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ABC MADRID 12-09-1975 página 77
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ABC MADRID 12-09-1975 página 77

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC. VIERNES, 12 OE SEPTIEMBRE DE 1975. PAG. 61. ELLER J Publicamos a continuación un Zfl- i último pasaje de la vida de Uri Geller, entresacado- -como en días anteriores- -de las páginas de w autobiografía, Mi fantástica vida publicada por Ediciones Grijalbo. GELLER DOBLO MI ANILLO Mi primera visita a Norteamérica fue breve. Me presentaron al capitán Edgar Mitchell, iin ho mbre robusto, bien parecido y seguro de sí. Me encantó. También conocí al profesor Gerald Feinberg, del Departamento de Física de la Universidad de Columbia, y al doctor Wilbur Franklin de la Universidad Estatal de Kent. Efectué para ellos varias Druebas oficiosas: adelanté un reloj, quebranté un anillo y me concentré en una aguja de coser, de acero, que sé. partió con sonoro chasquido. Ambos coincidieron en afirmar que debían llevarse a cabo serios estudios científicos sobre el caso. Posteriormente, el capitán Mitchell tuvo gran empeño en presentarme al doctor Wernher von Braun. el célebre científico y experto en cohetes. Se mostró muy cordial... y, naturalmente, muy escéptico. Nos conocimos en las oficinas de las Industrias Fairchild, donde ejerce el cargo de vicepresidente. Desde luego estaba predispuesto a dudar de la existencia de las fuerzas, pero en tono muy amistoso. Por mi parte, albergaba un especial deseo de hacerle una demostración de las mismas, precisamente porque es un hombre de inteligencia extraordinaria. Aparte de que no quería desilusionar al capitán Mitchell. Rogué al doctor Von Braun que se quitara su grueso anilla matrimonial de oro y lo sostuviese en la palma de la mano. Empecé a concentrarme en el anillo. Acerqué mi mano a la del doctor Von Braun, con cuidado para no tocársela y mucho menos rozar el anillo. De súbito la sortija adoptó una forma ovalada. El doctor Vori Braun confesó que se había mostrado escéptíco y que lo sucedido le dejó completamente atónito. No se le ocurría ninguna explicación. Después dijo a un periodista: Geller dobló mi anillo de oro, sin tocarlo, mientras lo tenía en la palma de mi propia mano. Se me escapa por completo cómo pudo hacerlo. No me es posible presentar ninguna explicación científica. Lo único que sé es que el anillo era antes un círculo perfecto. Ahora es un óvalo. Lo que ocurrió a continuación todavía fue más interesante. El doctor Von Braun tenía una calculadora electrónica de bolsillo que no funcionaba. Pensaba que no habían recargado las pilas, pero su secretaria aseguró que sí las recargaron. El doctor Vori Braun accedió a dejarme intentar poner en marcha la calculadora. Sostuve el instrumento entre mis manos y me concentré en él. Antes de un minuto el cuadro se había encendido... pero los números no señalaban las cantidades correctas. Volví a coger el aparato, lo retuve otra vez menos de un minuto y empezó a funcionar adecuadamente. El experimento para el doctor Von Braun fue un éxito. CENICEROS QUE SALTAN Y FLOREROS QUE DESAPARECEN Todas las demostraciones hechas en honor del doctor Feinberg, del doctor Von Braun y de muchos otros eran muy importantes en aquel momento, porque contribuirían a la gestión de convencer al Instituto de Investigación de Stanford de que merecía la pena desarrollar el programa de investigaciones proyectado para mí. Mientras tanto, contiI nuaban surgiendo en el utagnetófono los mis- EL ANILLO DE YON BRAUN Y LA PERPLEJIDAD DI LOS CIENTÍFICOS magnético lo bastante intenso como para que lo registrase el aparato. Empezaba ya a tener más confianza. Probaron un anillo metálico sumergido en agua, con un ingenio que empleaba una pantalla de televisión para verificar lo que ocurría. El aparato mostró que. el anillo se aplanaba y una deformación aparecía en la pantalla dé televisión cada vez que me concentraba. Durante este experimento fue cuando los ordenadores de un proyecto de las fuerzas aéreas, situados en la planta inferior, dejaron de funcionar adecuadamente, según se rumoreó. A medida que aumentaba el número de instrumentos indicadores de que las fuerzas energéticas estaban en acción, fui animándome progresivamente. Los poderes actuaban como un chiquillo con un montón de juguetes nuevos. Todo se iluminaba y me dije: Vaya, es posible que pueda trabajar en estas