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ABC MADRID 06-02-1975 página 41
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ABC MADRID 06-02-1975 página 41

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC. JUEVES 6 DE F E B R E R O DE 1975. EMCION DE LA MAÑANA. PAG. 41. zas Buenos fueron los tiempos aquellos en que Ja electricidad salía de su infancia y no se beneficiaba de ella más que e. i alumbrado. Las casas eran de cinco pisos. El que vivía en un quinto lo ocultaba como una deshonra. El que tenía ascensor lo proclamaba como un honor Ascensor de agua, por supuesto de lenta pero segura subida. Se vivía bien precisamente por esto, porque no se conocía la prisa que hoy acucia incluso a los más sedentarios y perezosos, junto a la prisa el afán v por lo nuevo, por la novedad. A los que nos gusta lo viejo, lo ya conocido y apetecemos la calma, el sosiego, todas estas garambainas modernas, con ¡as que ahora pretenden llenarnos la cabeza reputándolas como maravillosas, nos dejan fríos. El otro día en una tienda de antigüedades vimos una tinaja. En efecto, la tinaja no ha nacido ayer; sin embargo, todavía alentamos bastantes que la conocimos vivita, prestando sus servicios en los hogares madrileños como si fuera una sirviente bajita, regordeta y patizamba. Me acuerdo muy bien de las tinajas; en cambio, de los aguadores no guardo memoria. Ya en los últimos tiempos tinajeros, los aguadores no subíai; agua a las casas. Las tinajas se conservaban para casos de emergencia. En una tertulia muy pintoresca que se reunía en la tasca del callejón de Preciados era punto fuerte un tipo de esos raros, que es de suponer también existan ahora y a los que se les conoce menos porque abundan más. Sus tarjetas de visita decían: Enrique Tinajas. Agüista y borrachuzo. Horas Jjara pasar el tiempo. De siete de la tarde a diez de la aoche en la taberna del callejón de Preciados. Es preciso aclarar que no se llamaba Tinajas de apellido Se trataba de un mote. Sus amigos y concurdáneos le llamaban el Tinajas Dorque siempre estaba hablando de ellas. Sostenía que el agua serenada en una tinaja adquiría calidades de finura y frescura muy anreciables. debidas quizá al barro trabajado en Colmenar de Oreja. Pontificaba en su rincón de la tasca. Bebía a sorbos lentos el vinillo granate de los campos manchegos y, entre sorbo v sorbo, encendía el elogio de! agua. -No tenéis idea de cómo es mi tinaja, una tinajilla vulgaris de Colmena: de Oreja. Transforma el agua del Lozoya. ¡El agua de Lozoya! Anda y que no ha tenida suerte ni nada la dichosa agTia. No la quito su mérito, pero vamos a no exagerar, caballeros. Están muy equivocados los que creen que con aplicar el morro a la fuente, o los labios al manantial el agua entra y sabe a gloria. No, señor, el agua, como el vino, necesita una preparación o si queréis una educación. Hay que llevarla interna al colegio, esto es, a la cuba, a la tinaja y dejarla allí más o menos tiempo para calmar sus ímpetus... Me diréis que cuáles son los ímpetus del agua. Dios nos libre de una borrachera acuática, es decir, de una verdadera merluza. Son peores que las del ajenjo o aguardiente seco. Yo me enganché una en Lozoyuela que de poco no lo cuento. Fue por agosto. Caluroso andaba el día, pero allí, en aquellas latitudes el bochorno apenas enfadaba. Comimos al aire libre una suculenta paella. Bebimos a placer de la más pura linfa del Lozoya. Me tumbé a la sombra de un frondoso pino y al poco rato me di cuenta de que la cabeza sa me iba. Pero, ¿qué es esto si no he probado el vino? Pues nada aue la cabeza se me fue a una rama del pino y allí empezó a balancearse como una cacatáa, y luego sentí que la cacatúa se había caído en mi e tóma? o, en donde se puso a patear como ÍIQUE EL st quisiera salirse y no pudiera y las pateaduras me hacían un daño horroroso... Pensé me habría hecho daño la paella. No sé. El caso es que continuaba terriblemente mareado. Veía visiones. Sentía que la tinaja me agarraba de un brazo y me increpaba. ¿Por qué no te casaste conmigo? -Porque no me guntan las mujeres rechonchas, porque todo el mundo me diría. ¿Dónde vas con esa tinaja? porque por fuera no valía un pitoche. Por dentro sí, por dentro era un tesoro, el tesoro del agua fina y fresca, del agua que no es insípida, que tiene un sabor especial, un ligero sabor a barro que le comunica una gracia notable, como el encanto de las palabras de una gaditana... Á mí me llaman El Tinajas, y a mucha honra. Tendré toda mi vida tinaja en casa presidiendo la cocina. Y en la tinaja he colocado una espita y a través de ella me sirvo el agua que bebo y con la que me lavo. ¿Qué os figuráis, que la carne no se da cuenta de la clase de agua con que nos fregoteamos el cuerpo? Ya lo creo que se entera. Y