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ABC MADRID 14-11-1972 página 25
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ABC MADRID 14-11-1972 página 25

  • EdiciónABC, MADRID
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ABIA leído, otra vez ext r a ñ a d o de que ila a c t u a l i d a d consista en esas cosas, que Heinrich Boíl acababa de ingresar en el olimpo dé los nóbeles. Obedeciendo a un reflejo francamente condicionado, había apilado en mi mesa las novelas de Boíl, y con la vecindad de varios tontitos sobre literatura alemana contemporánea me mostraba dispuesto, incluso animado, a remover ideas y parir algo. Pero tuve antes la debilidad de preguntarme si Heinrich Boíl estaba vivo para mí. (Recordaba a Julio Cortázar en su antología de Salinas, rechazando cronologías, erudiciones y demás obstáculos y marchándose de excursión por el mundo a estrenar los versos del poeta, con la connivencia de los bosques, las aguas, los silencios y las gentes sencillas, atento siempre a la vibración inefable de la poesía viva. Pues cambiando lo que debe ser cambiado, le estaba aplicando a Boíl esa dura medida. Rememoraba Billar a las nueve y media mi primer contacto con Boíl, hace ya bastantes años. Me pareció entonces un novelista no arrebatador, pero fino. Lo husmeé con recelo, porque en mi adolescencia habia abandonado La montaña- mágica en la página 480 (aunque rematé, lleno de noble entusiasmo, algunas otras obras de Thomas Mann, cuando todavía me obligaba a mí mismo a terminar todo libro comenzado) y había tropezado invenciblemente con otras germanas acumulaciones de páginas. Por alguna ajena circunstancia no logré terminar agüella novela de Boíl, pero recuerdo que deseé proseguirla y que los prejuicios no me impidieron percibir un espíritu maduro y realista, que desplegaba en aquel relato, no muy extenso, un incisivo conocimiento de la interioridad humana que levantó mi atención. Más tarde había pasado bajo mis ojos Opiniones de un payaso novela a la que incluso dediqué un comentario. La escena cumbre representa al joven clown, guitarra en mano, cantando al Papa Juan en la estación de Bonn, después de que, abandonado por la mujer que ama, accidentado y moralmente deshecho, ha sido rechazado por muchos hombres explícitamente católicos. Repasaba esta oposición agnóstico- humano católico- deshumanizado, excesivamente polar, pero encarnada a fin de cuentas en una buena novela, carente de alardes técnicos y narrativamente eficaz, que me confirmaba en la categoría- humana y literaria de Boíl. Poseído por el respeto al futuro lector de mi trabajo, releía sistemáticamente, aunque lejos de pretensiones eruditas, libros que aseguraban, en acertados y magníficos párrafos, que Boíl representaba y criticaba al mismo tiempo la posición pequeñoburgruesa. y mencionaban el duro tributo que tuvo que pagar en su juventud al mundo hitleriano. Amasaba, mientras tanto, la posibilidad de situar a Boíl en el contexto de la literatura alemana de posguerra, y más ampliamente en el marco de las letras europeas. Pensaba así porque comenzaba a sentirme minado por cierta desazón subrepticia. Aquello era una forma de huir de Boíl. Me había prometido a mí mismo no perder demasiado tiempo con los autores que no estuvieran vivos para mí- -ya otros se ocupaban de ellos- -y, superando el prejuicio de acotar literaturas nacionales, concentrarme en diez o quince genios contemporáneos, cuyo sólo contacto me presta impulsos para cualquier estudio. Pero ahora se trataba de Boíl y comencé a leer El pan de los años mozos publicada en Alemania en 1855- -no había podido con El tren llegó puntual más próxima, todavía al fin de la guerra, que me situaba en un convoy que trasladaba soldados al frente- y me seguía pareciendo que allí había un gran escritor, que me H INSOSLAYABLE PREMIO NOBEL vida, lo que hubiera sido su vida si Rai no hubiera muerto; la viuda Brielach, con más problemas de racionamiento que Nelbrindaba párrafos sorprendentes en pri- la, también de carne y hueso, entregada con mera persona sobre algo insólito que le difícil inconsciencia a la fugitiva estabilihabía pasado al joven reparador de lava- dad de Erich, Gert. Kart y Leo; y los hijos doras automáticas, ese largo tunes, cuando de estas viudas- -Martin y Heinrich, de llegó Hedwig. once años- -más perplejos de lo que sueReflexionaba, mientras, en lo poco que len estar habituabnente los niños, en un me movía Boíl y en que realmente me mundo sin padre y con demasiados tíos resistía a escribir algo sobre