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ABC MADRID 30-04-1981 página 93
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ABC MADRID 30-04-1981 página 93

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC 30- IV- 1981 AL DÍA Los Clash llegaron al mediodía del mismo martes y, poco después, concedieron una rueda de Prensa absolutamente insulsa, en la cual Joe Strummer demostró que su mente es bastante más rápida que sus dedos sobre la guitarra. A las diez, con el local hasta los topes, y gente en la puerta a la caza y captura de una entrada desde las siete de la tarde, Pearl Harbour, el grupo telonero, saltó al escenario. Después de su incomparecencia en Barcelona, Pearl, la cantante, una punkie larguirucha y desgarbada, desplegó, para compensar, todas sus artes: un ritmo frenético y una voz agudísima, capaz de quebrarse a voluntad en los momentos adecuados. Tras ella, dos baterías, tocando a plena marcha, ponían el toque original a un popurrí desenfrenado que incluía, además de temas propios, canciones de lan Dury y rocks clásicos. Media hora después de que Pearl Harbour se retirara, los Clash, con un telón de fondo de uralitas para hacer más evidente su contexto urbano, enchufaban las guitarras. El primer tema, London Calling sonó aceptablemente, dentro de lo que cabe. Después de todo es difícil que algo suene bien desde el principio en un local que, como el Pabellón, posee una acústica endemoniada. Luego las cosas empeoraron. Entre canción y canción, los roadies armados de buena voluntad y de cinta aislante, correteaban de un lado para otro poniendo un parche aquí, un remiendo allá y no consiguiendo, en definitiva, nada. A pesar del aturdimiento provocado por aquel pedrisco sonoro, cada vez más incomprensible y cada vez más despiadado, un rayo de luz iluminó nuestra memoria y se llevó, a la vez, toda esperanza: los Clash habían comenzado su gira en España no como una deferencia especial, sino porque es- -o al menos eso creen- -el lugar menos comprometido para rodar un espectáculo. Más de uno empezó a entender entonces la amarga mezcla de desesperación y abatimiento que, en casos como éste, debe invadir a los coballas. Strummer, mientras tanto, trataba de ser simpático: Hola, buenos días. ¿Qué tal el sound ¿Está bien? Spanish Bomb ¿Querer tocar Spanish Bomb Claro, claro, Y todos allí aguantando. Hora y cuarto de bombardeo acústico para escuchar solamente una par de temas- The guns of Brixton y Working for the Clampdown -pasables. Al final dos bises, cinco canciones. Lo justo para tocar, por fin, Spanish Bomb con un desatino lamentable y Brand New Cadillac con algo más de garra de la que habían exhibido antes. Y, por fin, el fin. El lento derivar de ocho mil personas hacia la calle. Cerca de la puerta un muchacho del séquito de los iconoclastas tenía puesto el tenderete con los T- shirt los posters y los badges Y se le acercaba aun algún cliente, de cuando en cuando: Oye, tío, dame tres posters de los Clash y que estén guapos, ¿eh? Son para quemarlos. 13 Strummer, gesticulando. En la guitarra, una pegatina del Frente Sandinista. ¿Publicidad o propaganda? (Foto: J. A. VARA) La noche se mueve El crack de los Clash Tomás Cuesta Un mal día uno de esos días, ya sabes Joe Strummer, compositor, cantante y guitarrista de The Clash, proclamó a los cuatro vientos que todos los periodistas, así, sin excepción, eran unos cerdos. Tan tajante afirmación iba dirigida, más que nada, a los musiqueros británicos, particularmente picajosos a la hora de enjuiciar Sandinista su ultimo trabajo. Hoy, después de la presentación de los Clash en vivo es probable que Strummer amplíe la pocilga para hacerle un huequecito a los periodistas- -los cerdos, con perdón- -hispanos. El martes el Pabellón del Real Madrid fue el escenario de la autodemolición de un mito, el de Clash, el grupo más carismático de las islas, el gran superviviente del jubileo punk de 1977. Cuenta la leyenda que un día que Joe Mallor- -alias Strummer o sea, el que toca mal un instrumento- -andaba por la calle, se le acercaron dos kids Mick Jones y Paul Simonon, miembros de London SS, y le espetaron: Hey, tío, tu grupo (los 101 Ers) suena debuti, pero con él no pasa nada. Strummer, un niñobien recuperado para la causa, no se lo pensó dos veces y se alió con aquellos dinamiteros suburbiales. Veinticuatro horas después, continúa ta leyenda, los Clash ha bían nacido. LO QUE OÍMOS Desde un principio, el objetivo de los Clash estuvo bien definido. Se trataba de sumar a la revolución vital del punk la subversión en el plano político. Por supuesto que no estaban ligados a ninguna opción concreta, pero tanto sus textos como sus declaraciones evidenciaban el cómo y el porqué del compromiso: Todo el poder está en las manos de gente k suficientemente rica como para comprarlo, mientras nosotros andamos por la calle demasiado acobardados para hacer algo. ¡Blancos en rebelión! ¡Quiero comenzar un motín! Las palabras de White Riot El motín de los blancos sen an la tarjeta de presentación del grupo durante su accidentada gira de abril del 77. Dos años después del Anarchy Tour sexpistoliano, en el que los Clash actuaban aún de segundones, el comando musical de Strummer Cía. pregona la subversión por Inglaterra con el dinero que CBS, a cuenta de sus discos, les había adelantado. El doctor Goebbels, aseguraba Strummer, seguía vivo en las calles de Londres, y ellos, los Clash, iban a degollarle. Sus dos primeros álbumes, The Clash y Give em Enough Rope no tuvieron demasiada fortuna fuera de tos círculos londinenses. Sin- embargo, constituían una contraseña imprescindible para esa legión de perdedores que hace cola ante las oficinas del seguro de paro. Jóvenes derrotados, sin haber participado aún en la batalla: Oportunidades de trabajo, todo el trabajo que nos ofrecen es para sacarnos de la calle ¿Quiero servir té en la BBC? ¿Quiero realmente ser un policía? Odio al Ejército y odió la RAF. Odio las reglas de los funcionarios y no voy a dedicarme a abrir las cartas- bomba que llegan para ti. Su tercer elepé London Calling una auténtica obra maestra, les catapultaría hacia el status de consagrados y les abriría, a la vez, las puertas del mercado americano. El álbum, doble, se vendería en el mercado al precio de sencillo. Era la condición sine qua non del grupo, y la compañía, a la fuerza ahorcan, tuvo que aceptarlo. Poco después vuelven a la carga. Sandinista hasta la fecha su último álbum, contiene seiscaras- seis de rock revolucionario. Siguiendo la costumbre, el triple se vendió en Inglaterra al precio de sencillo el nuestro es un país pobre, y los discos son muy caros para lo cual los Clash debieron renunciar a todos sus royalties británicos hasta que no sobrepasasen los 200.000 ejemplares. Claro, que todavía les quedaban los Estados Unidos y el resto de Europa, y, dentro de ese resto, España. LO QUE VIMOS Los Clash no habían actuado nunca aquí. Se les conocía, por tanto, a través del espejo de sus discos- -sobre todo, de London Catling y de Los siete magníficos un tema descaradamente disco extraído de su último álbum- -y de su aureola legendaria. La expectación despertada por su primera gira española- -Madrid, San Sebastián, Barcelona- -estaba, pues, más que justificada.

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