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ABC MADRID 18-12-1977 página 13
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ABC MADRID 18-12-1977 página 13

  • EdiciónABC, MADRID
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II LA PLATERÍA DE MARTÍNEZ M UY cercanas al Prado hubo, en el primitivo Madrid, buen número de huertas p r o p i e d a d de 4 marqués de Castañeda. En estas tierras se daban muy bien las berenjenas, hasta el punto de que por las callejas y callejuelas de la incipiente vHIa, que aún no era corte, gritaban ios vendedores ambulantes: ¡Berenjenas de las huertas del marqués! Este marqués de Castañeda era gentilhombre del Rey Enrique IV. Hasta nuestros días ha llegado una calle que se dedicó no al marqués, sino a ias berenjenas. ¡Sea usted gentilhombre y marqués y acabar hablando de él, al cabo de los siglos, -inmortalizado por ¡las berenjenas! ¡Para que luego digan de la gloria! Nos queda también una calle de las Huertas, que va de la plaza de Ángel a la antigua de la Platería de Martínez. ¡Qué plaza tan bonita era ésta! Me acuerdo de ella con lacrimosa nostalgia. Me acuerdo de ella como de una novia que se me hubiera muerto en plena juventud, pimpante y joyante de belleza. Conservo, sobre todo, el recuerdo de la h e r m o s a columnata que constituía su faenada. Este cabal y primoroso ornamento sobrevivió cierto tiempo al derribo de lo que. fue famosa platería, de Martínez. ¡Qué lástima no haber poseído diez mil pesetas! Por este dinero se vendió la espléndida columnata- Años y años estuvo en venta y no picó nadie. No tiene nada de extraño. ¿Qué hace un particular con una columnata? Entonces existían señores particulares que se nacían una casa sin pedir dinero a los Bancos. Un señor de esos pudo haberla adquirido para prestigiar su nueva propiedad, pero al fin alguna disculpa tiene el no haberío hecho. El Ayuntamiento de Madrid no puede alegar ninguna. Aunque no de muchas más, en aquella época podía disponer de los dos mil. duros y de abundantes sitios para colocar tan magnífico adorno. ¡Y qué digo la columnata! ¿Por qué no la platería de Martínez entera, con sus dependencias y la gran nave capaz de contener doscientos obreros que fueron los que trabajaban en el acreditadísimo t a l l e r de donde salieron soberbias obras del arte de la orfebrería? Comprar el edificio de la platería de Martínez hubiera sido un rotundo acierto municipal. Pero, ¿quién es el ingenuo que te pide aciertos a un Ayuntamiento? Desapareció, no sólo tan espléndido edificio, sino la traza entera de tan acabado y dichoso rincón madrileño. Existe de él una admirable fotografía literaria de Pedro de Replete. Se la voy a trasladar a ustedes. En una plaza breve y apacible que tiene cierta disposición escenográfica con su antigua y baja casa en el fondo, entre las calles de tas Huertas y de Moratín, antigua de San Juan, y a un lado la huerta del noviciado de las Hermanas de la Caridad, resto de 1 a que perteneció a 1o s Trinitarios descalzos. La decoración era armónica y perfecta cuando existía el famoso taller que ha dado nombre a la ¡plaza y en cuyo lugar se alza actualmente un elegante hotel de viajeros conforme al estilo universal de esta clase de construcciones. De este soberbio retrato sólo resta S que o sobraba en ella, la moderna construcción que ha pasado a ser lo mejorcito de Ja desdichada p l a z a actual, de donde está ausente toda gracia y toda armonía. ¡Pues sí que 1 progreso se para ante lo armónico y lo gracioso! A él lo único que le gusta es tirarlo todo patas arriba para encaramarse él. Los antiguos diosecillos paganos necesitaban sacrificios de animales y hasta humanos para ponerse contentos y conceder favores. 1 progreso es un diosecil lo de nuestros días, que exige cascotes para otorgar beneficios que dicen que son copiosos. Tanto no digo yo, pero hay que convenir en que algunos d e j a n bastante que desear... ¿Era absolutamente necesario para- el progreso 1 a destrucción de la muy bella plaza de la Platería de Martínez, que no sé metía con nadie allí, frente al paseo del Prado, frente al Museo, frente al Jardín Botánico, tan contenta? Las cosas también se mueren. A mí se me murió una salvadera por la que todavía estoy de luto. Era una salvadera de la vieja platería de Martínez, una maravilla, una verdadera preciosidad, une joya... ¿Una salvadera? ¿Y con qué se come eso? -interrumpió a don Gregorio uno de sus oyentes con su poquito de chunga. -Cómo se conoce que eres un ignorante escamón ai que se te figura que todo el mundo pretende dársela con queso. Una salvadera es un recipiente para contener la arenilla que servía para secar lo escrito y que se empleaba antes de la invención del papel secante. La salvadera estaba encima de la mesa de mi despacho y un día desapareció de allí misteriosamente, que es la forma de morirse que tienen las cosas. Ya digo que aftn la estoy llorando, porque la tenía cariño, porque era una obra maestra, porque todos los días se me ponía antelos o j o s como recuerdo de la deliciosa plaza de la Platería de Martínez. Antonio DIAZ- CAÑABATE 13

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