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ABC MADRID 05-11-1972 página 139
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ABC MADRID 05-11-1972 página 139

  • EdiciónABC, MADRID
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La conciencia de ser que lina a toda criatura humana irilta en sus ojos como un sjo de la luz dirigida del ador no es, quizá, io más 9l so y divino del hombre, zá se dé más propósito, más oclmiento, más persistencia, íjos todos del Creador, en más oscuros aconteceres de cuerpos vivos aun de los ss más humMdes. E STA conclusión no deja de tener su interés cuando pasamos da hablar de la vida a hablar de esta vida, con el designio, más o ¿menos tácito, de hablar de la otra (u otras) Tema anta el que se dan tres posturas: la de la fe, (a de la ciencia mecaniciata y la del peregrino. La fe afirma que ese espíritu que vimos gobernar a los seres vivos y aun, en parte de las gentes se imaginan la otra vida. La ven, en efecto, como una mera continuación o Imitación de ésta. Incluso el funcionamiento de los mismos sentidos, viendo, oyendo, gustando, tocando y oliendo las mismas vistas, sonidos, olores, etc. que ofrece esta vida, siendo así que este espectáculo que a tos cinco sentidos brinda la tierra está tan pegado a la tierra y depen- darnos cuenta, por no saber lo que hay allende, tiramos por encima del muro cosas de este lado para amueblamos el otro. Y ilo primero que tiramos así es el tiempo. Ahora bien, ¿se ha planteado alguien si el tiempo y la otra vida son compatibles? Esa Otra vida, ¿es futura, es decir, la vivirán los bienaventurados del siglo XVI al mismo tiempo que los mortales del siglo XVII? ¿O no Sara más probable que ío que ingenuamente llamamos vida futura sea otro género de vida, sin sentidos ni tiempo, que valdría mejor llamar vida eterna L K A clave. de todos estos problemas pudiera b i e n estar an un hacino que, aun ferozmente c o m b a t i d o por muchos, quizá casi todos los trrteteotuales modernos me parece llevar c o n s i g o una f u e r z a formidable da convicción. El u n i v e r s o tiene un Creador, el cual, en ciertos lugares adecuados, instala la vida, formada de minerales, vegetales y animales regidos por Su inteligencia, voluntad e iniciativa; este Creador comparte has ta cierto punto su creación con el espíritu humano (y aunque mucho más modestamente, con el de animales y plantas) El hombre lleva, pues, en su ser un elemento divino y por lo tanto inmortal; pero no parece posible dudar en la mortalidad del cuerpo y de todo aquello que aun sin ser corporal de sustancia lo es por función (visión, audición, olfato, gusto, tacto) La Muerte se lleva todo lo que no es divino y restituye lo divino a su Creador. Creo que esta tesis peregrina puede defenderse con argumentos fundados en la observación y admisibles para fa inteligencia. Creo también que esta manera de pensar es muy superior a la de los biólogos mecanicistas, y no desmerece de la de los creyentes. En efecto, ante la Muerte, la tas te peregrina da por muerto todo lo no divino y por salvado todo lo divino en el hombre. La raya divisoria está bien clara y su criterio no deja lugar a duda; parece además natural que lo que de Dios viene a Dios vuelva; y de este modo la vida allende se salva de la corrupción temporal. Fragmento de El triunfo de la Muerte de Peten Brueghel, ouadro oonservado en el Museo del Prado. Istas así las cosas, Jas dos ñas de muerte antes descricorresponderían respectlvaíte: a los casos en los que da energía vital o espíritu, o el organismo ya no reside a su directiva y decisión estar dañado por alguna encía o enfermedad; y casos los que ya no queda espío energía vital por haberse sumido toda la que gobera y regfa el ser. ero, de ser así, vislumbranos otra manera de pensar la Muerte no existe, y que siste precisamente en su as to negativo. La vida es algo r q u e se manifiesta como rgfa, movimiento, acción. La irte no es nada, porque sólo un modo de decir ausencia vida Eliminadas las imáes y metáforas que tanta vitad parecen o t o r g a r a la srte en los dichos, tos cueny las artes, la realidad es al menos, compartir este gobierno con el hombre es ei Creador. El biólogo mecaniclsta no acepta aspecto alguno subjetivo en la naturaleza. El primero afirma (a vida eterna; el segundo la niega. El que llamo aquí peregrino, el que ni afirma ni niega, pero aspira a comprender, no tarda en rechazar como incoherente la actitud del científico mecanicista; pero quisiera establecer 4 a suya propia sobre una intuición más sensible a fa inteligencia más moderna que la augusta y soberana de la fe. Para el peregrino, pues, la idea de Ja otra vida parece montada sobre una transferencia de costumbres i n t e l e c t u a l e s ideas, semejanzas, tomadas de esta vida, pero de muy dudosa validez allende. La primera idea que no logra pasar la frontera es la misma de 4 a otra vida. Cesa ésta. Bien. Pero ¿por qué ha de haber otra? ¿De dónde va a venir la madera para rellenar el agujero en la tabla? ¿No se tratará de un mero arrastre de nuestras ideas y hábitos mentales, que en nada corresponde a la realidad del más allá? Que algo así debe de ser lo sugiere el modo cómo las más de de ella tanto como nuestro propio cuerpo que lo recibe. Somos absolutamente incapaces de Imaginar otra vida que no sea como ésta; y cuando soñamos con la inmortalidad o la eternidad o la vida f u t u r a lo que de veras hacemos es imaginarnos viviendo otra vez en ésta. Eso en cuanto al espectáculo físico. Pero pasa lo mismo con el moral- espiritual. La vida que aspiramos a encontrarnos más allá de la muerte, pese a que la llamemos otra vida o vida futura es idéntica a ésta; pero en esta existencia, única que conocemos, nuestra vida se derrama sobre las de ios demás y se llena de ellas; de modo que, ai morir, dejamos aquí buena parte de nosotros mismos dispersa en los que se quedan. Lo que llamamos otra vida, o vida futura, que de elfo nos demos cuenta o no, comprende para nuestra imaginación todo lo que de nuestro ser anda disperso en otros, sin cuyas numerosas luces, contraluces y reflejos nuestra vida futura no tendría sentido. ¿Futura? Este es otro arrastre de lo presente conocido a lo que imaginamos que será la vida allende la frontera. Sin la muerte no existe, del mo modo que un agujero una tabla no existe como lera, sino tan sólo como tal jero, es decir, como la idea, iiseño, el caso de un vacío medio de urv ¡plano de ma- Pero, se dirá, no duraríamos nada. Tanto mejor. Este anhelo de duración, este agarrarse al tiempo, bien claro se ve que es otro arrastre de esta vida a la otra. ¿Qué felicidad, qué beatitud puede haber en un más allá que dure y siga durando con las mismas gentes dando vueltas como peces en pecera? Así consideradas las cosas, la Muerte deja de ser el pensamiento tétrico que a tantos seres aflija para revelarse quizá como uno de ios rasgos más profundos de la Creación, y que de modo más luminoso proclama 4 a sabiduría de su Creador. Salvador DE MADARIAGA De la Real Academia Española 11 II

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