación de inseguridad y de vulnerabilidad en su presencia. Uno puede llegar a admirar inmensamente a Nixon, pero nunca a quererle, y ni siquiera a compadecerle, cuando ya era árbol caído, del que estaban haciendo leña antes de golpear el suelo. Sin embargo, Kissinger, que sólo se sentía feliz lejos de Nixon, no sabe- -de nuevo si soñó que, lleno de piedad, llegó a abrazar a un Nixon tambaleante, para el que un gesto de afecto no era más que debilidad. Yo creo que con otro hombre cualquiera que no fuese Nixon no se podría haber hecho lo que con él hicieron unos periodistas jóvenes muy ambiciosos, unes congresistas resentidos por pasadas injurias y unos políticos que se la habían jurado al Partido Republicano por haberles apartado de su canonjía, a la que querían volver, y volvieron, vaya si volvieron. Sólo Nixon era lo suficientemente vulnerable como para montar sobre la cabeza de un alfiler un caso de impeachment nada menos, y leyendo ahora a Kissinger sorprende el ver que, salvo a él, a nadie parecía preocupar mucho ni poco el formidable desgaste de la autoridad de la Presidencia a los ojos del mundo. De la misma manera, a nadie parecía importar un comino el hecho de que si se entablaba un proceso de impeachment como tantos querían, duraría meses y meses, y el acusado tendría que hallarse muchas veces presente para oír cargos o descargos, así que cada vez que sucediese en el mundo algo que reclamase la atención urgente de la Presidencia de ios Estados Unidos, alquien tendría que contestar desde el Capitolio: Esperen ustedes un poco, a ver si absolvemos al presidente o le tiramos por una ventana. REDACCIÓN, ADMINISTRACIÓN Y TALLERES: SERRANO, 61- MADRID A cirugía de corazón, que sufrió reciente mente, y la publicación del segundo tomo de sus memorias, que estará en las librerías para el 25 de marzo, han sacado a Henry Kissinger de la relativa oscuridad en que vive desde que descabalgó de su Secretaría de Estado, él, que tanto amaba los flashes de los fotógrafos. Por supuesto, el libro de memorias en cuestión ya ha sido señalizado para periódicos y revistas de todo el mundo. Los libros de éxito, en tos Estados Unidos, comienzan su carrera como serial; siguen como tal libro; se convierten, a renglón seguido, en guión cinematográfico y en película, y por último, desde hace algún tiempo, terminan en comedia musical, en Broadway. Es lo que se llama persecución en caliente del éxito. El segundo tomo de las memorias de Kissinger, que lleva por título Years qf Upheaval que yo traduciría, dickensianamente, por Años turbulentos no creo que termine en comedia musical. Terminaría, si acaso, en tragedia griega. Así fue como el propio Kissinger calificó la consumación del destino de proporciones bíblicas de Nixon. Cuando el abogado de éste, James St. Clair, se lamentó de no haber hecho, quizá, todo lo que debiera por su cliente, Kissinger le contestó: No ha sido un caso de leyes. Ha sido una tragedia griega. Sobre el lacerante destino de Richard Nixon, primer presidente de los Estados Unidos moralmente obligado a dimitir por lo de Watergate, se han escrito muchos libros, y continúan escribiéndose. Ahora mismo ocupa el puesto número cinco (no ficción) un libro de uno de los ayudantes personales de Nixon, Ehrlichman, con el título Testigo del Poder: Los años de Nixon Muchos libros, en efecto, pero me atrevo a asegurar que Años turbulentos es el mejor, y también el mejor escrito de todos ellos, y quizá uno de los libros más interesantes de nuestro tiempo, para el que anticipo un Pulitzer. Nos era bien conocido a todos el Kissinger del primer tomo de sus memorias The Wnite House Years con sus interesantes viajes secretos a Pekín, y sus fascinantes conversaciones con Chu- En- lai, a quien tanto llegó a admirar, y sus penetrantes análisis políticos, y sus magistrales retratos para una galería de notables del mundo. Pero nada de esto es comparable a su relato de la última noche de Nixon en la Casa Blanca. Se estaba