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ABC MADRID 06-11-1977 página 3
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ABC MADRID 06-11-1977 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA, SOCIEDAD ANÓNIMA MA RID FUNDADO EN 1806 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA ABC astillero gaditano. Ya tenía éste planos, quilla, casco. Lo único que no tenía era clientes. Estábamos un poco en la situación de aquel zapatero que instaló una zapatería en África, en Uganda, sin tener en cuenta que en Uganda casi todos andan descalzos, como ya conté. No faltaba algún optimista que pensaba que todo podía resolverse con sólo traspasar el proyecto de los petroleros a un programa de cañoneros y acorazados: de buques de guerra. Creían algunos que los políticos y empresarios los tenían en el bolsillo... Pero todo se tambaleó y vino al suelo cuando hasta el optimista dejó caer su pfoyecto de escuadras y barcos de querrá... Se dio cuenta de que precisaba una justificación y que no podía inventarse una escuadra de buques de guerra si no se empezaba por inventar una guerra. Ya dije que vi bastantes veces a Miguel en los días en que se tramitaba su ingreso en la Academia. Algunas veces lo encontraba melancólico que era el modo personal que él tenía de sonreír. No le gustaba hablar de la muerte. Decía con gesto evasivo de niño malo: -Porque a lo mejor se entera... Quién? -La muerte... Luego simplificaba su concepto: -Cualquier día me agarra por la cintura mi primer apellido: Mihura. Entonces se refugiaría en su nombre de pila: bajo la espada del Arcángel, toda de fuego y oro. El Arcángel necesitaría su espada para consumar los lujosos volapiés que destinaba para ministros y diputados... Eran los últimos chistes de Miguel... Pero prometí escribir hoy en serio. Perdón... José María PEMAN De la Real Academia Española REDA CC I 0 N ADMINISTRACIÓN Y T A L LE R E S SERRANO, 61- MADRID MIHURA Y EL ASTILLERO N O voy a revelar ningún resorte secreto de mi quehacer literario si adelanto la seguridad de que esto que me pongo a escribir hoy será un artículo serio. Y no por capricho, sino porque para revelar algo a mis lectores sería preciso que algo estuviera velado. No puedo reconstruir el poemita de Juan Ramón sobre la poesía que se va quitando velos hasta alcanzar su desnude? pura. No puedo hacer esa especie de strip- tease retórico. Como Venus o Afrodita no pueden desnudarse por la sencilla razón de que ya están desnudas. Sin embargo, por escrúpulo de exactitud, reitero mi advertencia de que esto será un artículo serio. Y empleo ese término como lo usaba Ortega, cuando definió la seriedad como un compromiso de poner las cosas en serie alterando, como en un tablero dé juego, los casilleros blancos y negros. A este artículo le ha tocado casillero negro. Tengo hoy deber de seriedad porque el tema mismo se ha adelantado a tenerlo. No se trata de un tema elegido al azar, de una sorpresa de ruletilla de barquillero. Bien mirado, la única unanimidad que yo recuerdo en España como brotada de una votación, fue la guerra civil nacida sobre la certeza hispánica de que el atolladero en que España se había metido había que resolverlo a tiros. La guerra ha sido el único episodio de estos últimos tiempos votado por sufragio universal. Parecía, por su rigor electoral, que se trataba de un recurso de ciencia o política- ficción La democracia española albergaba sorpresas. Había nacido una unanimidad, producto equívoco dentro de las entrañas de una suspense todavía en embrión. Algo así como un feto conceptual. Frente a esa operación electoral, la pantalla se obstinaba eñ reiterar ese artificio patológico rutinario. Un personaje se daba un golpe en su cabeza y brotaba instantáneamente en su cerebro un olvido dé todo, una amnesia absoluta, tan artificiosa para la ciencia como aprovechable para los guiones de cine. Ahora el tema de mi seriedad... Ha muerto Miguel Mihura. Miguel se consideraba gaditano, aunque estrictamente había nacido en Sanlúcar de Barrameda. Y a veces confesaba, como un pecado, que quizá hubiera, nacido en