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ABC MADRID 08-12-1972 página 19
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ABC MADRID 08-12-1972 página 19

  • EdiciónABC, MADRID
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DOS JUVENTUDES OS juventudes muy diferentes, en Francia y, seguramente también, en muchos otros países: la de las postrimerías del siglo XIX y la de hoy. Pese a todas las injusticias sociales, la finisecular creía en el progreso, la civilización mecánica, el trabajo, la iniciativa, la energía. En un mundo sometido a muchas desigualdades, se esforzaba per ascender en la escala social, por acceder a la burguesía. Y no tanto por enriquecerse y disfrutar de las ventajas que ello procura como por obtener la consideración. Para ser un señor una señora Para ser alguien Para ocupar un lugar más destacado en la sociedad e inspirar mayor respeto. O, sencillamente, para manifestarse plenamente, exteriorizando su poder creador. Un cumplido modelo de esta juventud de fines del siglo XIX lo constituye, en Francia, el matrimonio formado por Ernesto y Luisa Cognaeq- Jay. Ernesto Cognacq nació en Saint- Martin de Re, el 30 de octubre de 1839. Su padre, un corredor marítimo, quedó arruinado por culpa de un socio suyo. Ernesto procuró entonces ganarse la vida, en París, como dependiente de comercio. Le echan de varias tiendas por evidenciar unas ideas comerciales demasiado originales. Pasa sucesivamente por Notre Dame de Lorette, Les Dames Francaises, Le Tapis Rouge, La Madeleine... Ahorrando hasta el último ochavo, con férrea voluntad, llega a reunir cinco mil francos. En 1867 se establece por cuenta propia en la Rué Turbigo, bautizando su tienda con el nombre de Av. Petit Benefice. Más bien que petits sus beneficios son nulos. Este negocio se lleva todos sus ahorros. Sin desmoralizarse, Ernesto prosigue el combate. Se hace vendedor ambulante. Recorre Francia entera a pie. Vuelve a París (1868) En el puente más antiguo de la capital del Sena, el Pont- Neuf, vende con tal arte su mercancía expuesta en un viejo paraguas rojo que se le llama el Napoleón de los sacamuelas En dos años reconstituye su peculio. Subarrienda entonces la mitad de un café situado en la Rué Du Pont- Neuf y la transforma en almacén de novedades. Lo denomina La Samttritaine por llamarse así una fuente vecina que representaba a la Samaritana del Pozo de Jacobo conversando con Cristo. Tienda humilde. Expónense las mercancías en vulgares cajones cubiertos con andrinópolis rojo. Sus primeros clientes, las vendedoras de los Halles, compran allí tela para sus delantales. En 1872, Ernesto toma per esposa a Luisa Jay, a la que había conocido años atrás, cuando ambos trabajaban como dependientes en La Nouvelle Heloise. Enamorado profundamente de ella a los pocos días, su timidez nc 1 había permitido declarárselo antes de qué le pusieran de patitas en la calle. Luisa es tan trabajadora como Ernesto. Había llegado a ser la encargada de la sección de confección de unos almacenes denominados Le Bon Marché. Le ha sido así posible ahorrar veinte mil francos, que pene a dispesición de Ernesto. Amplían de tal modo La Samaritaine que lo convierten en uno de los almacenes más vastos de París. Se habían fijado como objetivo supremo lograr una venta de cien mil francos. Pasan de 840.000 en 1874 a dos millones en 1877, a cuarenta millones en 1895, a mil millones en 1925. Secreto de este triunfo fabuloso: la tenacidad en el trabajo. En 1890 mandaron grabar en las marquesinas de La Samaritaine la inscripción latina Per laborem D La juventud francesa de hoy, y sin duda la de muchos países, es muy distinta. Por el trabajo) Da ello pie a que los chiquillos parisienses le endilguen el mote de el pére Laborem Tenacidad en el trabajo y... en el ahorro. Cuando ya gozaban de una situación privilegiada, Luisa reprochaba a su marido el que fumase cigarros de cincuenta céntimos, como si fuese Rothsohild Exigía que se recogiesen todos los cabos de cuerda dejados caer al suelo y no le avergonzaba agacharse a recogerlos ella misma. Juntándolos por medio de nudos podían aún utilizarlos. Cuando su botones le llevaba un par de zapatos, Mme. Cognacq- Jay le recomendaba: Jfo te olvides, pequeño, de devolver la caja al jefe. Ello supondrá un ahorre de veinte céntimos Tcdos los sábados iba, en su RollsRoyce a hacer la compra de la semana en les Halles. Regateaba con redomada habilidad. Y, adelantándose a las burlas de las vendedoras de los Halles, muy dadas éstae al sarcasmo, explicaba por qué lo hacía: No me guía para regatear avaricia alguna. Como nadie lo ignora, mi marido y yo transformamos toda nuestra fortuna en fundaciones. Si no quiero aceptar cualquier precio es porque, de hacerlo, vosotras diríais con sobrada razón que no sé comprar y os preguntaríais si no adquiero demasiado caro cuanto vendo. Esa enorme fortuna, amasada céntimo a céntimo con el sudor de su rostro, Ernesto y Luisa Cognacq- Jay la ponen al servicio de la caridad. Su heredera, la Fundación Jay, administra una maternidad, un orfanato, varias colonias de vacaciones, una casa- cuna, una casa de reposo y de convalecencia para jovencitas, casas baratas... Ernesto y Luisa dejaron, por otro lado, un importante legado al Instituto de Francia para que éste pudiese otorgar cada año, en memoria suya, un premio a las familias más numerosas de Francia. Ernesto y Luisa fueron asimismo unos pioneros del progreso social. Más de la mitad de sus almacenes pertenece a la Fundación que lleva su nombre. El resto se halla repartido, en forma de acciones, entre el personal. La juventud francesa de hoy, y, sin duda, la de muchos otros países, es muy distinta. Tres millones quinientos mil asalariados franceses, es decir, uno de cada cinco, tienen menos de veinticinco años. Este alud de jóvenes cobrará aún mayores proporciones, acarreando consecuencias incalculables, en los diez próximos años. Cabe observarse tres nuevos hechos: 1) Los jóvenes se niegan cada vez más a trabajar en las fábricas: temen, a diferencia de Ernesto y Luisa Cognacq- Jay, el cansancio y la monotonía. 2) Muchos jóvenes carecen de formación profesional. De cada cien obreros metalúrgicos jóvenes, treinta y uno no poseen calificación alguna. Se ven, pues, obligadcs a efectuar los trabajos más modestos, en calidad de peones, cuando no prefieren ir a engrosar el torrente amargo de los parados: de cada diez de éstos, cuatro tienen menos de veinticinco años. 3) Entre los que se dignan trabajar en las fábricas, muchos se limitan a ganar le estrictamente necesario para salir adelante. Productividad, rendimiento, participación... ¡Monsergas todo esto! Prefieren la amistad, 1 amor, los viajes, los ocios... Nos hallamos muy lejos de Ernesto y Luisa Cognacq- Jay y de su divisa Per lafccrem (Por el trabajo) Sea cual fuere la forma que adopte nuestra sociedad, ¿qué suerte le espera a una civilización que rehusa el esfuerzo? Paul GÜTH (Exclusiva para A B C. París, 1972.

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