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ABC MADRID 15-10-1972 página 230
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ABC MADRID 15-10-1972 página 230

  • EdiciónABC, MADRID
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Estos son los versos de Marilyn Morlroe dados a conocer por su amigo Norman Roster diez años después de su muerte. En ellos se refleja la angustia de la actriz. CUANDO TODO LO QUE YO QUIERO EN EL MUNDO ES MORIR Noche de la noche- -apaciguada- -tenebrosa- -refrescante- -al aire parece diferente- -La noche no tiene ni ojos ni inexistencia- -silencio salvo para la noche. Vida... Yo pertenezco a tus dos direcciones Viviendo casi cabeza abajo como una telaraña en el viento Y cuando hiela no existen más ue esos rayos de perlas ue yo he visto pintados. Más débil que una telaraña yo más pura que ninguna... pero ella está atada y ha aguantado los vientos fuertes Vida... en algunos instantes siento que pertenezco a tus dos direcciones casi con la cabeza abajo pues tus dos direcciones me arrastran. De cuando en cuando yo voy rimando pero no esgrimáis esto contra mí... ¡Ah! ¡Basta! al diablo si no soy capas de vender lo que yo os digo. Esto que me preocupa Beüesas corrompidas simple. Para ella, personaje múltiple y contradictorio, este empeño resultaba invencible, incluso después que la muerte transformó su vida en destino, según decía Malraux. La misma Marilyn reconocía: -Una mujer debe sufrir a un hombre. Y el hombre debe ser fuerte. Esto es ser masculino o femenina. Yo creo que es terriblemente importante sentirse femenina, obrar como una mujer. Los hombres tienen necesidad de que las mujeres sean femeninas. Estos son propósitos que podían figurar en un manifiesto del Women s LID el movimiento americano para la liberación de la mujer. Y es lo que ha animado a la revista M. S. portavoz del movimiento, a dedicar su portada del mes de agosto y una parte del número al recuerdo de Marilyn, en el décimo aniversario de su muerte, con esta advertencia: Diez años después de su muerte, ella comienza a revivir. Todas las mujeres contemplan su vida y su obra con otros ojos. Ella era una de las mujeres con más fuerza humana de este siglo, pero esta fuerza no le pudo servir para ayudarse a sí misma. Nosotros comenzamos a tomar su existencia en serio, a mirar su vida y a decir: ¿Por qué? Deseos corrompidos sus pensamientos rechazados atites de que muera y piense que todo ha sido inútil. Bajo el sauce llorón yo me tendía de pie bajo sus ramas floreciste y al fin me abrasaste Cuando la arena y ¡a tierra del viento nos tú me abrasaste. asotó He dejado mi casa de madera verde y ruUna cama de terciopelo azul gosa Fíe soñado desde entonces con un bosqueciUo verde oscura brillando A la izquierda de la puerta Bajando por el camino Y clic- clac, y clic- clac. La muñeca en su coche sorteaba los charcos... Nosotros marcharemos muy lejos No llora, mi muñeca No llora Te cogeré, te meceré para dormirte ¡Chitan 1 yo fingo que tu madre murió ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Socorro! Siento que la vida se acerca citando todo lo que deseo en el mundo es morir. Marilyn MONROE aquel tormento era la aversión que ella creía que inspiraba a las demás mujeres. Pensaba que más de la mitad de las mujeres de todo el mundo la detestaban. Precisamente las que hoy la reivindican. En M. S. Diana Trilling escribe lo siguiente: -El día que murió, uno de los sentimientos más dolorosos que sufrieron todas las mujeres, era que ellas la hubieran podido ayudar. Pero ella no nos conocía. Ella no nos podía llamar en su auxilio. Según M. S. Marilyn fue una víctima de la alienación femenina, de la tra- B dicional y funesta preeminencia de los hombres. No se pudo resistir a las burlas que provocaba su sed de cultura, de expansionamiento intelectual. Los hombres se extasiaban cuando decía: ¿Por la noche? Yo llevo el número 5 de Chanel. Y se reían cuando afirmaba: Me gustaría interpretar a la Grouchneka de Los hermanos Karamazov Esta dependencia se afirmaba aún más en sus incertidumbres. La consciencia de su belleza, de sus atractivos físicos, le llegaba siempre del exterior, del éxito de una película, de los silbidos admirativos de los hombres. Cuando llegaba el momento de un auténtico amor físico, ella se sentía llena de vida, posesa de un inmenso gozo que no podía cambiar. Esta es una de las paradojas de la estrella la contradicción entre su imagen de criatura universalmente deseada que salía en las pantallas, y sus debilidades de mujer como las otras que, incluso, podían ser más jóvenes, más bellas y más encantadoras. ¿Sería hoy diferente? Según M. S. las mujeres la verían con otros ojos. Por fin, ellas tienen otra visión de la vida de Marilyn y de su destino. Su nueva confianza en ellas mismas, y su misma fuerza social, ¿habrían valido para ayudar a una mujer de treinta y seis años que veía declinar su atractivo físico? Poetisa de la angustia y de la muerte M. S. no responde positivamente a esta cuestión, que, sin embargo, deja entrever que podría resultar tarde para Marilyn, acostumbrada a sufrir en su infancia la ligereza y la bajeza de cuantos hombres la rodearon. Norma Jean Mortenson, el verdadero nombre de Marilyn, era hija ilegítima de un hombre que no le dio nunca otra cosa que no fuera su nombre. El primer recuerdo que ella tenía de un hombre fue el de su abuelo materno arrojando un pequeño gato a la calefacción en un acceso de cólera. A los dieciséis años se casó porque su familia no podía alimentarla. Durante toda su vida ella pensó que dependía de la buena voluntad o del deseo de los hombres. Incluso con Arthur Miller, que, con un rasgo de orgullo desmedido, le conminó a poner todo en común, salvo sus creaciones literarias. Las afrentas son como las pruebas. Una vez que se sufren te hacen más vulnerable. Se ignora verdaderamente si Marilyn quiso suicidarse. En 1962 ella estaba fatigada, terriblemente fatigada. Puede Dos momentos evooativos de la gran actriz desaparecida: Marilyn Monroe, fortaleciendo su frágil salud oon unos baños en Nevada. A la dereoha, en sus vaoaolonas en Amagansett, durante su noviazgo oon el autor Arthur Miller. Atormentada poi su condición efe sex symboh Durante toda su vida, M a r i l y n fue atormentada por su condición de sex symbol Tormento de donde partía su búsqueda d o l o r o s a de otra cosa Al principio el matrimonio, después la cultura. Ella quería aprender, leer. Confusamente pasaba desde Dostoievski al psicoanálisis y a ese verbo hecho carne llamado Arthur Miller. Una de las razones de 102

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