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ABC MADRID 12-11-1972 página 13
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ABC MADRID 12-11-1972 página 13

  • EdiciónABC, MADRID
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PARAÍSO DE LA CAZA C UANDO, cosa raja, pese a la parquedad de nuestra bibliografía venatoria, surge un buen libro de caza, parece justo encomiarlo y juzgarlo como se merece. Y este es el caso, a pesar de io breve, de la espléndida obra que acaba de aparecer, debida a la pluma de un gran cazador, que se nos revela excelente escritor, ¡Ricardo Wíedem Sanjuán, y que lleva por título Persia, safan en las cumbres. Vaya por delante que su prosa es perfecta, fluida y, con frecuencia, desenfadada y llena de humcr, lo que no es corriente en esta clase de libros. lia edición primorosa y con magníficos dibujos y fotografías. El autor sabe meternos en Ja acción ai describirnos una cacería a óvidos y caprinos en Persia, ese fabuloso país. La obra es del mayor interés, pues al margen del lance de la muerte o del fallo- de los ejemplares cobrados o errados, que describe da mano maestra, hay una serie de aspectos de verdadera amenidad o de interés científico que harán más que grata la lectura, no sólo a cazadores de corazón, sino también a legos en esta materia. Esta amenidad y este interés científico se nos ofrecen, por ejemplo, en la descripción del viaje de Madrid k Teherán, en los sustos y angustias que sufre un ciudadana normal, en esta época bárbara en que vivimos, al tratar de viajar en avión con un rifle de caza y unas cuantas balas manes de los secuestradores de aviones) en las perfectas descripciones del biotopo que recorre, en las acertadísimas y agudas reflexiones y comentarios que nos hace al comparar al cazador fotógrafo con el cazador con rifle, en la perfecta descripción de los carneros salvajes y de sus diferantes habitat en el mundo, etc. Todo ello, como queda dicho, al margen del acto de matar. Tiene el mério este libro de ser el segundo escrito por un español sobre este tema apasionante de cacería a óvidos y caprinos en altísimas montañas asiáticas y de aventura venatoria realizada y trasladada a la grada alada del carácter áe imprenta (al decir del maestro Luis Calvo) El primero que le llevó a cabo en España (cacería y libro) fue Luis Olivaras, conde ide Artaza, mi entrañable y viejo amigo; formidable cazador, hace más de treinta y cinco años. Fabulosa epopeya a pie y con duración de tres meses, en el alto Himalaya y aun más arriba, entrando por abajo, por la India, que luego plaismó en- su estupendo libro Cacerías en el Alto Himalaya. Lógico parece rendirle este justo homenaje. Ricardo Medem, como queda dicho, nos deleita con sus descripciones del viaje y cacería de alta montaña, salpicadas con recuerdos y lances de caza en otras diversas latitudes del mundo. Pero, además, en el aspecto científico, el interés aumenta, pues en éste se nos muestra harto documentado, a base de su breve experiencia y, de modo indudable, de ávidas y buenas lecturas. En este aspecto siempre fue una pena que el verdadero científico no fuera cazador por las. numerosas cosas que habría aprendido y confirmado si hubiera sido tal cazador. Por contra, es fre- cuente la desesperación del verdadero cazador cuya singular aventura le lleva a lugares donde echa de menos una preparación científica que en los aspectos fuera de la caza propiamente dicha le hubiera permitido descubrir, y describir tamlwén, cosas de increíble interés que sa ignorancia le vedó. Pocos cazadores, verdaderos biólogos, han existido. Quizá uno que dominó ambos- aspectos fue Abel Chapman, británico afincado en Jerez áe la Frontera fto te sigto, a escribid, ajjarte de otras obras de eaza y ciencia en otras latitudes el soberbio libro Wild Spain (España agreste) Decimos lo que antecede porque Ricardo Medem, en este aspecto, nos hace la más perfecta descripción del habitat de los carneros salvajes en el mundo, a lo largo del famoso gran arco áe los carneros salvajes del americano J. L. Clark, gran cazador y biólogo. Arco de inmensa longitud y notaWe- estrechez- que arrancando de las islas del Mediterráneo (Córcega) continua por el Próximo Oriente, Turquía, Irán y Afganistán, el Asia central, Himalaya, Altai, Tíbet hasta Mongolia y el este de Siberia y que, a través del estrecho de Behring, se une con los carneros de Alaska, Canadá y las Montañas Rocosas para enlazar con las zonas desérticas de Baja California, Arizona y Méjico. Nos describe magistralmente las dificultades de una clasificación perfecta en las numerosas especies y subespecies que existen, más aún debido a su polimorfismo en muchas regiones. Basta decir, respecto a la heterogeneidad de este animal, si por ejemplo tomamos coma base su peso, que éste oscila desde los 75 kilos de un carnero del Mediterráneo hasta los 200 ó 225 de los argalis del Asia central. Si respecto a su color, nos sigue diciendo, nos

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