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ABC MADRID 12-11-1972 página 169
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ABC MADRID 12-11-1972 página 169

  • EdiciónABC, MADRID
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KISSINGER PODRÍA DARLES CIEN VUELTAS A LOS AGENTES DEL F. B. I. U jornada comienza a las ocho menos cuarto de 4 a mañana, hora de la primera c o n f e r e n c i a en la Casa Blanca, o más exactamente a las ocho menos seis minutos, pues, sabe Dios por qué, él llega s i e m p r e con nueve minutos de retraso. Esta conferencia, ski Nixon, dura hasta las ocho y cuarto, seguida de una segunda reunión, esta vez con Nixon, pero sin Kissinger... Después, a las nueve- -y a ésta Kissinger no llega nunca con retraso- el presidente y el consejero conversan a solas y Kissinger se las arregla para estar presto a responder a todas Jas preguntas que se le ocurran a Nixon tras la lectura del último informe o de los periódicos del dia. Mí trabajo- -dice- -consiste en presentarle al presidente las diferentes opciones recomendadas por el Departamento sobre tal o cual problema y mostrarte tas consecuencias que implican. Y como se te ha acusado de embaucar a ixon, no sometiéndole más que sus propias ideas, añade: No soy el único consejero. Simptemente, por hábito, el presidente me pregunta mi propia decisión y yo se la digo. Naturalmente, si ocurre que el presidente se decide contra el parecer de la Administración, se dice que ha sido bajo el efecto de mi mala influencia. Puedo asegurar satamente que na tengo ningún don de hipnotizador. De hecho- -como han demostrado sus visitas relámpago a China- hay toda una parte de las actividades del Kissinger que ignora el público o no conoce hasta algún tiempo después. A primera vista, como decía un periodista americano, parece tan difícil imaginarse en el papel de agente secreto a un hombre tan conocido como Kissinger como imaginarse a Raquel Weich en bikini paseando de incógnito por tos Campos Bíseos. Y, sin embargó, el hecho es que Kissinger podría darles cien vueltas a los agentes del F. B. I. De esta forma se ha sabido recientemente que en el curso de los tres úMmos años ha ido doce veces a París para encontrarse con los representantes de Vietnam del Norte sin que el público haya sido informado de ello. He aquf, a título de ejemplo, el relato, reconstruido a posteriorí, de una de sus misiones secretas (se ignora, desgraciadamente, todavía el detalle de sus misiones en China, que precedieron el encuentro NixonMao. DE LOS DOCE VIAJES A PARÍS DE ESTE PERIODO, SOLO DOS FUERON CONOCIDOS INMEDIATAMENTE S se hace conducir por su chófer- -que pertenece al Servicio Secreto- -hasta un aeródromo militar donde le espera un C 135 perteneciente a la Casa Blanca. Seis horas después aterriza en la base americana de Francfort. Allí cambia de avión y setenta minutos más tarde llega a Villacoublay, donde le aguarda un Citroen DS negro con las cortinillas echadas (puesto a su disposición por Georges Pompidou en persona) Escoltado por otros DS repletos de ángeles guardianes en traje civil, llega a una pequeña villa anónima de Choisyle- ftoy. Ahí le espera la delegación vietnamita. La conversación dura dos horas; después, recorriendo para la vuelta el mismo trayecto que a la ida, vía Villacoublay y Francfort, Kissinger regresa a Washington, redactando por el camino un informe de doce páginas para Ni- gitadores? La verdad es que todo cuanto se sabe de su vida sentimental se puede resumir en pocas palabras. En 1949, después de siete años de relaciones, se c a s ó con Ann Fleisher, de origen alemán, como él, de la que se separó quince años más tarde, después de que ella le dio un hijo y una hija. Divorciado, perdió quince kilos y sus estudiantes hicieron notar que se había vuelto mucho más amable. KISSINGER DISIMULA EN EL FONDO DE SI MISMO A UN PURITANO, SEGÚN LOS OBSERVADORES AMERICANOS U NA periodista francesa de cuarenta y nueve años, Danielle Hunebetle, en el libro