él, y que lo empeñados en ir precisando con esfuerzo primero que me había venido a las mientes, el contenido de inmoral obscenidad ahora que lo pensaba, cuando supe la. no- los nazis fueron terribles perdió a su ticia del premio Nobel, fue el revoloteo de padre en la guerra cosas oídas a los adullas casas editoriales y que, a partir de tos, como ese lo cuchicheado y misteentonces, Heinrich Boíl podría colocar de- rioso que resultó ser una criatura en bajo de su nombre lo de Premio Nobel de camino. literatura No acababa de ver claro porAllí estaban presentes, como de costumqué tenía alguien que singularizarse ele un bre, el rechazo ideológico, hartura del namodo tan poco espontáneo, de la noche a zismo, y un catolicismo pequeñito encarla mañana, a causa del Nobel. Había leído, nado en pequeños burgueses repletos de easi al mismo tiempo, que seis hombres de tópicos, de incomprensión e intransigencia. ciencia habían recibido tos nóbeles de FísiEstaba teniendo alientos para termica y Química, y no me parecía una locura nar Casa sin amo y me parecía que no ofrecer el de Literatura a cinco, seis u ocho debía ser injusto con Boíl, que era un valor literario apreciable, y el hecho de que Kafka, Becfcett, B o r g e s o García Márquez, me dejaran una impresión tan profunda de genialidad, no justificaba. mi indiferencia hacia BolL Pero después caía en pensar que Kafka había muerto h a c í a ya m u c h o s años, y que sus escritos estaban absolutamente vivos para mí y para mucha gente, y que yo podía mirar a mi alrededor y dentro de mí e impresionarme, porque el mundo era kafkiano y de alguna manera seguiría siéndolo; mientras que la desortentación bolliana e s t a b a demasiado marcada por el nazis Allí estaban presentes, como de costumbre, el mo y el desastre alepechazo ideológico, hartura del nazismo, y un ca- mán, era una desintetolicismo pequeñito encarnado en pequeños bur- gración que parecía gueses repletos de tópicos, de incomprensión e h i j a exclusivamente intransigencia. Sobre estáis líneas, Heinrich Bol! de esa catástrofe, como si los que no han perdido guerras ni soportado a Hitler y tieescritores, jóvenes o viejos, renovadores de nen apariencia de pasarlo bien no estuviealgo o confirmadores de algo, y evitar así ran desorientados desde que pisaron el esa ley del primero del destacado del mundo. Ese barrunto era el que me hacía laurel que se posa solamente sobre unas ver la obra de Boíl ya casi rozando la desienes, tan natural en los deportes y tan liciosa e ineficaz arcadia de los clásicos. falso en las letras. Menos sensacionalista, Pero yo no quería hacer ningún despremenos publicitario, más justo, menos mítico. cio a Boíl, gran escritor, amigo Heinrich. Me drogaba pensando en un mundo sin con quien puedo sin duda gustar los misprimeros premios, con estímulos, pero sin mos pastos. Algo semejante me habría sumoral del éxito. Luego me ponía razona- cedido con Solzhenitsin o con otros nóbeles ble y comprendía que no. que no se podía enterrados, que también pueden 1 repasar edificar un mundo de nueva planta, aun- ustedes en sus cuidadas colecciones de que muchos lo andan pretendiendo, y que, nóbeles, bien momificados. en todo caso, la primera revolución era la A estas alturas andaba ya perdido mi de encararme conmigo mismo. artículo sobre Bol! y sabía que definitivaPero yo debía continuar con mi trabajo mente no quería escribir nada sobre él, y sobre Boíl, y ya había comenzado a abrir- sí algo, más bien contradictorio, sobre porme paso por entre la minuciosidad descrip- qué no quería. Algo confuso y contradictotiva y psicológica de Casa sin amo la rio porque ya se revolvían en mi ataña la historia de dos viudas de guerra- -dos en- buena prosa de Casa sin amo mi restre las muchas que había dejado esa fá- peto hacia Boíl, el vago deseo de algo que brica de viudas que fue la guerra- la his- podríamos todos intentar, un desolado matoria de dos casas sin amo en una Ale- reo publicitario, las ansias de recuperar el mania que parecía toda ella una casia es- paraíso perdido, el lanzamiento de Love tragada, desorientada y sin destino: Ntella, Story un tedio discreto, un orden previuda de un poeta famoso, que no acierta sentido e imposible, y la necesidad de ser a caminar de nuevo y se deja agasaj r por entendido no como un hombre decadente, los admiradores de su marido, negándose a sino esperanzado. ser de nuevo una esposa sonriente, mientras repasa en su interior la película de su Juan GUTIÉRREZ PALACIO

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