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ABC MADRID 02-11-1972 página 17
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ABC MADRID 02-11-1972 página 17

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página17
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RESPETO, RESPETUOSOS, RESPETABLES E L respeto ha caído en desuso. Es algo que ha pasado con el transcurso de los últimos tiempos. Respetar, ser respetuoso, no está de moda. Supone pertenecer a una generación camp Se pone en parangón con el tango, el polisón y la banda de música en el centro de la plaza pública, mientras pasean en derredor los pacíficos ciudadanos. Observen ustedes y verán cómo el respeto no se lleva. Si habla de ello le dirán en seguida: ¡Qué antipuado! ¿Respeto? ¿Respeto a quién? ¿Y por qué? El respeto, cuando existía, no había que justificarlo; se entendía que habría personas dignas de respeto, y se les tributaba. Más aún, toda persona en determinadas circunstancias y en relación con otra era digna de respeto. Así los ancianos merecían el respeto general, fuera cual fuera la clase social a lá que pertenecieran. Se entendía que habían andado un largo trecho en la vida y se les suponía cansados de luchar y de acumular experiencias, que no siempre habrían de ser favorables. El respeto no significaba ciertamente el realizar actos desusados, sino algo natural que brotaba de los sentimientos de quienes lo practicaban. Bastaba con cederles el paso en la calle, ayudarles a bajar una acera o una escalera, acompañarles en el paso de la calzada, cederles el puesto en tos transportes públicos... No era más de eso, pero suficiente para que los mayores de la sociedad se sintieran respetados por las generaciones más jóvenes, que habían de sustituirles en la andadura, con lo que la sociedad toda, en sus distintos estratos y edades, se sentía más unida y solidaria. Y quien dice de los ancianos dice de las mujeres, cualquiera que fuera su edad o condición. Tan sólo por el hecho de considerar su sexo eran acreedoras de respeto. Mucho más cuando se encontraban en estado de buena esperanza La proximidad de la maternidad era ocasión para tributárselo con mayor atención. Aquel que no lo practicaba era repudiado y abochornado por la sociedad, a la que representaba en cada caso, y sin rehuir de hacerlo, el grupo más cercano que presenciara la omisión. Es que contra el respeto se faltaba por omisión, por no tributar obsequio, veneración o acatamiento a aquel que fuera acreedor a recibirlo. Las faltas por acción eran mucho más graves y el clamor público se elevaba contra ellas, de modo que el que las practicaba se veía obligado a ocultarse para no sufrir la acusación pública. El respeto no es la mera urbanidad y por eso no había manuales de respeto Cada uno sabía claramente lo que debía a los demás, y desde niño aprendía, dentro del contexto social, a practicarlo y a perfeccionarse en su cumplimiento. Ser respetuoso no era un título, pero sí una condición que acreditaba ciudadanía, saber estar en sociedad. Es fácil comprobar cómo el sentido del respeto se ha perdido, a poco que deambulemos por las calles. Unas veces es un grupo de mozalbetes imberbes que se ríen del anciano que arrastra el paso de los años. Viejo, vete a casa; ya es hora de que estés en la cama es lo más suave que oye si, por desdicha, sé tropieza con ellos. Los falsos señoritos tratan de tú con desconsideración, a los camareros y taxistas, y las dependientes de las boutiques de moda hacen lo mismo con sus dientas. El llamar la atención por una incorrección, por una falta de respeto, puede dar lugar a que sea apaleado quien se atreva a hacerlo. El respeto se debía, y se practicaba, a cuantos se consideraba que realizaban una función social de especial importancia: maes- Hoy, el afán de ocultar que se es lo que realmente se es, lleva a una generalización en usos, vestidos y expresiones, que va siendo difícil distinguir un hombre de una mujer, un clérigo de un seglar, un joven de un viejo... tros y profesores, sacerdotes, magistrados, científicos, soldados... y aun en función dst cargo del que estaban investidos. El respeto se traducía en muchos casos en simple atención a su paso, en silencio para el desarrollo de su trabajo, en la preocupación silenciosa por una gestión... No cabe duda que el respeto, si necesita de respetuosos que lo practiquen, también exige respetables, esto es, dignos de respeto. Cabría plantear la misma discusión que- se sostiene vanamente de si fue antes la gallina o el huevo. Porque podemos preguntarnos, en esta falta general de respeto que se observa en la sociedad en que vivimos, si el hecho se debe primera y principalmente a falta de respetuosos o de respetables. Hoy el afán de ocultar, que es lo que realmente se es, lleva a una generalización en usos, vestidos y expresiones que va siendo difícil distinguir un hombre de una mujer, un clérigo de un seglar, un joven de un viejo, un hombre de ciencia de un vagabundo, los honrados de quienes no lo son... Con la indiferenciación cada uno hace lo que quiere, no aquello a lo que está obligado; de ésta forma no necesita respetarse a sí mismo, ni a lo que representa. Luego, cuando quiere lograr respeto para sí mismo, o para 4 a función que ejerce, te es difícil conseguirlo. Lo primero para que haya respeto mutuo, para que los hombres se respeten entre si, es que cada uno se guarde a si mismo el respeto suficiente para actuar y aparecer con la dignidad que su sexo, edad, posición o responsabilidad le obliga a mantener. Si todo da igual, si todos se comportan sin ninguna responsabilidad propia, si se menosprecia el peso que lleva cada actividad, se produce una general distorsión en la que cada uno ignora cuál es su puesto y. el de los demás. La confusión reina, y el respeto aparece como algo inútil, mero formulismo sin sentido ni raíz. Muchas veces he pensado que más importante que la función que se ejerce es la dignidad con que se ejerce. Hay ascensoristas, lavanderas, porteros... que dan a su trabajo una dignidad que les hace respetables y, por el contrario, hay directores de empresa, profesores, a l t o s funcionarios que denigran su misión, a la que hacen perder el respeto que para los demás puede merecer. Más tarde o más teriTbrano la sociedad tendrá que volver a considerar el respeto, el respeto que cada uno debe guardarse a si mismo- -único modo de que los demás lo reconozcan- -y el respeto que se debe guardar para los demás. Y cuando hablo de respeto no hablo de imposición por la fuerza, ni tampoco de coacción. Porque el respeto es algo voluntario, sentido y practicado, porque está en el ambiente. Cuando se pierde el respeto propio y el respeto a los demás, se pierde el sentido de (a interacción social. Respeto que debe ser tanto del superior al inferior como del inferior al superior. Porque aquí no hay ley del embudo. Cuando hay respeto, hay respeto para todos. Cuando se pierde, se pierde para todos y por todos. Y una sociedad sin respetos mutuos está a) borde de 4 a desintegración y de la anarquía. Santiago GALINDO HERRERO

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