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ABC MADRID 24-11-1981 página 3
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ABC MADRID 24-11-1981 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO PRENSA SOCIEDAD M A D POR ESPAÑOLA, ANÓNIMA R I D FUNDADO EN 1906 POR DON TORCUATO LUGA DE TENA A B C es independiente en su línea de pensamiento y no acepta necesariamente como suyas las ideas vertidas en los artículos firmados interesante artículo- Por qué no salió la División Acorazada -publicado por Pilar Urbano en el dominical de ABC (15 de noviembre) es clave decisiva para penetrar en los entresijos del 23- F Sabíamos que aquél fue un golpe militar intentado, alocadamente, por un reducido sector del Ejército, y contrarrestado de inmediato por otro sector castrense mucho más amplio, leal a las instituciones democráticas y, esencialmente a su Jefe supremo, el Rey. Pero también es cierto que a partir de determinado momento todo dependió en la capital del país de la División Acorazada: esto es, de la cobertura militar más fuerte de Madrid. ¿Qué hubiera ocurrido de ponerse en marcha este monstruo para secundar el golpe del Congreso? Sabíamos asimismo- -aunque no con tanta precisión como ahora- -que fue el general José Juste Fernández, jefe entonces de la División, el cerebro templado que, sin provocar desde el comienzo una ruptura peligrosa con los implicados dentro de aquel potente organismo bélico, consiguió frenar su iniciativa y desactivar la bomba que amenazaba, con estallido de alcance imprevisible, la integridad del régimen. Pero me ha llamado poderosamente la atención un recuerdo de Juste- -quien, sin duda, proporcionó todo el material básico de su articulo a Pilar Urbano- la evocación dej punto de arranque de nuestra guerra civil; de un episodio trágico que le aleccionó sobre el camino a seguir- -cuarenta y cinco años después- -cuando todo estuvo claro en la actitud de los oficiales partidarios de lanzar la División Acorazada a la calle. ABC un pabellón frontero a la Comandancia- Al tener noticia Romerales de que un grupo de conspiradores se hallaba reunido en el edificio de la Comisión de Límites, llamó junto a sí a los jefes y oficiales de su máxima confianza: uno de ellos era el comandante Seco- -tan ajeno a lo que ocurría, que se hallaba durmiendo la siesta cuando recibió la llamada del general- Fue él, prácticamente, el único que animó a Romerales a que no se rindiese ni diese por buena la afirmación de los que, pistola en mano, le conminaron a entregar el mando, ya que todo el Ejército de Marruecos estaba con ellos Pero el general carecía de medios de resistencia y no pudo, ni siquiera, hacer uso del teléfono para comunicar con Madrid. Fue encerrado en sus habitaciones sin más miramientos. (Lo que Pilar Urbano no cuenta es que le fusilaron a los pocos días, bajo la paradójica acusación efe rebeldía. Los que le acompañaban se vieron sometidos a esta pregunta, que encerraba una posible condena: ¿Usted está con el general o está con nosotros? La respuesta de mi padre- Estoy a las órdenes del general -le costaría la vida, pero no años después sino once meses más tarde, transcurridos en prisiones militares- -el fuerte de Mana Cristina, en Melilla, y el de El Hacho, en Ceuta- Pesaba sobre él, por supuesto, la famosa acusación de rebeldía. Pues de esta manera inicua fue interpretado y aplicado durante la guerra el Código de Justicia Militar, a fin de eliminar a quienes, precisamente, no habían auerido rebelarse. Recuerdo la crisis que supuso, para mi mentalidad infantil, el desenlace trágico de aquel episodio: que un padre en el que siempre veneré virtudes acrisoladas, nunca desmentidas, fuese condenado a muerte y pasado por las armas tras envolverle en el supuesto deshonor de la llamada anti España era cosa tan sin sentido, que estuvo a punto de sumirme en la enajenación: sólo el afán diario en una lucha encarnizada por sobrevivir- -nos habíamos quedado en la indigencia- -me permitió superar el trance. Y ahora, al cabo del tiempo, pienso que aquello que me pareció no tener sentido en 1936, lo cobra en un episodio similar, al desencadenar los reflejos de otro general- -Juste- -para evitar la repetición del 17 J en el fatídico 23- F Por lo demás, no me extraña el sagaz comportamiento de Juste. El artículo de Pilar Urbano me ha traído, junto con los recuerdos de julio de 1936, muchas otras REDACCIÓN, ADMINISTRACIÓN Y TALLERES: SERRANO, 61- MADRID E L DEL 17- J AL 23- F LA HISTORIA NO SE REPITE memorias de antes y después de aquella fecha. Ante todo, en el comienzo de los años treinta, la amistad estrechísima entre las dos familias: la del actual general y la mía. El hogar de los Juste era, verdaderamente, modélico. En el padre- -comandante como el mío- -resplandecían tres virtudes innatas: la discreción, la rectitud, la modestia. Doña Carmen, su esposa, era una de esas mujeres admirables que siempre han ejemplificado a