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ABC MADRID 07-01-1976 página 15
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ABC MADRID 07-01-1976 página 15

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC. MIÉRCOLES 7 DE ENERO DE 1976. PAG. 3. ABC DIRECTOR: José Luis CEBRIAN BONE 1 EN TORNO AL AUMENTO DE SUELDOS Y SALARIOS Por Julio ALCAIDE INCHAUSTI La opinión pública está desorientada. Ante! a recomendación del ministro de Hacienda, señor Villar Mir, de atemperar el crecimiento de los sueldos y salarios al del coste de la vida surgen opiniones contrarias que hablan de que la clase trabajadora, con dicha actitud, tendrá que seguir apretándose el cinluron. Y se afirma que viene haciéndolo sin solución de continuidad desde hace años. En realidad, al haber disminuido el producto interno por persona en 1975, todos los españoles tendrían que apretárselo. Cualquier economista que de forma imparcia! y objetiva quiera analizar este problema se encontrará con los siguientes hechos: En el último quinquenio la renta nacional aumento en términos monetarios el 122,3 por 100 y los salarios el 155,5 por 100. Como la población española creció en dicho quinquenio el 5,4 por 100 y el número de asalariados el 11,8 por 100, los respectivos aumentos por persona y por trabajador fueron del 110,8 y 128,4 por 100, respectivameirta. Al deflaciar dichos datos con el crecimiento de precios del sistema económico español (71,5 por 100 en cinco años) el incremento real de la renta per cápiia se limita al 22,9 por 100, equivalente al 4,2 por 100 anual acumulativo y los ingresos por trabajador asalariado el 33,2 por 100, equivalente a una tasa del 5,9 por 100 anual. Es decir, cuantitativamente los sueldos y salarios por persona han orecido más que la renta per cápiia. Naturalmente se trata del conjunto nacional, lo que no quiere decir que no haya sectores o categorías profesionales afectados de manera desigual. Ya se sabe que el caballo de batalla de la discusión se centra en que el índice del coste de la vida se considera no representativo de los mayores precios pagados por los consumidores. Aunque éste es un punto de vista muy discutible, ya que ¡a fiabilidad técnica del índice de coste de la vida es altísima, a los efectos que se comenta no tiene incidencia, puesto que sí los precios hubieran crecido más, el deflactor utilizable, tanto para estimar la renta real como el salario real, hubiera sido más alto y paralelamente forzaría a reducir cíe manera simultánea el crecimiento de la renta per cápita y del salario real. Lo que de cualquier forma resulta claro, en base a los datos disponibles, es que el crecimiento de los salarios en los últimos años ha sido superior a! de la renta interna y que, por tanto, es incorrecto sostener un comportamiento desigual para los trabajadores. Otro problema que requeriría tratamiento distinto es el de la poco equitativa distribución personal de la renta española. El problema de distribución y de la equidad en España es prioritario, pero sería descabellado intentar resolverlo aumentando una inflación que a todos daña. -J. A. I. SUBDIRECTORES Miguel TORRES GIL ñel REAL Santiago ARBOS B A L L E S T E R E D A C C I Ó N ADMINISTRACIÓN Y TALLERES: SERRANO, 6 1 M A D R I D APARTADO 4 3 TELEFONOS. -Redacción y Talleres: 2 2 5 1 7 1 0 y 2759408. Administración: 2 2 5 5 0 2 0 Editor: PRENSA ESPAÑOLA, S. A. A LAS HUELGAS SALVAJES Las reivindicaciones de los trabajadores pueden ser, y de hecho son en muchas ocasiones, aprovechadas con finalidades extralaborales. No n e g a m o s de ninguna manera que el mundo del trabajo deba tener su específica proyección política. Pero consideramos, lo diremos con claridad de una vez por todas, absolutamente inadmisible que se utilice el paro laboral como consecuencia de una ideología y como arma de una política. Sobre todo si afecta a áreas de servicio público. El Gobierno tiene, en tales ocasiones, que intervenir porque es de su compe- tencia, por ser su obligación, garantizar a- todos los ciudadanos esos mismos servicios públicos que, so pretexto de reivindicaciones salariales, ven alterado su funcionamiento con grave repercusión en otras ramas de la