condiciones. Estaba tan contento por el hecho de que las cosas resultasen que me sentía igual que inmediatamente después de mi primer salto con paracaídas. Cuando los científicos contemplaban un aparató de medición o una aguja que se movía, vo reaccionaba y me decía: Eh, de veras está sucediendo algo aquí. Los técnicos desplazaban las palancas de mando, verificaban los gráficos, me revisaban y examinaban mis manos. Y yo inquiría: ¿De verdad consigo que el aparato se- altere? Bueno, él instrumento nunca se h. ibía comportado así me contestaban Y teriosos mensajes articulados con lenta pro- nuncíación. Sobresaltaba mucho ver al, botón de puesta en marcha hundirse súbitaTELEPATÍA EN UNA CÁMARA mente como si una mano invisible lo estuBLINDADA viera pulsando, Por si fuera poco, siempre ocurría antes alguna cosa disparatada que Pli ianto las cosas fueron desarrollándose parecía anunciar que el aparato- -con una como una seda, decidí continuar con las pruecinta en blanco dentro- -iba a ponerse en bas de laboratorio hasta que los poderes cemarcha. A veces, un cenicero saltaba de la saran. o se desvaneciesen. Andrija tenía que mesa al suelo. No se deslizaba: saltaba. regresar a Nueva York, pero yo me quedé allí O quizá un florero de la habitación contigua y seguí trabajando sin él. Tras una infinidad venía a posarse encima de la mesa ante nosde experimentos informales, convine en inotros. Estos objetos- descendían con suavitentar las pruebas telepáticas que habían dad. Para no romperse. Lo normal era que previsto para mí. Con vistas a la realización apareciesen a escasos centímetros de la mesa de una- de ellas, me alojaron dentro de una o el suelo, en el punto donde iban a posarse. estancia blindada que parecía una cámara Incluso er. superficies blandas, producían frigorífica. Las paredes eran de grueso y una especie de chasquido metálico, como macizo acero. Había dos enormes puertas me- si pretendieran llamar la atención sobre sí. tálicas y, cuando se cerraron, ¡bang! se oyó primero el pestillo de una y después el de No sé cómo pedir al lector que crea cosas la otra. Y entonces reinó allí un silencio de corno éstas Pero sucedieron, aún continúan muerte. sucediendo y se repiten una y otra vez. Es la mejor forma en que puedo expresarlo. De En el interior de aquelia cámara había otro modo, todos cuantos hemos visto ocuuna lámpara, claro, así como un cuaderno rrir estos lances no seríamos más que esy un lapicero. Mediante un tntercomunicatúpidos, lunáticos sin salvación. Y puesto dor, me darían instrucciones. Alguien esbo ¡lie entre los testigos presenciales figuran zaría un dibujo que, como es lógico, me senumerosos científicos respetados por todo el ría imposible ver. Me avisarían cuando el mundo, creo que la explicación es poco prodibujo estuviese preparado y entonves yo cebable. rraría los ojos, me concentraría sobre la pantalla de mi frente y captaría los trazos que EN EL INSTITUTO DE INVESTIGAme estaban enviando. CIÓN DE STANFORD Para otras pruebas telepáticas me colocaAl día siguiente visitamos los laboratoba en el interior de una jaula de Faraday rios del I. I. S- cuya atmósfera no se pareel recinto con doble mampara de cobre que cía en nada a, lo que venía temiendo. Nada impide el paso a las ondas de radio. Era una de mesas de operaciones ni de científicos cámara hermética. No existía la más remota con máscaras y bata blanca. Todo era muy posibilidad de que, en el transcurso de esas poco protocolario. pruebas, realizase ninguna clase de engaño, Cuando me pidieron que me concentrase si es aue hubiese deseado hacerlo. El fruto en un magnetómetro, aparato que señala la de aquellos experimentos superó, con creces intensidad de un campo magnético, me sorlas esperanzas de los científicos. prendí tanto corno el que más al ver que I- os resultados de algunas de estas pruebas la aguja se movía vivamente sin que yo tose reproducen en las ilustraciones de este licase el aparato siquiera. Aunque la verdad bro. Se alcanzaron frente. a lo que, según los es que me concentré a fondo para conseguircáícu íjs del I. I. S. era una probabilidad lo. Aseguraron que aquello; era científicamenentre, un millón. te imposible, pero lo repetí cuantas veces k) solicitaron. Dijeron que, al parecer, mi con (Dea libro de Uri Geller, Mi fantástica centración era capaz de producir un campo vida publicado por Ed. Grrjalbo.

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