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ABC MADRID 14-01-1973 página 167
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ABC MADRID 14-01-1973 página 167

  • EdiciónABC, MADRID
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teado caballero, que acaba de descender del Lincoln esmeralda: ¿Qué me va usted a decir de Charo, camarada? La conozco desde que era así. Por Charo, ¡tiempos aquellos! Claro que ésta no es mi Charo, que me la han cambiado. Está flaquita, pero entera, eléctrica, fabulosa, uno de esos leopardos que a veces vemos en las películas de Sean Connery Bond Un leopardo de lujo, sí, pero, ¡ojo! qu- e está elimentada en su niñez, esta panterita rosa, con lo mejor de la Huerta de Murcia; digamos, que con la mejor haba del mundo. -Y en la mesilla de noche, ¿sabes tú? en la mesilla de noche, la Fnensántica, que no falte. ¿QUE DIRÍA DON VICENTE? Claro, Charo. Es natural. Diez años de colegio de monjas no se le apean a una de la garganta, por más brillantes de Sudáfrica y más oros mejicanos que la cuelguen de la cintura. Y, además, la nacencia, que diría mi paisano Vicente Medina. Ay, estos resta u r antes de Hottyivood... ¡Donde se ponga, tú, el Rincón de Pepe! Y es verdad. La gachamiga, por ejemplo, que es un plato de c a e r s e Pienso que tal vez Murcia debía recordar a esta murciana, que en cuanto que puede y quiere romper el aire de platino que la envuelve se echa a la calle con lo puesto cantando lo de la Huerta de Murcia, que es además una gloria, y una bendición. Palabra. Bueno, también se podría hacer, pienso ahora, una crónica severísima, un reportaje palpitante de esta nena que quiere volver a su tierra el día menos pensado, cuando ya tenga a punto su América y sentarse en una habitación llena de libros a ver la mar Mediterránea, con unas alpargatas de cáñamo y un refajo de zarzuela. Pero es que es verdad. Le rezuma la nostalgia por la bocaza, tan fresca, tan entera, como de anuncio de fruta tropical, y se le llenan los ojos negros como la noche aquella, negros negros, de estrellas de fuego, como cuando es verano en la Seca y caen centellas... ¿Qué diría Vicente Medina de esta murciana universal, que Sobre estas líneas, Charo Baeza con Elvis Presley. Mujer brava ésta. Y dicen que amblolosa. Probablemente. Seguro. Por lo visto tiene un caloetín de seda, pero un caloetín para ir echando el dinerito. Nada de un agujero en cada mano. Vivir bien cantando como la chicharra, pero, a ser posible, acarreando platita al agujero, como la hormiga. A la izquierda, Charo con el hombre del siglo Kissinger, en la inauguración de la casa de Charo en Hollywood. se ha venido a triunfar aquí donde nadie triunfa? ¿Qué dirían los que la vieron de niña con dos mocos largos, como todas las niñas del mundo, de esta criatura que vive en la panza de los aviones de lujo, que tiene yate con su nombre, un sherif a su servicio, su contribución a la fama, un bau- lito de joyas, un cheque como un kilométrico... -Bueno, yo toco la guitarra y bailo, y me- muevo, y canto, y recito, y hago lo que liaya que hacer... EN HOLLYWOOD Veamos. Veamos. Ahí está Charo, rodeada de lo mejor de sus músicos. Lo mejor de los músicos de América. Negros, amaños, blancos del arroz. Charo con un traje de oro. Suenan los tambores, las cumbias, la repanocha. Tiembla el misterio. Y Charo, espectacular, como una sirena, como una sirena de la Policía, levanta y baja sus manos, se mueve, se agita, se despieza, se suaviza, es un gato de ángora y un tigre de Bengala y la madre que la parió. Me gustaría ver aquí ahora mismo a Cortázar, por ejemplo, dale que te pego, a la pluma de escribir. Lamento que este sea un suceso frivolo, por que de querer serlo, podría convertirse en un hecho de sangre. Veo a los millonarios del petróleo, a, los vaqueros del rolls forrado con pieles de vaca de Arizona, a los caballeros con espuelas 43

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