Madrid. Pero esto no significaba nada. Miguel afirmaba, misteriosamente, que casi todos los madrileños han nacido en Logroño. Una errata geográfica la tiene cualquiera. Que también podía ser un truco inventado por Samuel Broston o la Metro Goldwyn. Yo lo traté bastante en los días de la presentación de su candidatura para la Rea! Academia. El presidente Suárez quería iniciar un convenio político civilizado y pactado en el que toda la ley de procedimiento se supliera con una ley de sentido o mún: hablando se entiende la gente En realidad, la rutina procesal se iba acumulando en la entraña misma del proyecto gubernativo. Se trataba de dar vida sólida de vigueta de hierro a un nuevo más alimento que unos sopistrajos por el aquel de que no tiene dientes y el otro aquel de que si los tuviera no iba a encontrar en qué emplearlos, se va muriendo poco a poco, pero conservando hasta el fin ese calorc ¡llo, como rescoldo de brasero pobre, que le proporciona la nuera mal hablada, los nietos, que no pueden pasar por su lado sin darlé un pisotón, el hijo, que cuandp- trae mal vino lo trata al trancazo... Y efHan agradecido porque no lo han echado al asilo, porque le han evitado el frío atroz de la soledad. Otro cantar, por llamarlo de alguna manera, que no es desde luego la que mejor le cuadra, sucede entre las clases acomodadas. Cuando por defunción de uno de los cónyuges ancianos queda el sobrante a cargo de hijos y nueras se plantea el problema. Hechos los trámites de la testamentaría, repartidas las fincas, sorteados los lotes (generalmente germen de regañinas) aún queda por solventar el problema antedicho. ¿Quién carga con papá? (o mamá) Para empezar nadie tiene sitio en su casa. Mejor está contigo, que no tienes niños. Pero yo vivo lejos y estoy fatal de servicio. Lo natural es que se vaya con Fuensanta, que está soltera. Pero Fuensanta aduce que precisamente se ha quedado soltera para ser libre y para dar la vuelta al mundo cuando le apetezca. Durante unos meses se pelotean al anciano de hogar en hogar y el pobre viejo acaba no sabiendo en qué señas se ha dejado las zapatillas. Pero eso no es más que una solución transitoria, hasta que cuaja lá definitiva. -Lo mejor para papá es una residencia. -Cuesta un Congo. Cualquier precio es una pura ganga con tal de soltar al viejo o la vieja. -Va a estar mejor que quiere. La habitación tiene unas vistas preciosas. Y hay jardín. Y televisión en color. Y otros viejos como él con los que puede ¡ugar al tute. Y allá que lo llevan al pobre viejo rico, que no dice ni mu Porque si dijera mu de poco le iba a servir. Como la cosa cuesta un dineral, la conciencia (o sucedáneo de la misma) de los hijos se queda tranquila y pueden decir a sus amistades: Tenemos a papá en una residencia de tres estrellas. Está encantado. Nos cuesta un riñon; pero, ¿qué quieres? ¡Lo que no haga uno por un padre... Y allá, en la lujosa residencia, el pobre viejo rico sé reúne con otro viejo rico como él. -Yo no puedo quejarme. A mí mis hijos me adoran. Fui yo el que se empeñó en venir aquí. Y el otro miente también: -Como yo. Porque si por ellos fuera... ¡se me rifaban! Y con sus tristes mentiras, para dejar bien a los hijos, saborean el amargo caramelo de la soledad hasta que los llama Dios o, mejor dicho, hasta que Dios escucha las llamadas del pobre viejo, al que poco gozo le queda por sacar de su vivir de sobra y que, puestas las cosas asi, se le hace largo el camino de lá tumba, que tampoco es mala residencia. Mercedes BALLESTEROS ¡Cueste lo qué cueste! LOS POBRES VIEJOS RICOS C UANDO aprieta la indigencia en las familias humildes mandan a los abuelos al asilo. Pero este paso, al que consideran tan extremado, tan haber bajado el último escalón de la miseria, lo dilatan cuanto pueden. Y a poco que puedan dejan a los desvalidos viejos al cuidado de una vecina ¡Quite usted, que de que baje al puesto le doy una vuelta al señor Vicente! de un niño de cuatro años, del gato. Y el viejecillo, sin JOYERO Especialista del diamante blanco- azul. Goya, 27- Madrid

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