ABC MADRID 30-11-1980 página 9

M LOS TRES Recuerdo de Mauricita Tijuana Mauricita Tijuana cantaba los corridos con mucho sentimiento; el tipo no le acompañaba, la verdad sea dicha, pero la voz, sí. También le acompañaba Lorenzo Gómez Chetumal, éste al guitarrón y, la verdad sea otra vez dicha, con bastante empaque y buena voluntad. Las letras se las hacía el licenciado Guadalupe Medina Tapachula, revoluéionario retirado natural de Fresnillo de González Echeverría, en el Estado de Zacatecas, y en la actualidad escribano en Tuxtla Gutiérrez, capital del Estado de Chiapas, lindando ya con Guatemala. Mauricita Tijuana había nacido en San Dimas, en las estribaciones de la Sierra Madre de Occidente, pero donde empezó a engordar fue en Chilpalcingo de los Bravos, capital del Estado de Guerrero, en las estribaciones de Sierra Madre del Sur. Mauricita Tijuana arrojó once arrobas en la báscula municipal de San Juan Tiotepec, que tenía justa fama de ser muy precisa, y cuando cantaba, el papo, el contrapapo y las tres pechugas le dibujaban unos vaivenes y unos oleajes que llamaban mucho la atención. Hace ya algún tiempo yo estuve muy enamorado de Mauricita Tijuana, trance que confieso sin rubor porque los nobles sentimientos no deben ocultarse jamás, y hasta pensé en arreglar los papeles para matrimoniar con ella, pero tuve que desistir del proyecto porque se la comieron los tiburones en la bahía del Espíritu Santo, en el territorio de Quintana Roo, el 8 de julio de 1976, o sea, el día de los Cincuenta Santos Soldados mártires bajo Aurelio, al mismo tiempo que a mí me conferían el doctorado honoris causa en la Universidad de Birmingham, en el Reino Unido de la Gran Bretaña; a veces hay casualidades que parecen mismamente buscadas a propósito y como para marear. Según testigos presenciales del óbito de Mauricita Tijuana, tuvieron que reunirse lo menos una docena de tiburones para acabar con ella. Descanse en paz mi imposible amor, quiero decir Mauricita Tijuana, y que Dios le haya perdonado sus muchas imprudencias. Amén. Gómez, el tañedor de guitarrón, me envió por mi santo un retrato de Mauricita Tijuana bordado a punto de cruz; desde lejos tiene un gran parecido.