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ABC MADRID 20-12-1972 página 21
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ABC MADRID 20-12-1972 página 21

  • EdiciónABC, MADRID
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S UENA el teléfono en el dormitorio del Consalado. Son pasadas las doce de la noche. Llega la voz llorosa de una mujer. Señor cónsul, señor cónsul. Perdone que le moleste a estas horas. Soy Áurea Fernández, de Pasadoiro, provincia de Orense. Le llamo desde la estación de Kiel. Me había citado aquí con mi marido, Rosendo Carballo, pero sólo me esperaba un compañero de la fábrica, yugoslavo, para darme una carta suya diciéndome que se ha marchado a Dinamarca. Se lo habrá llevado alguna lagartona. Aquí estoy con nuestro niño de dos años. Y agotada, señor cónsul, porque estoy de siete meses. ¿Qué hago? No nos desampare. Y es necesario contestar en el acto, antes de que se acaben los tres minutos de la llamada interurbana. Desde lugares distantes, a veces cientos de kilómetros, el cónsul solía recibir cartas así: Estos tíos aprovechados nos tienen en unos barracones inmundos, con piso de tierra. Dormimos en literas. La calefacción la quitan a las tres de la madrugada, cuando empieza el frío de verdad. Sólo hay un retrete para cada veinte. De duchas, ni hablar. ¿No hay manera de defenderse contra esta tiranía? En mi pueblo la Inspección de Trabajo ya les habría metido un buen paquete. Que no digan que el Gobierno e s p a ñ o l sólo se acuerda aquí de noso- f tros para que hagamos la mili. Afortunadamente, las situaciones de injusticia para ios emigrantes se van remediando. Gracias a la cooperación de nuestros Ministerios de Asuntos Exteriores y Trabajo y las redes de agregados laborales, asistentes sociales, guarderías... Sobre estas líneas, el abrazo emocionado de la llegada de los emigrantes. plantilla, de 40 empleados; la de Ginebra, con SO. OOO, nueve funcionarios. A pesar de toda la buena voluntad, a pesar de la inestimable colaboración y entusiasta ayuda del Instituto Español de (Emigración, es imposible dar abasto. Las colas- -esa exasperante institución- -sen inevitables, ponjae los medios son notoriamente insuficientes y, además, y así suele ocurrir en la práctica consolar, cada caso que llega al mostrador no es un caso normal, sino excepcional. A veces hasta el límite de lo previsible. ¿Qué hacer? En espera, que ya desespera, de que se doten materialmente mejor estos servicios, hace tiempo que resulto indispensable ir atendiendo sin demora a intensificar la preparación consular de los nuevos funcionarios. Be todo esto hablábamos el oteo día en la Escuela Diplomática. XAS árboles de la Ciudad Universitaria mostraban el tierno amarillo otoñal y se divisaba el Guadarrama. En la Escuela se fraguaba una nueva hornada de diplomáticos. Treinta jóvenes secretarios de Embajada, conscientes del servicio que han de prestar a nuestros compatriotas en el extranjero. Noble, servicio. Pues bien, de ésos hablábamos el otro día. En un aula, sesenta metros cuadrados escasos, funciona una pequeña cancillería consular. Con su mostrador, sus tres secciones: pasaportes, registro civil, servicio militar; y isu confesonario a l fondo, donde podrían narrar nuestros paisanos todas esas, pequeñas y grandes tragedias suyas. Hasta hace unos años, los nuevos compañeros, al salir de la Escuela, se iban formando como vicecónsules en grandes Consulados. Y así iban conociendo la ola de la vida, que allí suele golpear duro y sin cesar. Mas ahora la situación ha cambiado, al no admitir espera. iS ese Consulado piloto de la Ciudad Universitaria se zepasa el Código Civil, la ley del notariado, el Reglamento del Registro Civil, tos convenios de seguridad social; en suma, la protección diplomática del español en el extranjero. Por supuesto. Pero ante todo, se enseña a tener corazón y comprensión humana para, entre docenas de casos, a cuál más peliagudo e inesperado, poder, en minuto y medio, resolverle la papeleta a esa pobre mujer clavada a medianoche con una criatura de la mano y otra en el vientre, en el andén de una estación de ferrocarril, sin