ABC MADRID 16-03-1973 página 139

de Tirso de Molina en versión de Jaime Capmany. Este papel ya es distinto: Marta es una especie de Tartufo femenino, una mujer muy enredadora, graciosa, mojigata y joven. Estoy muy contenta con el papel, porque tengo que cantar cuatro o cinco veces y bailar en dos o tres ocasiones. Y todo esto a pesar de ella, a pesar de María Fernanda Conejos que de ninguna forma quería dedicarse al teatro. ¡Por favor! Ella habla cantado La bohéme y Las bodas de Fígaro e incluso hizo de segunda soprano en La sonámbula ¡Por favor! María Fernanda Conejos era una mocita valenciana de nacimiento que no quería cuentas con el teatro. Su acercamiento a él- -queda dicho- -fue debido a simple deseo de nacer mejor las cosas del cantar. -Jamás me habría dedicado al teatro si no hubiera conocido a Mario. -Pero ahora resulta que usted lo hace muy bien, María Fernanda. ¿Cómo lo prepara, cómo cuece usted al personaje? -Yo me considero una actriz intuitiva, una actriz nata, y posiblemente se deba a mi tierra. Soy valenciana y allí somos extrovertidos, muy dados a demostrar lo que nos está pasando en un momento determinado. Me aprendo el papel de pe a pa, como si lo estuviera creando yo, y lo paso por el tamhr de mi sensibilidad. Cuando lo creo necesario le hago alguna sugerencia al director, y sale el personaje. ¿Y está dispuesta para todos los personajes? -Aunque siempre he hecho personajes muy dispares, siempre he interpretado papeles que creía aue podía hacer. No creo que pudiera hacer Macbeth, por ejemplo, porque mi físico, mi tono de voz, mi cara iban a aportar muy poco al personaje. Me encuentro un poco coartada para hacer el papel de una mujer malvada, posiblemente porque me encuentro falta de ángulos en la cara, porque tengo unos ojos redondos, una nariz chata y una expresión más bien dulce. Quizá lo que más me tiente, después del próximo estreno sea esto: ver si soy capaz de hacer un papel de mujer mala. EL DUENDE DE LA PRIMERA ACTRIZ- ¿Qué se necesita para ser una primera actriz? -Se necesita duende, gancho, atracción, llenar el escenario con la presencia. Es un algo que no se puede describir, que solamente se ve en el teatro, cuando sale a escena una mujer y piensa uno que ésa es la primera actriz. No basta con ser una gran intérprete, sino que hay que tener ese algo -Supongamos que de pronto desaparece María Fernanda d Ocón. ¿Quién queda? ¿quién la podría sustituir? -Bueno, en mi generación hay grandes primeras actrices. Pero dice de la generación siguiente, ¿no? Bueno, pues hay una chica: Ana Belén. Ana es una chica con grandes posibilidades para el teatro, una chica que tiene ese gancho y que además es muy mona y canta y baila muy bien. Puede ser- -ya es, quiza- una gran primera actriz. Y deja sus ojos, negros y brillantes, detenidos por un momento, sonriendo como después de una lección bien repetida. Se re- o toca allí mismo para las fotos. Nada, un to- que de cabello apenas con las palmas de las manos, un simple mojado de labios, sen- cillamente. Y entonces surge de nosotros 4 a 3 disculpa por la presencia de Naranjo sin previo aviso. Y María Fernanda, sin hacerle o caso ostensible a los flashes corta el balbuceo, sonriendo: -El monstruo está contento... Si así les parece. Manuel María MESEGUER