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ABC MADRID 27-10-1972 página 124
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ABC MADRID 27-10-1972 página 124

  • EdiciónABC, MADRID
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y poesía, cada día Todo el grupo Espadaña vivió muy hondamente el tema de la muerte con molges casi sievipre tremenüistas. No falta ése realismo desgarrado en la poesía de Victoriano Cremer, que unge, sin embargo, el tema de un cierto humorismo levemente macabro. Réquiem ¿Y ES ESO SOLO LA MUERTE? ¿Y es eso solo la muerte: un carro de ruedas negras y dos caballos redondos coceando las estrellas? Yo conozco al del pescante, que se bambolea, con la fusta desflecada y agria y un amarillo peluquín de cerdas. Le conocí en la taberna. Bebía por borrarse de la boca un áspero sabor de tierra muerta. (Con sus bigotes de morsa y su manojo de esquelas. ¡No tan aprisa, monago ¡que este viaje tiene espera, y dejas atrás al cura y al carro con lo que lleva! Está la tarde tan larga y tan quieta... En los altos pastos azules se sacian ovejas secas. a tu tacto de lija. Y fue inútil el grito con que el alma azuzó iush entrañas con su prisa, y el galopé de hierro de la sangre tascando sus espumas y tus bridas, Fue inútil que el cabello se buscara la huida por la fresca maraña de los sesos; y que las secas órbitas rechinaran los goznes como espadas amarillas. Y que el aire ciñera tu revuelo taurinamente. (Había un goloso sabor a muerte y humo entre piedras y ortigas. Y tú no sentiste nada. No podías. Era el aire y el sol recién y el beso que no diste; y las lustrosas como yeguas; y el sepultando en sus ruinas tus huesos temblorosos como nacido; pupilas recuerdo juncos. MUERTE INCREIDA No la supiste ver. Te estorbaron el aire y las pupilas, y la sangre, hebiéndote caminos; y la tralla del día. Estaba frente a ti, exactamente como un mármol o un sol de escarcha y lluvia, destrenzado en arroyos y melenas. No la supiste ver. No; no podías. Te hostigaba la luz impíamente contra muros de cal y de saliva. Pensabas en el pájaro rabioso- -blando y frenético borbotón de ira- -que esgrime su piqueta contra un cielo de ceniza. Te asediaba el recuerdo como un toro sin divisa: denso y sucio como agua, resbalando a paso de banderillas. Tan cercana la muerte, que su labio, hecho beso de arcilla, reclinaba en tu boca como un rayo sobre el duro cristal del mediodía. Y tú no podías verla. No podías. Te esgrimías, ausente de ti mismo, como un dardo de sangre y teorías, obstinado en fijar el movimiento de la tierra; que hundía su insensible joroba de camello Era la voz amiga jugando a desclavar de tus paredes sus primeras sonrisas. La Muerte, frente a ti, tímida y sola, desprendió de su vientre la camina y se te dio un momento, corno un rayo, desnuda y fría. ¡Ay madre (Sobre dos charcos de sangre ie navegan las hormigas. Victoriano CKEMHR

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