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ABC MADRID 31-10-1972 página 3
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ABC MADRID 31-10-1972 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO PRENSA SOCIEDAD POR ESPAÑOLA, ANÓNIMA M D FUNDADO EN 1906 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA ACE ciento cincuenta años nació en Londres un periódico por la iniciativa de un agudo y perspicaz editor llamado mister Henry White. De él se dijo que era tan astuto, que hasta cuando bebía una taza de té lo hacia como estratagema para ocultar un pensamiento o lograr un propósito. White tituló a su semanario el Sunday Times como para dar a entender que le unía algún vínculo con el legendario Times lo cual era totalmente incierto. En 1822 vivía la Gran Bretaña en plena posguerra napoleónica, sin haber iniciado todavía la plenitud victoriana. El pasado 15 de octubre celebró el semanario su siglo y medio de vida corporativa, sin grandes alharacas ni estrépitos. Un sencillo editorial conmemoraba el superviviente aniversario. El periódico tiraba unos pocos cientos de ejemplares al nacer. Unos cuantos miles pocos años después. Treinta mil números en 1915, en plena guerra europea. Y cerca de millón y medio en 1972. Hoy es el semanario más difundido e importante del Reino Unido. Es interesante escuchar lo que ellos dicen como síntesis rememorativa de la efemérides. Un periódico- -escribe el Sunday Times -no debe iuzgarse por la circulación, aunque ello halague a sus lectores. Tampoco por sus beneficios, aunque el beneficio sea necesario para sobrevivir. No se le puede calificar por su influencia, porque ésta es una compleja y difícil cuestión. Solamente podemos juzgarle por el propósito que le anima y- -el fin de un periódico debe ser el de buscar la verdad y exponerla al público, a la sociedad. Después de esta autodefinición crítica, que expone con tan sobria claridad las características de un órgano de Prensa, el editorialista continúa diciendo: El periódico puede tratar de dirigir y de ser justo en sus opiniones, pero nada ha de suplantar su función de servir en una colectividad democrática para procurar información a sus lectores con objeto de que puedan libremente juzgar y elegir. Y aquí es donde empieza la dificultad. Porque aunque se expongan objetivamente los hechos, las opiniones, los discursos o los sentimientos, la suma de todos ellos no es necesariamente la verdad de la sociedad. El gran problema de la Prensa en el mundo no totalitario queda planteado ahí, en su difícil realidad. Las publicaciones periódicas de calidad intelectual y literaria tiene una vida compleja y atosigada. Su independencia es fundamental p a r a cumplir con las tareas informativas esenciales, libres del prejuicio partidista ideológico. Aun en los países de mayor libertad efectiva de Prensa existen notables cortapisas y coerciones para la equilibrada exposición de las cuestiones neurálgicas. Por otro lado es arriesgado, a veces, hablar con demasiada claridad en la sociedad condicionada de nuestros días. Los diarios y semanarios que alcanzan mayor cota de libre objetividad son, en las principales naciones democráticas, escasos y conocidos. Su orientación se mantiene inalterable gracias al esfuerzo coordinado de unos hombres que sienten el periodis- ABC mo no como negocio, sino como vocación. Como algo que se halla integrado en la sociedad a que pertenecen. En un contexto democrático, es decir, no dominado por un grupo o partido totalitario, el periódico es un espejo que no hace sino reflejar con la mayor fidelidad los temas de la comunidad de cada tiempo. Y que recoge las múltiplas aspiraciones, deseos, propósitos, ideas y reformas posibles que surgen de esa misma colectividad como exponente de su dinamismo interior. Un gran periódico no es, por lo común, el órgano de un partido. No deja por ello de mantener opiniones, favorables o adversas, a los programas de gobierno o en torno a los problemas nacionales. El periódico debe comunicarse con el lector más que tratar de representarle: empeño pueril frecuente y ostensiblemente mantenido por gentes que suponen que el número de lectores equivale al número de seguidores en una dirección determinada. El periódico trata de persuadir; pero ello no quiere decir, ni mucho