el jabón también. Diferencia ya de la espuma que produce un jabón, aunque sea ordinario, al contacto con un agua fina, una espuma suave y cariñosa sin la menor aspereza. El agua en la tinaja conserva toda su pureza, porque la tinaja es como un remanso de un río serrano en los comienzos de su curso. A mí me reprochan los ignorantes que me guste tanto el agua como el vino. Naturalmente que sí. Cada líquido en su momento es insustituible. El que beba vino cuando tenga que beber agua está perdido. Señal de que como bebedor es una birria. Qué majadería jactarse. Yo no he probado el agua en mi vida. Pues no sabe el muy primo lo que se ha perdido Por ejemplo, un vaso de agua detrás de un chocolate espeso empapado en picatostes es algo de un deleite sin igual. Lo que no S 3 puede es mezclar el agua con el vino, que no han nacido para estar juntos, ttero alternarlos cuando le venga bien al paladar es no sólo conveniente, sino agradable. -Antonio DÍAZ- CAÑÁBATE MENTIDERO DE LÑ UILLÑ El a m i g o Rodríguez, burócrata desde aquellos tiempos del cuplé ahora jefe de Administración, que hasta hace pceos años llevó su cuello duro, para dar gusto a su esposa, madura como él, ha comprado un mínicochecito, de color gris. Ella, entrada en años y en grasas, tuvo una gran alegría. Sus ahorros le costó. Pero cerno no tienen hijos, kan decidido motorizarse Tras bastantes lecciones y no pocas pesetas, el señor Rodríguez obtuvo su permiso de conducir y empezó a llevar su minicoche hacia la Ciudad Universitaria, para probar sus habilidades y reflejos. Poco a poco se decidió a realizar viajes más largos hacia la Casa de Campo y la Dehesa de la Villa. Su mujei volvía muy contenta. Comentaba con la portera: A nosotros es que nos gusta el campo. Durante la semana el cochecito no se movía de la calzada frente aZ domicilio de los Rodríguez, ya que a la oficina se iba como siempre, en autobús. Cada domingo los esposos bajaban muy decididos hasta el cochecito. Llevaban una bolsa de esas que son neveras portátiles con la merienda; otra con la labor de ganchillo, de la que im se separaba doña Antonia; varios periódicos y el transistor. Después de unas recomendaciones a la portera el minicoche inifiaba la marcha a muy moderada velocidad. Ya fuera del casco urbano el señor Rodríguez pisaba un poco más el acelerador. Cuando pasaba de cincuenta ya empezaban las protestas de doña Antonia. Si alguien siguiese la pista del cochecito gris comprobaría que el matrimonio Rodríguez, por no quemar gasolina, que está muy cara! y por haber comprobado que el canino es todo muy parecido, al lleear a los primeros pinos de la Dehesa de la Villa se detenían, aparcaban. Para aué ir más lejos Ella a su ganchillo, él leía los periódicos (eso de las asociaciones políticas lo preocupaba) y a esperar la ensalada y las chuletas rebozadas. Después se tumbaba a oír el transistor hasta quedarse dormido. También doña Antonia daba una cabezadita en el asiento trasero. Liquidamos toda la moda internacional de nuestra actual colección. Descuentos de! 40 y 50 ¡Venga a comprobarlo! Alta Bouíique de Señora y Caballero. General Moscardó, 15. Tel. 254 37 75 Madrid Una vecina de la calle Tembleque, doña Concepción Gabaldón, se Queja de eme hace unos tres años que le instalaron un teléfono con extensión, es decir, que para llamar ha de ser por medio de la centralita de Campamento. Molesto resulta ei sistema, pero los veninos que no tienen otro remedio por ahora se conforman. Lo malo es que la citada centralita, por distracción de la empleada o por lo que sea. las llamadas siempre se confunden y a decir de la señora Gabaldón, resulta más fácil ir personalmente a dar el recado eme uti izar tan deficiente servicio. Ellos esperan el prometido teléfono directo Desde la calle General Mola me escribe don José Luis García Madrazo vara Quejarse de Jas deficiencias en la calefacción de un cine de la calle Francisco Silv a, ya que al acudir a una sesión infantil, y después de pagar cien pesetas por ca- Ja butaca, se encontró con que en el local no había ni la menor señal de calefacción. Y lo peor de todo que al dirigirse ai encargado éste le contestase con ma as formas que sin duda debía estar enfermo, porque la calefacción era correcta. Que al vez le convenía irse a la cama La v? r ad es que no se puede tener al frente de un espectáculo alguien con tan noca diplomadla. Qué tarde se recuerda doña María f ápez. Se queja ahora de que se haya ÍIBÍO salida al aparcamiento de la plaza Mn- nr por la muy estrecha calle de San Fe e Neri. Comprendo las molestias de los a í r eos y el exceso de humos venenosos ene despiden los coches en tan emro aái calida. Pero hace años que los hechos consumados se imponen. -CABEZAS.

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