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ABC MADRID 06-02-1975 página 10
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ABC MADRID 06-02-1975 página 10

  • EdiciónABC, MADRID
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UIZA el elemento que más haya contribuido, en estos últimos tiempos, a sembrar confusión y desconcierto haya sido la coincidencia, abrumadoramente mayoritaria, sobre la necesidad y urgencia de una apertura política, pero la discrepancia, también a b rumadora, en la efección de las vías que a esta apertura hayan de conducir. Más aún: las divergencias no han consistido solamente en la determinación de los modos para alcanzar la evolución, sino en la definición de la evolución misma, y de esta forma hemos vuelto a contemplar un panorama en que la concurrencia de criterios, e incluso el contraste ordenado de pareceres, han sido sustituidos por la confrontación frecuente de posiciones violentamente antagónicas. Realmente, después de la apertura política, anunciada por el presidente, han surgido otras más, con distintas interpretaciones del concepto, y acompañando a las diferentes tendencias, de tal forma que una clarificación y agrupación se hacía, sin duda, necesaria. Y, sin embargo, si a (a luz de esta objetividad y serenidad, que tantas veces hemos pedido, examinamos el fondo de la cuestión, no es improbable que lleguemos a comprobar cuánto hay de accesorio en las diferencias entre todos aquellos (y son, a nuestro juicio, la gran mayoría del país) que honestamente desean moverse dentro de la legalidad constitucional. En un artículo, publicado hace ya algunos meses, pedíamos un margen de confianza para el presidente Arias. Su programa político, enunciado en las tan señaladas ocasiones, incluía una serie de promesas y de plazos para su cumplimiento; los plazos se han ido cumpliendo inexorablemente, pero también inexorablemente Carlos Arias ha ido dando forma, una a una, a todas aquellas actuaciones específicas que anunció a los españoles. Su mensaje anunciando el Estatuto de Asociaciones Políticas ha sido, en efecto, un modelo de honestidad y buena voluntad, así como una clara expresión de su deseo de integración de todos en la tarea común en bien de la Patria. Existe, pues, un decidido propósito de apertura política, claramente expuesto por quien puede y debe hacerlo, y parecería razonable que, atemperando impaciencias y procurando identificar deseos y realidades, fuéramos todos capaces de esforzarnos leal y constructivamente en encontrar un lenguaje común en el que podamos expresarnos a lo largo de los trascendentales años que se avecinan. De una forma, en cierto modo sorprendente, la atención política del país se ha centrado, a lo largo del último año, en el tema de las asociaciones; cuestión ésta evidentemente importante de cara al futuro, pero cuya trascendencia podría perfectamente parangonarse con la de aquellas otras que, formando con las asociaciones un todo armónico (no se oivide este concepto) van a constituir el ordenamiento legal dentro del cual se va a perfeccionar el proceso de democratización de las instituciones españolas. La cuestión, sin embargo, es así y, ante la evidencia de los hechos, sólo cabe pedir. que este tema del asociaclonismo sea abordado con esperanza y con espíritu de constructiva colaboración, considerándolo cdrñsr lo que realmente es, es decir, como un paso hacia nuestra democracia, y sin pretender, Q con innecesarios apresuramientos, ir más allá de lo que el propio presidente anunció en su día. Es- evidente, a la luz de lo que antecede, que no puede, en justicia, hacerse al presidente el menor reproche en cuanto al cum- LA NUEVA MONARQUÍA LA POLÍTICA plimiento de lo por él anunciado, ni en lo referente a la continuidad a lo largo de una línea diáfana de pensamiento político. Volvemos a insistir en la aparente paradoja de que, de un programa de Gobierno repleto de contenido político, solamente el tema de (as asociaciones haya sido objeto de debate (eso sí, intenso y apasionado) a 4o largo de los últimos meses. Evidentemente, el significado del discurso de Carlos Arias el 12 de febrero fue esencialmente el de un programa de Gobierno, como correspondía al momento y a la circunstancia. Y, sin embargo, este programa de Gobierno no solamente llevaba implícitos importantes aspectos políticos, sino que, en más de un apartado, sentaba las bases de un auténtico programa político que quisiéramos ver elaborado con mayor precisión en un futuro próximo. Desde el tema del desarrollo político en si a tos más específicos referentes al orden público, a las relaciones exteriores, al desarrollo social, a la juventud, al desarrollo cultural, al regionalismo, a la economía, etcétera, se encuentra aquí la esencia de un apretado programa del que, a nuestro juicio, no nos hemos percatado suficientemente bien los españoles. Y es en la colaboración de este programa donde podría, de forma constructiva y patriótica, establecerse el contraste de pareceres y la tan deseada concurrencia de criterios entre aquellos que sinceramente desean trabajar por el progreso de la Patria. Los tiempos han cambiado mucho desde las tristes épocas de la lucha política de principios de siglo. La identidad de programas de una gran mayoría es, a todas luces, evidente y sólo cuestiones de matiz separan, en el fondo, lo que aparentemente se manifiesta como posiciones incompatibles. He aquí una gran, una apasionante tarea política: la identificación de todo lo mucho que nos une a la gran mayoría de Jos españoles. Y la clarificación de aquello que nos separa; pero referida esta clarificación a problemas concretos y específicos, en los que la decisión, después del debate, podría siempre ser adoptada con profundidad de análisis y elementos de juicios suficientes. Para cada casi nadie puede ser hoy, gracias a Dios, discutible el respeto a los derechos de la persona humana, la libertad dentro del orden y del respeto a ios demás, la justicia social en todas sus formas, e! derecho ai trabajo justamente remunerado, la igualdad de oportunidades en el piano profesional, social y cultural, y tantas cuestiones más, a nuestro entender de hoy, fundamentales, pero que eran todavía objeto de discusión no hace tantos años. No existe tampoco casi ningún programa político en el que no se contemple el desarrollo cultural, social y económico; la lucha contra la especulación y contra el fraude fiscal; 1 a disminución de las desigualdades sociales; 1 a paz interna y exterior, etc. como las metas y objetivos que sinceramente se pretende alcanzar. Quedan, evidentemente, muchas otras cuestiones en las que la coincidencia no es tan inmediata; las diferencias, sin embargo, no resistirían frecuentemente un debate objetivo, y es este debate, ante las distintas opciones que en ios programas políticos se presentan, el que quisiéramos ver analizado. Y llegamos aquí a un punto clave, a nuestro juicio, del desarrollo político y sobre el cual ya hemos expresado nuestra opinión en escritos anteriores. Se trata de la determinación de la Cámara, en la que, de acuerdo con lo establecido por la Constitución, deben tener higar en nuestro país los debates políticos. La localización exacta de lo que ha dado en llamarse terreno de juego permitiría clarificar muchas posturas, evitar equívocos, desmon- anunciando el estatuto de Asociaciones Políticas ha sido; en efecto, un- modelo de honestidad y buena voluntad... 9 El mensaje de Carlos Arlas

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