entender una. palabra del idioma que le hablan. José Miguel BXHZ MORALES Con estridor de sirenas y giratorio llamear de faros se presenta la Policía eir ei Consulado. Tiene que personarse urgentísimamente el señor cónsul en el cruce de la autopista del suroeste con la comarcal IV- 25: por desconocer una prioridad a la derecha un turismo con ocho españoles acaba de estrellarse contra un camión lechero. Hay tres muertos y dos heridos graves, pero falta el certificado del seguro y hasta que no haya garantía consular no se autoriza el traslado de las ambulancias. Para cuando llega el cónsul hay que levantar cuatro cadáveres. De una misma familia. Recién regresado de una salida dramática como la anterior tiene el cónsul que ir a sacar de la cárcel a un detenido arbitrariamente. Antes de las veinticuatro horas. Jornada intensiva y servicio permanente, como en juzgado de guardia. En el rincón más alejado del Consulado, el de los secretos, un obrero se confiesa así: Eran aquellos días de veinte bajo cero; usted recordará lo requetemal que lo pasamos. Y resulta que me tropecé con la Bibiana, que había sido novia mía en Granada y se casó con un ohalao que resultó un desastre; está sirviendo en Berna y había venido el fin de semana a Zurich. Ná... ya sabe usted como se enredan las cosas, señor cónsul... Que como se estaba más calentito en la cama, allí nos metimos. Total, para no hacerle perder más tiempo, que viene un niño de camino. Pero yo tengo ia la Sote en Alhama, con mis dos chavales, los de siempre. ¿Qué hago? ¿Qué hago? El anecdotario seria el cuento de nunca acabar. Es el repertorio agobiante de cada día en cualquier Consulado europeo de España. Parte del campo español se está quedando sin gente. Pueblos vacíos. Caminos que van de nada a nada. Barcelona, Madrid, Vizcaya, Valencia, los nuevos polos industriales, el turismo, los transportes, atraen a los campesinos, que se vuelven electricistas, camareros, mecánicos, camioneros. Y otros muchos, apreciados por su despierta e in- EUROEMIGRANTES teligente aptitud operaría, se vuelcan sobre la Europa, más próspera. Son un nuevo tipo de españoles, surgidos en los últimos años: los euroemigrantes. Problemas de protección jurídica y laboral, apoyada en tratados consulares y de seguridad social; problemas de estado civil, hijos ilegítimos, matrimonios y padres alejados. Todo esto no va cayendo a su tradicional ritmo pausado sobre notarías, registros civiles y- de la propiedad, juzgados, gobiernos civiles y cajas de reclutamiento de las provincias despobladas, sino sobre Jos Consolados de España en el extranjero. Acelerada y atropelladamente. Agravado todo por la cruel separación familiar, la distancia, el trauma de culturas, lo incompleto de la documentación legal, la extremada e inquieta movilidad de los españoles, la codicia de la Europa rica e insaciable, la discriminación contra la Europa mediterránea, de menores recursos, las insalvables barreras del idioma. (Decía una madre extremeña: líjese, señor cónsul, si no es para morirse: mi hijo de cuatro años no habla más que holandés; no me entiende en español, ni quiere que yo le hable más jue en holandés, que yo no sé Afortunadamente, las situaciones de injusticia se van remediando. Gracias a la cooperación de nuestros Ministerios de Asuntos Exteriores y Trabajo, y las redes de agregados laborales, asistentes sociales, guarderías y escuelas, Casas de España, sin olvidar la elevada misión de las capellanías. Contribuye a ello la tarea de constante vigilancia de los acuerdos que desempeñan las Comisiones mixtas de los Gobiernos español y del país de residencia. Mas el peor azote es la emigración clandestina, mercado negro de hombres mantenido por buscavidas y logreros. Y para combatir esa lacra toda ayuda es poca y todo esfuerzo justificativo; así la inmediat a ampliación de la red consular y de los amparos laborales. Pues, por desgracia, la demarcación consular en Francfort, que cuenta con 80.000 españoles inscritos en el Registro de Nacionalidad, sólo tiene un personal de 19. La de París, con 160.000, una

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