t i t u l a d o Cher Henry cuenta que, e n c a r g a d a de entrevistarle, había abandonado Walter: ¿Es verdad que mi padre es un calavera, como dicen todos mis compañeros? Escucha, pequeño- -respondió el hermano de Henry Kissinger- Cuando estemos a la mesa, examina bien a tu padre y después me dirás si tiene la cabeza de un calavera. Un poco más tarde se pasó a la mesa. David miró a su padre y, volviéndose hacia su tío todo sonriente le hizo señas de que no. En lo cual coincidía con ciertos observadores americanos que se las dan de perspicacia y pretenden que, lejos de ser un calavera, Kissinger disimula en el fondo de sí mismo a un puritano. Teniéndolo todo en cuenta, quizá haya sido el mismo Kissinger quien haya revelado la verdad sobre sus amistades femeninas: Cuando usted ha pasado la jornada con GoMa Meir, usted no tiene ganas de Indira Gartdhi por la noche, usted pre- El consejero Kissinger i n f o r m a al presidente Hixon sobre las conversaciones secretas realizadas en París y sobre las negociaciones cdunereiaJes llevadas a cabo en Moscú. La Constitución americana exige que se haya nacido en los Estados Unidos para poder convertirse en presidente. El sabe perfectamente que jamás llegará a serlo. En cualquier caso es ei hombre más conocido, más admiirado, más discutido y e n v i d i a d o xon. Cuando al dia siguiente aparezca en la Casa Blanca, donde va a conversar durante cuatro horas con Nixon, todo el mundo creerá que llega del week- end De los doce viajes a París en el curso de este período, dos solamente fueron conocidos inmediatamente. Pero como una de estas dos veces él se había mostrado en el restaurante Garin (dos estrellas en el Michelm en compañía de una encantadora productora de la televisión americana, se había pensado que se trataba de una escapada amorosa. Y esto plantea la cuestión de las aventuras de Kissinger, el play- boy Se dice de él que es un cafavera. Conduce un Mercedes blanco. Adora los ballet y frecuenta los restaurantes de moda. Se exhibe con estrellas y con startettes ¿Y si todo no fuera más que una fachada, una manera de desviar la atención de tos curiosos según el procedimiento clásico de los presüdiamorosamente su caza y vivió durante dos años un gran amor. En sus cartas lo llamaba Mi b á r b a r o querido p o r q u e- -cuenta- descubrí que este compatriota de los godos y visigodos poseía la crueldad, el egoísmo, el despotismo, el genio y también 1 a inocencia de su pueblo Desgraciadamente, cuando un periodista americano le preguntó si había tenido relaciones amorosas con Kissingeir, Danielle Hunebelte respondió: Eso nos concierne solamente a: los dos. Hay cosas que no se: dicen a todo el mundo, cosas que una dama no revela rruinca. En cuanto a Kissinger, después de haber leído Cher Henry se contentó con responde Espero que la señorita Hunebelte consts eJ premio Pullitzer de novela. Otro elemento que unir al dossier costumbres de Kissinger: hace unos dos años, su hijo David preguntó a su tío fiere a Gilí Saint- John (una actriz) Sea lo que fuere de este apasionante problema, no parece que pueda turbar la paz del mundo y se le puede descartar en provecho de la única cuesSon que cuerna: la de las aptitudes reales de Kissinger en la conducción del mundo. Porque he aquí a un hombre que se jacta de tener, en la política, la perspectiva del historiador. El problema está en que no actúa más que a través de Nixon, y por ello, sin soportar personalmente el peso de la responsabilidad de sus actos. Después de todo, si se ha equivocado, podrá siempre lavarse las manos. Así, cualquiera que sea la admiración que profesa por Metternich, bajo este punto de vista, un abismo le separa de su modelo: Mettemich no disponía de esta famosa perspectiva tan necesaria a los historiadores como a Poncio PHatos. Juan MAQUET U N domingo por la mañana, mientras todo el mundo imagina que inckiso éü, que es una fiera para el trabajo, d e s c a n s a

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