menos, que lo consiga. Suponer que la tirada es el equivalente de la solidaridad ideológica ha conducido, y puede conducir todavía, a errores graves de pronóstico y de computación. A pesar de las teorías mac- luhanistas sobre la primicia televisiva en el impacto psicológico de las masas, la importancia de la Prensa sigue siendo básica en la formación de una conciencia critica en torno a los grandes temas nacionales. La pequeña pantalla es fugaz y verbal en su acción sobre los espectadores. La Prensa es más lenta, más elaborada, de acción profunda y retardada. Lo que se ve y se oye entra en el entendimiento de manera distinta que lo que se lee y se rumia. ¿Habéis hecho la prueba de escuchar una poesía o un trozo de prosa de alta calidad y cotejarlo después con una lectura reposada? Cien matices de forma y de fondo escaparon a la impresión auditiva primera. Y además el periódico es un hábito que sedimenta a lo largo de sus números el poso de sus opiniones sobre el ánimo del lector. Quedan pocos grandes periódicos en el mundo capaces de llenar adecuadamente R E D A C C 1 0 JN ADMINISTRACIÓN Y T A L L, E B 1 E S SERRANO, 6 1- MADRID H UN PERIÓDICO Abra mercados a sus producios anunciándose en la Edición Semanal Aérea de ABC. la función de orientar al lector para que forme su propio criterio a través de la honestidad informativa y de la independencia de los periodistas encargados de analizarla y exponerla. Los costos son crecientes. Las fronteras con que tropieza la probidad noticiosa, más cerradas e intransitables cada día. Los problemas de la publicidad, más complejos y a veces contradictorios. Los que se mantienen en pie- -como el Sunday Times -con gigantescas tiradas acaban convirtiéndose en instituciones nacionales que operan a nivel superior al de la discrepancia de las banderías políticas. Recordaré siempre lo que eran La Prensa y La Nación en 1948, en Buenos Aires: bastiones de la libertad de criterio frente a la espesa presión gubernativa. O la ciudadela del New York Times en Nueva York, donde con exquisita cortesía se recibía, en los años cincuenta, a ministros y embajadores españoles para someterlos en la sobremesa a un delicioso coloquio crítico salpimentado del mejor humor anglosajón. Y a los dos grandes rotativos franceses Le Figaro y Le Monde que habían sido entregados para su explotación editorial, después de la liberación de París, a dos equipos redaccionales que presidían, respectivamente, Pierre Brisson, con su rico equilibrio cultural y humano, y Hubert Beuve- Merg, con su fría y cartesiana dialéctica apoyada en una universal información. Mantuve con ellos una excelente y continuada relación que me permitía seguir al detalle los entresijos de la vida política francesa. Era notable la independencia de estos hombres que, al fin y al cabo, debían al general De Gaulle, presidente del Gobierno provisional de 1944, su entronización en aquellas rectorías tan decisivas. Pues bien, en 1960 y 1961, al arder el incendio de la guerra de Argelia con sus peores llamaradas, cuyas chispas llegaban al hexágono francés, ambos periodistas mantuvieron su independencia crítica total frente al general y a su Gobierno por entender que la suya era una tarea de signo nacional que debía dirigirse a toda la opinión y no canalizarse a través del vidrio coloreado del partidismo. El periodismo, ¿debe hacer crónica de lo cotidiano o perspectiva de más largo alcance? El editorialista del Sunday Times apunta así el tema: La Prensa debe utilizar sus recursos independientes y su iniciativa propia para explorar más allá del suceso diario trayendo los males y los problemas de la sociedad a público debate antes de que broten en ella los gérmenes de la desesperación y de la violencia. ¿Quién objetaría a tan razonable propósito, que por sí solo enaltece a un periódico y lo convierte en instrumento vital para la coexistencia política de los hombres? La P r e n s a nacional, como foro abierto de discusión responsable, ¿no es la condición necesaria de la sustancia democrática de un país? ¿No es también una gran verdad aquella que proclamó don Gregorio Marañen cuando calificó a la Prensa de un país libre como el más fuerte factor de cultura de la colectividad? José María de AREILZA

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