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ABC MADRID 24-07-1974 página 11
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ABC MADRID 24-07-1974 página 11

  • EdiciónABC, MADRID
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Hay una convergencia, una similitud; Giscard y Kennedy responden a un patrón muy aproximado de hombre público, si restamos lo que es meramente anécdota. Es el modo de hacer, el talante, el dinamismo que elimina lo convencional. E NTRE nosotros es un deporte dialéctico muy frecuente el de sacar punta a los acontecimientos fe países cercanos en la geografía o en ei sentimiento, para hacer paralelismo, disgresiones y montar teorías. Él caso portugués es un ejemplo todavía vivo de esto que digo. El caso francés, s tn embargo, ha sido mucho menos comentado. Pero sí lo suficiente como para que se haya glosado con justeza y iprontitu d. De ¡un lado, se tía escrito sobre la estrategia de las fuerzas políticas. De otro, sobre la personalidad de Giscard d Estaing como líder. A muchos, las elecciones francesas nos recordaron la victoria de John F. Kennedy sobre Richard Nixon en 1960. Probablemente la comparación se deba al escaso margen que, en uno y otro caso ha tenido el candidato ganador. Pero hay más. Hay algo más profundo que lleva a ia tentación de superponer las imágenes de los dos líderes. Hay na convergencia, una similitud. Giscard y Kennedy responden; a un patrón muy aproximado de hombre público, si restamos lo que es meramente anécdota. Es el modo de hacer, el talante, el dinamismo que elimina lo convencional... En suma, es la idea de lo verdaderamente moderno, de lo que es seguridad y confianza, fuerza vigorosa y joven, aires nuevos, política con duro y elástico músculo de técnica administrativa. Por eso Giscard y Kennedy, aun apretadamente, ganaron sus elecciones. Si hay españoles que, de cara al futuro, imaginan otro tipo de hombre público, hay también españoles que esperan políticos de la línea o el corte psíquico del americano asesinado o del francés triunfante. Creo que somos muchos los que pensamos que, en un futuro próximo, España podrá contar con hombres de esta talla y de esta idiosincrasia. Porque, personalmente, opino que España no está preparada para el socialismo. Para el socialismo, aclaro, en su significación auténtica. Hay entre nosotros un gran respeto- por la oropiedad privada, por ser pro- UN POLÍTICO PARA EL FUTURO pietarios, y una ladina y secular desconfianza en las distintas formas de intervención pública. ¡Por otra parte, el socialismo, en un país de cierto desarrollo, exige una burocracia muy perfeccionada, de la que carecemos. Y, de todos modos, parece intuirse una corriente muy ancha del país que va más hacia la evolución de nuestro capitalismo que hacia fórmulas más radicales. Y esto es lo que representan hombres como Giscard y Kennedy. Es el neocapitatismo, lo que se ha dado en llamar, aunque muchos tengan reticencias para a definición, el capitalismo de izquierdas Es desear un futuro en el que el capital privado deba existir y protagonizar una parte fundamental de) a vida económica, pero con los enormes correctivos que pueden materializarse en la reforma fiscal, el instituto Nacional de Industria, la legislación laboral, unos Sindicatos fuertes... ¿Cómo será él hombre, el ejecutivo que encame estos ideales de una futura sociedad española? Tendrá que tener una imagen joven, con Independencia de su edad. Ha de inspirar confianza, capacidad política y técnica. Habrá de realizar imaginativamente en la mente íte los españoles un mañana y un pasado mañana estable y sólido. Deberá estar abierto al mundo, a sus lenguas punteras, a su cultura, a su estrategia. Forzosamente, si se quiere, tendrá que dar bien en televisión meterse con soltura, con ingenio, con c i e r t o moderno carisma, en la casa de todos y cada uno de nosotros. Su familia será la familia conocida de todos, a la que veremos y nos referiremos a ella con familiaridad Tendrá que ser un hombre liberal, respetuoso con las opiniones de los demás, porque gobernará en un continuo contraste critico, con una mayoría de adhesiones quizá precaria, pero mayoría al fin y al cabo. Ten- drá que ser honesto, tanto de pensamiento como de actuación, la crítica sodial se habrá sensibilizado hasta extremos muy delicados. Tendrá que renunciar a muchas cosas, incluso a sus amigos. Tendrá que llevar, como un halo, la modernidad, ei- másallá- sin- traumas para producir el impacto de un nuevo estilo. Su proyección exterior, saber desenvolverse fuera del país y ser capaz de dialogar con los hombres que dirigen el mundo, será factor muy importante para asi contribuir a la imagen de una España y unos españoles nuevos. La posición y el prestigio de España ha de ser una obsesión para él. Y tendrá que ser un horríbre humanista, respetuoso y preocupado por el mundo intelectual. Con un sentido de lo que llamamos, anchamente, sentido de la deportividad. Deberá saber jugar en equipo, superando pasados clisés, ya históricos, de posturas centradas en el carisma o en la coyuntura. Su eje será el afán reformador. Y, en lo internacional, una mentalidad para superar fronteras sin dejar de respetar, rti un ápice, la idea nacional. Ese es el hombre del moderno mundo occidental. El hombre idealista y pragmático a un tiempo. El político y el tecnócrata en una conjunción o en una simbiosis equilibrada. Imagen y hechos. Hay ya, y habrá, algunos hombres como éste entre nosotros. Y tendremos que sncontrar a uno de ellos. José Mario ARMERO

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