haciendo ya de noche y Nixon pidió a Kissinger que fuese a verle en la sala llamada de Lincoln. Encontró allí al presidente, física y moralmente devastado, sentado en la penumbra. Hablaron durante dos horas, entregados ambos a un férreo ejercicio de auto- control. Después, Nixon quiso acompañar a su todavía secretario de Estado hasta el ascensor, pero al hallarse delante de la puerta de la habitaotón que había sido de Lincoln, el presidente invito a Kissinger a entrar y a que, con él, se pusiese de rodillas y rezasen. Fue una insólita escena entre un hombre muy orgulloso, Nixon, y un hombre muy duro, Kissinger. Ambos se respetaban, pero no se quenan; no se fiaban un pelo uno del otro, y cada vez que estaban juntos se encontraban in- L UNA TRAGEDIA GRIEGA Esta posibilidad, que no estuvo lejos de realizarse, fue lo que movió a Kissinger, entre otros, a convencer a Nixon de que dimitiese. Pero Nixon lo pensó mucho; no acababa de darse cuenta de que estaba perdido y su familia no quería que dimitiese. Fue así como en el curso de una reunión del Gabinete, en la que se esperaba que Nixon anunciase su dimisión, en vez de eso, dejase estupefactos a los circunstantes pidiendo la palabra para hablar- -dijo- -del problema más acuciante que tenía el país: la inflación. Naturalmente, cuando vio la cara que pusieron todos, cambió de tema. El secretario de Estado es el primer cargo no electivo de los Estados Unidos y el segundo, soto detrás del presidente, porque el vicepresidente, como dice el mismo Kissinger, sólo es un supernumerario Al principio de la República, la Secretaría de Estado era como la antesala de la Presidencia. Secretarios de Estado fueron Thomas Jefferson, Madison, Monroe, John Quincy Adams, Van Burén y Buchanan, todos ellos presidentes más tarde. Pero en tiempos modernos, ninguno ha tenido una formación tan extensa como la de Kissinger, ni una técnica diplomática tan depurada. Cuando Nixon recomendó a Ford que se quedase con Kissinger en Estado, le dijo, según cuenta el propio Ford en sus memorias A time to heal Henry es un genio, pero no debes aceptar todo lo que te proponga. No hay dinero que lo pague, y te será muy leal, pero no puedes dejarle las manos completamente libres. Nixon, a su vez, escribió en sus memorias cómo llegó a ofrecerle a Kissinger el puesto de consejero para la Seguridad Nacional, y termina de contar con estas palabras las conversaciones que tuvieron en el hotel Pierre, de Nueva York, mirando al Central Park: La combinación no podía ser más extraña: el hijo del tendero de Whittíer y el refugiado de la Alemania de Hitler. Kissinger nunca deja que pasen muchas páginas sin recordarnos su origen judío alemán y su condición de niño refugiado cuando Itegó a tos Estados Unidos, en 1938. Por lo demás, su origen es inmediatamente reconocible, incluso entre un orfeón, por su voz profunda, de trompa, y su carraspeante acento alemán. Toda una afortunada, aunque imprevisible, combinación de genes: judío, alemán y norteamericano, hijo, pues, de tres grandes culturas, refinadas en las mejores Universidades norteamericanas. Una de esas combinaciones que los norteamericanos tardan en comprender y en tomar en serio, y así, al principio, la gente no acababa de hacerse a la idea de que aquel alemán judío con acento de película anlinazi, de aspecto macizo y plantígrado, con una vertiginosamente ganada reputación de ton vivant hablase urbi et orbe en nombre de la diplomacia norteamericana, de un país acostumbrado como estaba a que eso to hiciesen chicos de buenas familias de Nueva Inglaterra, con acentos y ademanes irreprochables. Pero así fueron las cosas, y Kissinger hizo diplomacia de gran altura para su país, y además la ha dejado escrita en 2.500 páginas de extraordinaria pulcritud narrativa. ManuelBLANCO TOBIO lm ritm Goya, 27- Madrid BRILLANTES- ESMERALDAS JOYAS ESPECIALES- ALHAJAS OCASIÓN PLATA ANTIGUA Y MODERNA

Te puede interesar

Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.