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ABC MADRID 14-05-1981 página 107
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ABC MADRID 14-05-1981 página 107

  • EdiciónABC, MADRID
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Oliveras conoce, por que le acompañó muchas veces, los laberínticos jardines, los rincones con arabescos de hojas y mirtos versallescos que Rusiñol gustaba de trasladar a sus lienzos. No en balde había obtenido el único permiso real para entrar con su automóvil en tos jardines. Primero pasamos al retiro forestal de La Isla. Allí está el famoso Jardín del Fauno, escenario del cuadro de Rusiñol que fue reproducido en el reverso de aquellos billetes de cincuenta pesetas, en cuyo anverso aparecían las nobles barbas del pintor y escritor catalán. Mientras atravesamos el pintoresco cenador de bojes recortados podemos contemplar la fuente de Diana, el templete que se refleja en un pequeño lago y el quiosco japonés. Todos los jardines creados para el ocio real o principesco fueron convertidos en cuadros por Rusiñol. Cuadros que andan hoy por las colecciones del mundo y muy aumentados, porque, según se ha dicho, en América se han vendido más Rusiñoles que los pintados por don Santiago. LOS QUINCE OTOÑOS DE ARANJUEZ En esta tarde de mayo hay en los jardines de Aranjuez una presencia de primavera recién venida, que late en las yemas del reino vegetal y también en el animal ornitológico. Por los claros del boscaje se pasean, silenciosos y graves, los señores faisanes, y en la espesura los mirlos cantan su lírico mensaje de amor zoológico. Uno comprende aquí lo que fueron para Rusiñol los quince otoños de Aranjuez. De los jardines volvemos a la villa y de la pintura pasamos a la vida del artista en el Aranjuez del primer tercio del siglo. La villa ribereña del Tajo se halla impregnada de sus recuerdos. Aquí está aún la Fonda del Comercio, donde se conserva su habitación. En la fachada hay ahora una lápida de mármol con el tópico inevitable: Aquí vivió y murió... Entramos en el casino. Está lleno de gente que fuman y toman café. Se diría que es el mismo humo que respiraba Rusiñol. En el Ayuntamiento de Aranjuez está ahora el cuadro que un día pintó don Santiago en la pared del casino, donde pasaba las madrugadas jugando y bebiendo pernaud Por las tardes, cuando se cansaba de pintar, se iba a su tertulia de La Rana Verde, un café anterior al actual en la orilla del río, cuyo nombre le fue puesto por Rusiñol porque allí había una rana de ese color, anuncio del agua de Solares. Don Santiago se acostaba al amanecer, después de trabajar en alguna de sus obras teatrales. En la fonda de Aranjuez escribió La gente bien El patio azul y El místico Nunca se levantaba Rusiñol antes de las tres de la tarde. ARTESANÍA POPULAR EN LA PLAZA DE LAS COMENDADORAS Orzas, botijos, cantareras, filigranas de alfar para el uso y el adorno han tendido su perfil de barro al sol de esta madrileña plaza de las Comendadoras, dentro del programa que la Alcaldía de la Villa y Corte há confeccionado para celebrar las fiestas de San Isidro. Ante la estampa, casi de otro tiempo, en que plazas entrañables vuelven a ser por momentos lugar de ocio distendido para los ciudadanos, sólo cabe un nostálgico suspiro y el aplauso por una iniciativa que devuelve el sentido a las cosas FUNDA EN BARCELONA EL ARCA DE NOE Por una humorada de Rusiñol y sus amigos se fundaba en Barcelona (febrero de 1927) la popular asociación zoológico- humorística El Arca de Noé, que aún existe. Entre los fundadores aparecen Rusiñol y su sobrino, que representaban al pájaro poeta de la noche (el ruisiñol) el crítico de arte Joaquín Ciervo, Francisco Llop (lobo) Juan Cunil (conejo) Enrique Colom (palomo) el periodista José Vaca, Enrique Canari y Juan Peix (pez) Podían pertenecer aquellos cuyo apellido fuera nombre de un animal. Cuenta la crónica del suceso que, al final del ágape fundacional, se leyeron humorísticas adhesiones de los principales ejemplares de la colección zoológica del parque barcelonés. En el Aranjuez de hoy, frente a la actual Rana Verde, hay una glorieta ajardinada que lleva el hombre de Rusiñol. En el centro, un busto de piedra recuerda al gran pintor y escritor catalán. Los jardines de la villa, más que los de reyes que los pasearon, nos hablan cada otoño del artista que los vivió y los soñó para sus lienzos inmortales. J. A. C.

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