ABC MADRID 21-10-1980 página 116

Carlos Bousoño tomó posesión de su plaza de académico de número TARDE DE POESÍA EN LA ACADEMIA ESPAÑOLA Su discurso versó sobre el sentido de la evolución de la poesía contemporánea en Juan Ramón Jiménez T ARDE mayor en el palacete neoclásico de la calle de Felipe IV, el que abre su fachada principal a la calle de su nombre, calle de la Academia, mirándose en el Prado y sintiéndose escoltado a toda hora por la agujas de los Jerónimos. Tarde mayor madrileña llena de versos como el otoño mismo, como ese atardecer tranquilo y dominguero que se perdía por los tejados de las viejas casas. Tarde mayor de poesía lírica y lleno hasta la bandera, que diría un castizo. Carlos Bousoño, el nuevo académico, había convocado a decenas y decenas de escritores; a estudiantes por montones: de todas las razas y credos. El acto empezaba a las siete. A las seis y cuarto el salón de actos de la Real Academia ya estaba lleno. Llegan los escritores y se multiplican los saludos. Las escaleras de mármol, presididas por la efigie de Quevedo, son lugar de encuentros. Se suceden los corrillos, los abrazos, las carreritas buscando un asiento. El descubrimiento de los barandales para presenciar, desde ¡o alto, toda la ceremonia... José Luis Cano, Mourelle de Lema, Pepe Hierro, Andrés Amorós, Joaquín del Val optarán por estos miradores. También llega Luis Antonio de Villena envuelto en una clámide- -más que capa- -negra, corbata de lazo y leontina de oro en el chaleco... Abajo, en el salón, Felicidad Blanch- -la viuda de Panero- -conversa con José Luis Alonso. Dos filas más atrás, en la penúltima, su hijo menor Micky Panero. Paco Umbral se acompaña de su mujer, España, y de su bufanda roja corno una permanente y desbordada torrentera de sangre dolorida que le arranca del cuello de cisne de su jersey blanco. Y Angelito García López, grueso y con buen color de cara, después de aquel lejano susto de su operación hace ahora dos años y que nos trajo, en cambio, un libro bellísimo, Trasmundo Rafael Montesinos conversa en el pasillo central con Leopoldo de Luis y Jacinto López Gorgé. Cerca de ellos, Emilio Miró, el gran poeta, profesor mío en los años bachilleres del Instituto Ramiro de Maeztu. Carmen Bravo- Villasante está sentada entre Consuelo Burell y Ernestina de Champourcín. Y un poco más acá, María Fouz de Rosales, tan encantadora. Pensativo de todo, mano en la mejilla, Paco García Pavón medita en silencio. Jiménez Marios consigue un sillón- -no académico, todavía- -milagrosamente. Va a empezar el acto. Rafael Morales está junto a Pepe García Nieto. ¡Cuánto hemos hablado estas horas últimas de Rafael Morales! ¿verdad, Emilio Niveiro? Francisco Nieva llega envuelto en una especie de manta fina. Tendrá que seguir el acto a pie, recostado en la pared del pasillo lateral, junto a Claudio Rodríguez. Hay bastante representación hispánica: desde Gastón Baquero a Ramón Darío Molinary... Pero ya los jóvenes estudiantes, por la primera vez en la Academia, mueven las cabezas y estiran tos cuellos. Algunos se levantan. Por la puerta lateral que une al estrado han empezado a subir los académicos. Entre ellos, como siempre en las últimas juntas públicas, destaca Carmen Conde y su ya institucionalizado vestido de académica Carmen acaba de publicar un libro admira- Por Santiago CASTELO Fotos: Luis ALONSO ble- La noche oscura del cuerpo Un libro hermoso. El estrado no tiene luz. Deben andar de arreglos en las instalaciones eléctricas y todo queda en una discreta penumbra. Sobre la mesa presidencial han colocado dos flexos Uno, gris; el otro, anaranjado. Trastean con ellos; pero el genio de don Dámaso no consiente que la luz le dé a los ojos. Y refunfuña, y con un ademán imperioso de la mano ordena bajarlo más. A los oradores les han colocado unas discretas lámparas de pie, cuya luz incide indirectamente sobre el libro que tendrán entre las manos. La ceremonia- -como luego recordará Torrente- -ha comenzado. Don Dámaso abre la sesión y pide a los dos últimos académicos ingresados que salgan a buscar a su compañero. Son don Pedro Sainz Rodríguez y el teniente general Diez- Alegría. Viste el general uniforme de gala del Ejército de Tierra. Son las siete y siete minutos En medio de una salva de aplausos, el recipiendario, sonriente, accede al salón; le escoltan los académicos don Pedro Sainz Rodríguez y el general Diez- Alegría de la tarde. El general cede cortésmente el paso a don Pedro. Instantes después, escoltado por ellos y en medio de una salva de aplausos, entra en el salón de sesiones Carlos Bousoño. Su discurso versará sobre el sentido de la evolución de la poesía contemporánea en Juan Ramón Jiménez. Antes tendrá unas palabras de cariño y recuerdo para su predecesor en la silla M, don Salvador de Madariaga: Yo quiero destacar, sobre todo, la tenaz y cotidiana lucha de don Salvador, la minuciosidad con que intentó resolver el menudo o grave problema mundial de cada hora, con la vista fija en la gran empresa universal de la paz, de la unidad de todos los hombres. Estudia a continuación la poesía de Juan Ramón Jiménez y su relación con la evolución de la lírica contemporánea entre el período que media desde Baudelaire a la segunda guerra mundial. Su obra se ha convertido, de hecho, a nuestros ojos, en el eje o gozne en el que se producen, dentro de la literatura española, algunos de los cambios más significativos. Bousoño busca la dirección de la corriente evolutiva en la que venía arrastrada la poesía occidental desde los tiempos del Romanticismo y. que va consistiendo en una progresiva interiorización del radical objeto cantado. O sea, el paso del subjetivismo romántico al intrasubjetivismo En primera fila, Ruth Crespo, la esposa del poeta, sigue con atención el discurso de éste; ¡unto a ella, Carlos Alberto, el único hijo del matrimonio, insólita presencia infantil en el salón del histórico edificio 20