producción, y con el claro propósito de incidir en el ritmo normal de la convivencia ciudadana. Hacer una afirmación cómo la anterior comporta, para dejar claramente perfilada nuestra postura, la condena, en iguales y tajantes términos, de posibles actitudes patronales, egoístas en perjuicio de las lícitas aspiraciones del trabajador. Sería intolerable, por ejemplo, que una empresa privada de servicios públicos, por conveniencia de su accionariado, tratara de reducir el nivel salarial de los trabajadores mediante el despido masivo con cierre temporal de sus factorías. El Gobierno no lo toleraría y haría muy bien. Del mismo modo, la concertación de los intereses justos de los trabajadores extrabasa del campo de su actuación cualquier intento coactivo en el ámbito laboral, si está motivado por pretensiones de carácter político ilegal. El reconocimiento de derecho de huelga a los trabajadores implica la inevitable sanción de la huelga cuando ésta es política e ilegal. Si queremos que la economía española prospere, si queremos que el desarrollo español no se estanque, si queremos que, también y antes que nadie, vea el mundo del trabajo mejoradas sus condiciones económicas, lo primero será discernir con absoluta claridad lo que es huelga laboral y lo que es huelga política. Para, admitiendo aquélla por los cauces legales y siempre en busca de una solución justa, no permitir n u n c a la huelga política ilegal. Una de las sangrías más importantes que padecen ciertos países occidentales- -véanse los casos de Italia e Inglaterranace de las huelgas salvajes España, hasta ahora, rio ha sufrido, en medida importante, los efectos de tales acciones. No va a ser ahora, cuando todo parece indicar que estamos en vías de una mejor y más democrático comportamiento de todos, el momento más indicado para entronizar en nuestros hábitos actitudes como la comentada. Desde. un punto de vista económico, los primeros perjudicados serán los propios productores. Desde un punto de vista político, los únicos beneficiarios del planteamiento de estos conflictos son los extremismos. Antes de llegar a este tipo de huelgas, bueno sería que sus aparentes protagonistas se preguntaran a quién van a beneficiar con su actuación. Porque con juicio sereno, verán que nunca será a la masa trabajadora a quien reportarán beneficio. Sí, en cambio, a los interesados en dificultar nuestro progreso democrático en lo político y verdaderamente social en lo económico. No, pues, a la huelga política. No, pues, a las huelgas salvajes TELEVISIÓN Y PULSO POLÍTICO Que la televisión es, por sus condiciones de inmediatez, una gran plataforma pública, no cabe dudarlo. Que por ello mismo resulta un elemento insustituible para la aceleración del proceso de normalización política, a que aludía el presidente Arias en sus declaraciones a Newsweek tampoco presenta motivos serios para la duda. Sin embargo, en contadas ocasiones Ita. sido empleada la televisión- -en este caso Televisión Española- -para llevar al país la imagen de su pulso político. Algunos mensajes del Jefe del Estado, del presidente del Gobierno, y muy poco más. Televisión Española ha sido políticamente blanca cuando no- -que fue casi siempre- -torpemente oficialista, anclada en un período histórico con resonancias monolíticas. El telespectador ha venido s i e n d o considerado, tradicionalmente, como menor de edad. En especial en lo que a política y desarrollo político se refería. Con insistencia reclamamos, a lo largo del pasado año, de sus primeros nueve meses, la presencia de las recién nacidas Asociaciones: en la p a n t a 11 a nacional. Hoy, mientras nuestro proceso de ñor malización se clarifica, camino de los dos años establecidos como plazo por el presidente Arias, la petición que formulamos, como importante añadido, es la de la participación. A través de las correspondientes exposiciones, a las que deben concurrir estamentos representativos de los sectores de opinión de te viák nacional, la telévisión. -nuestra televisión- -puede y de- PAGAMOS por su TV viejo, hasia 10.000 pías, su lavadora, hasia 6.000 pías, su frigorífico, hasia 4.009 pías. 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