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ABC MADRID 10-01-1979 página 73
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ABC MADRID 10-01-1979 página 73

  • EdiciónABC, MADRID
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Vista parcial aérea de Bilbao. TRIBUNA PUBLICA Ooñ Á n g e l Lamas Arroyo ha hecho referencia en estas páginas (A 8 C, 20- XH- 78) al trabajo mío Pudo haber otro Guemica (ABC, 11- VI- 78) expresando algunas discrepancias. Estas se centran en realidad, y más allá de cuestiones de detalle, sobre la siguiente pregunta: ¿pudo haber sufrido Bilbao grandes destrucciones? El señor Lamas es de opinión contraria, pues considera que sólo eran partidarios de ellas algunos dinamiteros, un jefe de división y responsables políticos y consejeros del exterior quizá alguna persona más. Mi parecer era y es totalmente contrario y en él me ratifico. Creo, contra la opinión expuesta, -que en Vizcaya había dos corrientes absolutamente contrapuestas y arribas poderosas: una que apoyaba destrucciones masivas y otra- -la oficia! -que sóio quería destrucciones limitadas y subordinadas a los fines de Ja guerra. A la larga la doble corriente se manifestó sin rebozo, con choques que pudieron ser muy sangrientos y hubieran dado lugar a la desaparición de, por 4o menos, barrios bilbaínos enteras. La causa de que no ocurriese así se debió principalmente, por no deoir de modo exclusivo, a la rápida y audaz maniobra dé las brigadas de Navarra. Este criterio lo baso apoyándome en numerosos textos nada sospechosos. Primero. Las afirmaciones tajantes de Víctor de Frutos, jefe de la V! Brigada def Cuerpo Vasco, el cual confiesa que recibió orden de incendiar parte de Bilbao, sin distinguir si había allí o no instalaciones militares. He aquí algo que se encuentra fuera de toda discusión. En su libro Los que no perdimos ¡a guerra se lee: Nuestro plan general incluía incendiar la ciudad vieja. Y más adelante: La compañía abandonaría las posiciones al amanecer, con la misión de incendiar la ciudad vieja (págs. 119 y siguientes) ¿De quién procedía esta orden? Frutos no fo dice y yo no he podido averiguado, pero la orden existió sin duda alguna. Y obedecía- -no se ohnde- -a un plan general ¿Vino la orden del jefe de la división, o del de la VI Brigada, o de- algún responsable político o consejero exterior, como aventura el señor Lamas? ¿O de más arriba? Todo pudiera ser; pero de alguna parte vino y, en definitiva, estuvo a punto de cumplirse. Fuese corno fuese, Frutos la hizo suya: Nuestro plan -dice. Segundo. El testimonio de! nacionalista vasco Sancho de Beurko Gudaris pági- haber otro Guerniea na 90) testimonió más que claro: El señor Leizaoía- -cuenta Beurko- -habla decidido salvar BHbao. Trabajó incesantemente: descubrió eí complot para destruir la ciudad. -Aquf- yei. no se habla de barrios, s mo de te ciudad ¿Exageración? Es posible, mas no se olvide que cualquier exageración se apoya en una verdad. En todo caso un complot así tío p u d o fraguarse contándose solamente con algunos técnicos o consejeros extranjeros; tenían que estar, a fortiori dentro de él, unidades militares; y, naturalmente, con contingentes crecidos. Tercero. Las órdenes recibidas del Gobierno Central (ministro de Defensa, Indalecio Prteto; de ía Gobernación, Julián dé Zugazagoitia) ño fueron ciaras, ni 4 as destrucciones concretadas únicamente a las instalaciones militares; ai menos en un principio. He aquí lo que dice, a tal efecto, el pi trista Zugazagoiíia en su libro Guerra y vicisitudes de ios españoles tomo II, pág. 12) El Gobierno Vasco discute con Prieto- -reputando su orden equivocada e inhumana- -la destrucción del pantano de Ordunte, que abastece de agua a Bilbao. La destrucción fío se nace. Pero bien pudo hacerse, pues orden se había dado para ello. Ahora bien, ¿es una instaJación militar y obra de verdadera utilidad bélica un embalse destinado a satisfacer las necesidades ordinarias de una ciudad? Cuarto. Los antecedentes. ¿Hubiese sido un hecho insólito el incendio de Bilbao? He aquí lo que cuenta Manuel de Irujo en su manuscrito La guerra civil en Euskadi antes del Estatuto (manuscrito depositado en el Instituto Hoover, de la Stanford tiniversity) en relación con ei abandono de San Sebastián, en septiembre de 1936 (folios 74 y 75) Aleccionados por lo sucedido en A B C es independiente en su línea de pensamiento y no acepto necesariamente como suyas las ideas vertidas en los artículos firmados. Irún, donde hablan ardi do varías manzanas de casas, se pensó en Impedir que pudieran intentar es decir, repetir en San Sebastián! to hecho por parte de los incontrolables. Naturalmente no ardieron sólo en Irún varías manzanas de casas, sino, en la práctica, tedas, y tales incontrolables no eran otros sino los milicianos que se retiraban. Es más, A. de Lizarra ¿seudónimo de M a n u e l de Irujo? en ei libro Los vascos y la República española (págs. 93 y 94) recoge, aceptándolo como propio, el testimonio del periodista Femando Ortiz Ecttagüe, que en La Nación de Buenos Aires (4- X 1- 36) decía: Si Donostia no ha corrido la suerte de Irún se debe solamente a la firme intervención de Jos nacionalistas vascos. Ya se había intentado a l g ú n incendio en el barrio de Gros. No es fácil que quede constancia de órdenes relacionadas con este tema, pero flamón Salas ha encontrado en ei Archivo de Servicios Documentales de Salamanca- -en donde yo no he investigado- -el parte dado por í nacionalista Francisco Gorrioho, jefe de la IV Brigada, al coronel Vidal, jefe de ia H División, de que e ¡batallón Rosa Ltixemburgo había píendido fuego al pueblo de Amorebieta Historia dé! Ejército Popular de la República tomo I! págs. 1.385 y 1.435, nota 39) De estas referencias, a las que podrían añadirse otras relativas a las luchas finales- -incluso con tiros sueltos- -en torno a la? posibles destrucciones de las instalaciones industriales vizcaínas, se deduce claramente ia oposición radical entre Jos nacionalistas y ios revolucionarios, de cuyo brazo fueron a la guerra. Ei abismo entre unos y otros no se manifestó brutalmente mientras hubo paz relativa en los frentes; si, en cambio, en los momentos difíciles últimos. Eran dos corrientes poderosas en pugna, lo que demostraba que él control político y militar en Vizcaya se escapó a ¡os mandos respectivos. Naturalmente, ni ei generai! Gámir- -que mandaba el Cuerpo Vasco- ni el comandante Lamas Arroyo- -su jefe de Estado Mayortenían culpa de esta situación, que les desbordaba, ni yo se ia echo en cara; pero! a situación existió, fue real y no inventada. Sí; pudo destruirse, al menos, parte de Bilbao y no por obra de algunos etementos aislados. Que era, en definitiva, o que me interesaba demostrar. J o s é Manuel MARTÍNEZ BANDE

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