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ABC MADRID 12-08-1979 página 73
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ABC MADRID 12-08-1979 página 73

  • EdiciónABC, MADRID
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r SáSW SrÍÍJ jaoSÜi V? TRIBUNA PUBLICA Desde eJ dolor de España quiero contestar la tesis defendida por al ministro Joaquín Garrigues Walker en e artículo Se busca un mesías (ABC, 29- 7- 1979) Quiero defender a! pueblo español, triste, enlutado y empobrecido, al bordé de la miseria, la desesperación y el caos, que en dicho articulo resulta implícitamente imputado de su propia desgracia. Sernos los que semos dice el ministro, utilizando una expresión popular de su electorado murciano. Y por eso, no tenemos mejores gentes de ¡as que somos Esto no es ni mínimamente cierto, aunque parezca, si no se analiza, una verdad de Perogrullo, de clavo pasado Desde hace menos de cinco años- -o de diez, o de veinte- -no hemos cambiado, demográficamente, como colectivo humano concreto, los españoles. Somos los mismos que éramos. Por emplear idénticas referencias que el seflor Garriges Walker, somos! os mismos obreros y empresarios; los mismos abogados, médicos, ingenieros y periodistas. Siguen viviendo- -sin jubilarse, activos en su respectivo quehacer- -los grandes septuagenarios y octogenarios- -su homónimo lo don Jcaquién Garrigues, Aleixandre, Dámaso Alonso o Gil Robles- -que dan categoría cultural y profesional a nuestra Patria. Y aún no ha llegado a imprimir ningún sello la muy juvsnil promoción de los dieciocho a veintiún años. Somos, pues, los mismos. España es la que resulta diferen. e, muy diferente. Y no para mejor. Habrá que buscar otras razones en lo qus tenemos de nuevo en nuestro horizonte nacional. Lo nuevo es la clase política, el sistema electoral, el Parlamento y las instituciones consistoriales de la Administración local y los Gobiernos que se han sucedido. Por ahí es vor donde hay que encontrar los métodos y las vías de diagnóstico. No es que se busque un mesfas. Es que los españoles queremos encontrar una solución a las inesperadas consecuencias del cambio. Recordó una vez De Gaulle Meditaciones sobre el mando que no fueron las legiones romanas, sino Julio César, quien pasó el Rubicón. No es esto regresar a una concepción heroica de la Historia, a! o Carlyle. También es verdad lo qua de la ¡ntrahistoria su magma popular y entrañable, ense- Porque sois los que sois naba Unamuno. Pero aquello señala la responsabilidad de las minorías dirigentes. No carguemos tampoco la masa pasiva de las dificultades- y los problemas al fácil recurso da crisis energética mundial. Existe y nos afecta como a todos los países. Pero es claro, con luz meridiana, que no en todos ellos pasa lo que ocurre en España. Además, este pueblo español cruzó, como todos los del mundo, en los años cuarenta y cincuenta, una crisis incomparablemente mayor, por más extensa, general y profunda: la segunda guerra mundial y su difícil superación. Y a nosotros nos llegaba inmediatamente detrás de ia liquidación de nuestra guerra civil. Erarnos los mismos. No sé si entonces éramos comparables con nuestros homólogos europeos y americanos como el ministro dice. Pero sacamos a España de la miseria y del bloqueo que se nos impuso. La transformamos de rural y atrasada en industrial, mercantil, turística y atrayente. Construimos los grandes embalses, comparables a los mejores del mundo. Hicimos toda la repoblación foresta! que no estaba ni siquiera iniciada. Mejoramos la red viaria y abrimos autopistas ¿verdad, señor Garrigues Waíker? Y llenamos todo de escuelas. Institutos y Facultades Universitarias. Fueron unos años de reconstrucción incomparables. Insisto: éramos los mismos, con muchos fallos humanos y profesionales Creo, señor Garrigues Walker, que usted tiene razón en dos cosas: que esta gran nación que se llama España la hemos construido entre todos los españoles, y que las personas que usted cita- -líderes políticos, sindícales y empresariales- -son como los ABC es independiente en su iínea de pensamiento y no acepta necesariamente como suyas las ideas vertidas en los artículos firmados. demás de su espacie. No tenemos muchos mejores. Seguro que a n t e s tampoco ¡os teníamos. En calidad, y salvo muy contadas excepciones, siempre he creído que la inmensa mayoría de los hombres podemos tratamos de tú. Pero sobre la base de ésía doble razón de sus apreciaciones viene mi reflexión, que quiere ser clarificadora. En eso radica precisamente la gravedad de la cusstión. Lo que falla es el sistema que hemos creado y los métodos con que lo están haciendo funcionar. Cuidado, que no digo que faila la democracia. Para el nivel histórico a qua hemos llegado creo, como Churchilí, que es ¡a peor de las formas de Gobierno... excluidas todas las demás. Además, la democracia, en la España actual, no faiia, porque- -formalismos aparte- -no se ha estrenado todavía. Yo no busco un mesías político. A diferencia de los suaristas oreo que no existe. Aunque simplifique mucho ¡a solución en asunto tan complejo- -porque e! espacie obliga- voy a comprometarme. Estimo que lo que ha fallado estrepitosamenís ss el sistema electoral (D Hondt) Es el peor da cuantos existen. Fomenta la partitcoracia (que ss distingue muy bien del régimen de partidos) Dificulta y encorseta a listas cerradas y bloquea las valoraciones que pueda hacer cada elector a lo que deciden previamente las oligarquías caciquiles y minoritarias de cada partido. Y da como resultado una pésima selección de la clase política Una clase política, como la española actual, que consienta sin protesta alguna ia degradación del Parlamento a simple sucursal de (a Maocloa, se está autocsrlificando de inútil, estéril y antidemocrática. En definitiva: Si ¡os españoles somos los mismos que hace cinco, diez, quince años. pero España es tan diferente, debatiéndose entre fa tristeza, el luto, la desesperanza y la bancarrota, es porque Sos políticos actuales sois tos que sois i Or. José María MARTÍNEZ VAL (Catedrático de Derecho cié ¡a E. U. de Estudios Empresariales. Universidad Complutense) 17

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