la clase media española: la evoco como una gran señora, de facciones clásicas dotadas de un especial encanto. Administraba su casa con perfección milimétrica, dado lo numeroso de la familia y los escasos recursos con que contaba un militar de entonces. Ando siempre a bofetadas con la perra chica decía con gracejo que reflejaba la estricta realidad. Pero todo respiraba orden y armonía en aquel hogar, presidido ideológicamente por una acendrada fe monárquica y por una religiosidad sin concesiones a la beatería. Entre los siete hijos, Pepe, el mayor, descollaba en talento y en sentido del deber. Empezó los estudios de bachillerato en el Patronato de Enseñanza que en Villa Alhucemas fundara mi padre- -interventor militar, y luego civil, de aquel pueblecito- verdadera sucursal del Instituto de Melilla, en el que generosamente dictaba las clases un grupo de funcionarios, militares y civiles destacados, por su cultura y experiencia, en la colonia española (así, mi propio padre, director del centro, y el comandante Juste) Quizá ningún alumno, entre los del curso más avanzado, resultó tan brillante como Pepe: era, indiscutiblemente, un fuera de serie Los Juste se trasladaron a Melilla antes que nosotros. Cuando mi familia llegó a la capital del Rif, en junio de 1934, Pepe y sus hermanos, Felipe y Fernando, nos enseñaron, a mi hermano Edmundo y a mí, todos los rincones de la ciudad. Al producirse el alzamiento militar, la familia Juste se sumó, desde luego, al movimiento Pepe iniciaba por entonces su carrera militar; y recuerdo que cuando hicimos almoneda de los escasos bienes de que disponíamos, ya en 1937, tras la muerte de mi padre, él se hizo cargo- -como de una herencia- -de los papeles en que aquél trabajaba: un estudio técnico sobre el tiro de ametralladoras, en la línea de su libro premiado años atrás. En los momentos en que las retaguardias reflejaban, de forma cruel, la violencia de las trincheras (los señalados disparatadamente como rojos nos habíamos convertido en apestados) el comandante Juste se señaló entre los amigos fieles que no se echaron atrás: que dieron la cara y llevaron hasta donde fue posible su honrado testimonio, frente a unos acusadores movidos por la envidia, el fanatismo y la vileza. De despacho en despacho- -del de la Comandancia de Melilla al de la jefatura de la División Acorazada de Madrid- al cabo de cuarenta y cinco años de aquel episodio, el general Juste, discípulo predilecto del comandante Seco en el entrañable Patronato de Villa Alhucemas, reconstruyó ante sí las imágenes- -que no vio- 7 del 17 de julio de 1936. Y frenó hábilmente, guiado por ellas, el conato que intentaba repetir, disparado hacia un horizonte caótico, el mismo proceso que nos hundió en la guerra civil: la guerra civil que aún pesa, como una maldición, sobre nuestro presente. Gracias a la precisión de reflejos del general Juste, la historia no se ha repetido. Carlos SECO SERRANO La autora del artículo refiere las cosas así: Acudió a su recuerdo un episodio que indirectamente había conocido cuando el alzamiento militar del 36... Los sublevados, Seguí, Gazapo y otros, llegaron a la Comandancia Militar de Melilla. El general Romerales se opuso a seguir la sublevación, y a sus órdenes, incondicionalmente, su ayudante Seco, padre, por cierto, del historiador Carlos Seco Serrano... A Romerales, cuando intentó telefonear, se lo impidieron, conduciéndole a su pabellón- vivienda, donde le tuvieron neutralizado, con dos soldados de vigilancia en la puerta. A Seco le fusilaron anos después. En este momento puedo hacer una de estas tres cosas- -pensó Juste- Una, creérmelo desde ahora, como algunos de ellosJse refiere al presunto asentimiento del Rey y sumarme a la sublevación Dos, ir hacia mi mesa, dar un puñetazo sobre el tablero y decir: ¡Aquí no se hace nada mientras yo no hable con el capitán general de Madrid! Y tres, esperar, porque es cuestión ya de minutos, a que lleguen las seis... Descartó la primera alternativa. Reconsideró la segunda: Pueden prescindir de mí. Abajo está mí coche: dos escoltas, y a mi casa, vigilado. O, más sencillo y eficaz, pasarme af cuarto oscuro o al despacho de San Martín... Optó por la tercera acción: ganar tiempo. Debo introducir alguna rectificación a este relato. Mi padre- -el comandante Edmundo Seco Sánchez- -no era, en julio de 1936, ayudante del general. Lo había sido anteriormente: pero en aquella época mandaba un batallón de ametralladoras acampado en Dar Drius. Su lealtad al régimen que había jurado servir, tanto como su concepto del deber de un militar con respecto al legítimo poder civil, le mantuvieron al margen de la conspiración anudada en el célebre Llano Amarillo. El 17 de julio se hallaba en Melilla- -residíamos en pavimentos y revestimientos cerámicos a. sainz de baranda, 61- madrid- 9 rodríguez san pedro, S- madrtd 15 paz Distribución y cía. si.

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