ABC MADRID 27-11-1977 página 128

El estudiante podría formular preguntas y plantear cuestiones y problemas que la máquina instructora sería capaz de resolver. LA EDUCACIÓN EN EL SIGLO XXI S UPONGAMOS que nuestra civilización se prolongue hasta el siglo XXI y que la tecnología continúe progresando; supongamos asimismo que los satélites de comunicación se multipliquen en número y que sean capaces de una variedad harto mayor de funciones y más complicados que en la actualidad; y supongamos que en lugar de los limitados transmisores de señales de radio se utilicen, para transmitir mensajes de la Tierra a los satélites y recibirlos de éstos, los increíblemente capaces rayos láser de luz visible, ¿qué ocurriría bajo tales circunstancias? Entonces podrían existir muchos millones de canales para voz e imágenes, y es fácil imaginarse que cada ser humano tendría asignada en la Tierra una longitud de onda particular, como hoy puede asignársele un número de teléfono. Podemos imaginar asimismo que cada niño dispondría su propio tomacorrientes, al cual enchufar, a determinadas horas, su máquina instructora, una máquina de enseñar mucho más interesante y competente que cualquiera que pueda existir actualmente en el mercado, puesto que la tecnología computadora habría progresado Vuelve la firma de Isaac Asimov a las páginas de nuestro dominical. En esta ocasión, el tema tratado por el gran escritor norteamericano es el de la aplicación de los ordenadores al ámbito de la educación y la influencia de este hecho en nuestra vida cotidiana. Una vez más, Asimov nos abre las puertas de un futuro no lejano en el cual el continuo avance de la técnica incidirá- o, al menos, así debiera ser- en una extraordinaria mejora de las condiciones de la vida del hombre sobre el Planeta. también durante el período transcurrido. Una máquina tal sería flexible, multifacética y capaz de modificar su propio programa (su plan de instrucción) con arreglo a las exigencias del estudiante. En otras palabras, el estudiante podría formular preguntas que la máquina sería capaz de contestar, y plantear cuestiones y resolver problemas que la máquina estaría en capacidad de evaluar. La máquina podría ajustar el ritmo e intensidad de su curso de instrucción según la aplicación y diligencia del estudiante, y cambiar de rumbo con arreglo a los intereses de éste. Es de suponer que la máquina tendría a su disposición cualquier libro, periódico o documento de la vasta y central biblioteca planetaria, organizada totalmente en clave. Y el material de consulta o referencia así obtenido de la máquina instructora por el estudiante podría entonces proyectarse sobre una pantalla o reproducirse en papel para un estudio más detenido. POR UNA EDUCACIÓN CONTINUADA Otra importante revolución que puede experimentar la educación en el siglo XXI, además de la relativa a la enseñanza por medio de máquinas, es el hecho de que no se oriente ya al niño. Parece natural quesea sólo a los niños a los que se debe educar. Nacen con apenas un puñado de instintos biológicos y deben aprender todo lo que los haga cultural y socialmente humanos. Una vez que han aprendido un determinado mínimo de lo que necesitan para hablar, para leer, para ganarse la vida, su educación se considera completa. Como resultado, consideramos a la educación como algo que se cierra y termina. Uno tiene una educación; se ha educado; ha terminado su preparación y hace su entrada en el mundo real Este punto de vista perjudica tanto a los jóvenes como a los viejos. Los niños no tardan en darse cuenta de que los mayores de edad no tienen que ir a la escuela. Si asistirá clase resulta engorroso para el niño, éste acaba por relacionar la escuela con el delito de ser menor de edad. Entonces, la circunstancia de la mayoría de edad se transforma en una gratificación para ese niño, lo que conduce a la liberación de la prisión de la escuela. Su objetivo se convierte, igualmente, no en educarse, sino en salir de esa prisión. Por el mismo temor, los adultos asociarán educación con niñez, algo de lo cual, afortunadamente, se han librado después de haberlo 16