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ABC MADRID 31-01-1976 página 3
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ABC MADRID 31-01-1976 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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POR PRENSA ESPAÑOLA, EDITA SOCIEDAD M A D ANÓNIMA R I D FUNDADO EM 1905 POR DON TORCUATO LOCA DE TENA ABC han convertido en trescientas pesetas. La moneda ha cambiado mucho. Los espectadores, no; son los mismos. El derrumbamiento de barreras, legales o morales, nos está dando una sensación de libertad que es sensación ficticia. Toda barrera, toda maquinaria de contención, todo freno, todo límite, repugna a la Naturaleza, nuestra Madre venerable, nuestra Tía solterona, nuestra Usurera diplomada. La Naturaleza no conoce la Moral. La Moral es un invento de los hombres. Hay la Moral marxiste, la Moral capitalista, la Moral burguesa, la Moral empresarial, la Moral de Pérez y la Moral de Gómez, la Moral de los botocudos y la moral de los esquimales, formuladas en textos o sin otras manifestaciones que la norma consuetudinaria. Lo que sí hay en la Naturaleza son leyes, y sobre todo una ley suprema: el pez grande se come al chico, y si no se lo come es porque ha dotado al pez chico de agilidad o mecanismos de percepción o disimulo que le ponen a cubierto, según nos ha explicado mü veces el señor Rodríguez de la Fuente. Sobreviven los animales mejor dotados, y desaparecen las especies que no han podido adaptarse al cambio de climas o de otras condiciones. Yo siempre había entendido que la Moral era precisamente una feliz ocurrencia del Hombre, ocurrencia defensiva, convencionalismo que posibilitaba el nacimiento de la Sociedad primero y del Estado después. Sin barreras, sin límites, sin autodominio individual ni disciplina colectiva, todo proyecto de vida en común se disolvería en el vacío. Lo que en estos ¿momentos presenciamos es el desmoronamiento del convencionalismo que nos había servido para caminar juntos sin devorarnos. El terrorismo no es más que una REDACCIÓN ADMINISTRACIÓN, Y TALLERES SERRANO, 61- MADRID E S casi unánime la opinión de nuestros actores y actrices: el desnudo representa un avance considerable en el arte dramático nacional. Nos liberamos poco a poco de opresiones. El censo de reprimidos disminuye. El país avanza. Y los autores reciben facilidades muy notables: en vez de inventar diálogos y problemas, soluciones y efectos de acción teatral, cubren las cuartilla con acotaciones innumerables: Dorotea se libera del sujetador. Roberto arría los calzoncillos. La descripción prosigue a lo largo de diez, doce o dieciséis cuartillas, y cuando el hombre quiere recordar ha llegado al término de la comedia, lo que siempre constituye un alivio. Porque nada es más fatigoso que pensar un desarrollo orgánico literario, habiendo la posibilidad de pensar desarrollos orgánicos fisiológicos. Porque esa es la cuestión, la célebre cuestión. Nadie podrá citar una obra donde el desnudo sobrevenga a causa de que el personaje esté necesitado de unas fricciones para curar un catarro. Ni por tazones estrictamente plásticas, tales como las que inspiran a escultores y pintores. En el teatro, cuando dos personajes se desvisten es para acoplarse sobre el lecho o el entarimado. La armonía del cuerpo es algo muy diferente de la ope- 1 ración fisiológica, ciertamente ridículif que las mentes, más cerriles han descubierto como atractivos de taquilla. Allí, de armonía helénica, nada. Dejemos, pues, en paz a Práxiteles y la Sixtína y atengámonos a la evidencia. El desnudo, sin movimiento, carece de magnetismo suficiente. Nadie pagaría sesenta duros por ver a una señorita escultural en cueros vivos si esa señorita permaneciese en inmovilidad cadavérica. Bueno, sí: alguien los pagaría. Un pintor o un escultor los pagaría a una modelo de su predilección, siempre y cuando la modelo supiese posar, es decir, estarse quietecita y calladita, sin decir esas simplezas que dicen algunas de nuestras actrices, las cuales simplezas pondrían en fuga a las musas por muy obstinadas que (ístas fuesen- -y no lo son- -en su permanencia activa. Se trata, pues, para empezar a entendernos, de algo muy notable: que el espectador paga por ver algo que estaba prohibido, algo qoe antes no se podía ver, ni aquí ni en ninguna ciudad del mundo civilizado y en la sjera civffieada que denominamos teatro La vaca de dos cabezas en las barracas de las ferias pueblerinas también llamaban la atención de ias gentes sencillas. Los dos reales que costaba la entrada a dichas barracas se VIAJANDO HACIA ATRÁS La línea de pensamiento de A B C es independiente y no acepta necesariamente como suyas las ideas que nuestros colaboradores vierten en sus artículos, publicados en nuestras páginas literarias. consecuencia remota y no visible para todo el mundo de que- en el escenario se fornique a todo trapo. Pero los españoles, que llegamos tradicionalmente tarde a todas las citas, tanto a las privadas como a las de la Historia, que tardamos más que nadie en sufrir los efectos de las crisis mundiales, y que las remontamos cuando ya los otros están a salvo y felices, hemos entendido que la liberación de las opresiones ha de empezar por el ataque a la E. G. B. El lenguaje se deteriora. En ningún otro país el escritor se ha atrevido con tanto cinismo a sustituir las ideas y la imaginación creadora por una lexicografía que ni siquiera en los burdeles de más baja estofa llegó nunca a emplearse. Allí donde reinaba la sífilis y la patética animalidad de unas mujeres engordadas por el mercurio, se empleaba un lenguaje más pulido que el que ahora emplean algunos escritores en busca de popularidad (léase pesetas En el teatro, el fenómeno de la ruptura de barreras no tiene significación política alguna. Es sólo una demostración; de impotencia. El Teatro de motivaciones políticas profundas lo que realmente hace es sustituir un sistema de convencionalismos por otro sistema de convencionalismos. Y ello sucede porque cualquier revolución social, sea cual fuere su orientación ideológica, supone la existencia de una Etica, es decir, de una convención para hacer frente a la ley suprema y ciega de la madre Naturaleza. Liberarse, pues, de los calzoncillos o del sostén en el escenario dista mucho de constituir una conquista en el camino de las libertades, supuesto que los personajes se encuentran en orden a una acción inmediatamente posterior, cuya elementalidad es obvia. El paso siguiente en esa ruptura del convencionalismo no podía ser más que este: recurrir al desnudo para mostrarnos a un caballero haciendo sus necesidades naturales, las cuales tienen el mismo derecho y categoría que la fornicación, y pueden salir al escenario con idénticas justificaciones. Y no estoy hablando de algo que puede ocurrir algún día sino de algo que ya ha ocurrido. Desacreditado cualquier convencionalismo, la sinceridad y la naturalidad nos llevan directamente a través de la civilización, pero en sentido inverso: hacia la selva y las cavernas, ADí donde se eclipsa la potencia poética, surge inevitablemente una zoología. Pero este es oteo tema. Adolfo PREGO 3

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