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ABC MADRID 15-10-1972 página 112
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ABC MADRID 15-10-1972 página 112

  • EdiciónABC, MADRID
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...y poesía, cada día No existe apenas el tema de la muerte en la primera parte de la obra de Pedro Salinas, un chorro de vida toda ella, un canto, sin alternancias, a la alegría de existir. Y, de pronto, como un estallido, su poema Cero inspirado en el terror atómica. IM bomba, la muerte es el cero total. Y el poeta se rebela y grita. Dos fragmentos de ese gran poema forman hoy nuestra página. Réquiem CERO II Muerto inicial y víctima primera: lo que va a ser y expira en los umbrales- -del ser. ¡Ahogado coro de inminencias! Heráldicas palabras voladoras- ¡pronto! ¡en seguida! ¡ya! nuncios de dichas colman el aire, lo vuelven promesa. Pero la anunciación jamás se cumple: la que aguardaba el éxtasis, doncella, se quedará en su orilla, para siempre entre su cuerpo y Dios alma suspensa, ¡Qué de esparcidas ruinas de futuro por todo alrededor, sin que se vean! Primer beso de amantes incipientes. ¡Asombro! ¿Es obra humana tanto gozo? ¿Podrán los labios repetirlo? Vuelan hacia el segundo beso; más que beso, claridad quieren, buscan la certeza alegre de su don de hacer milagros donde las bocas férvidas se encuentran, ¿Por qué si ya los hálitos se juntan, los labios a posarse nunca llegan? Tan al borde del beso, no se besan. Obediente al ardor de un mediodía la moza muerde ya la fruta nueva. La boca anhela el más celado jugo; del anhelo no pasa. Se le niega cuando el labio presiente su dulzura la condensada dentro, primavera, pulpas de mayo, azúcares de junio, día a día sumados a la almendra. Consumación feliz de tanta ruta, último paso, amante, pie en el aire, que trae amor adonde amor espera. Tiembla Julieta de Romeos próximos, ya abre el alma a Calisto, Melibea. Pero el paso final no encuentra suelo. ¿Dónde; si se hunde el mundo en la tinieblá, si ya es nada Verona, y si no hay huerto? De imposibles se vuelve la pareja. ¿Y esa mano- ¿de quién? la mano tranca blanca, en el suelo, sin su brazo, huérfana, que busca en el rosal la única abierta, y cuando ya la alcanza por el tallo se desprende, dejándose a la rosa, sin conocer los ojos de su dueña? ¡Cimeras alegrías tremolantes, gozo inmediato, pasmo que se acerca: la frase más difícil, la penúltima, la que lleva, derecho, hasta el acierto, perfección vislumbrada, nunca nuestra! ¡Imágenes que inclinan su hermosura sobre espejos que nunca las reflejan! i- l ¡Qué cadáver ingrávido: un mañana que muere al filo de su aurora cierta! Vísperas son capullos. Sí, de dichas; sí. de tiempo, futuros en capullos. ¡Tan hermosas, las vísperas! ¡Y muertas? Lo que era suma en un instante es polvo. ¡Qué derroche de siglos, un momento! No se derrumban piedras, no, ni imágenes; lo que se viene abajo es esa hueste de tercos defensores de sus sueños. Tropa que dio batalla a las milicias mudas, sin rostro, de la nada; ejércit 4 que matando a un olvido cada día conquistó lentamente los milenios. Se abre por fin la tumba a que escaparon; les llega aquí la muerte de que huyeron. Ya encontré mi cadáver, el que lloro. Cadáver de los muertos que vivían salvados de sus cuerpos pasajeros. Un gran silencio en el vacío oscuro, un gran polvo de obras, triste incienso, cantor inaudito, funeral sin nadie. Yo solo le recuerdo, al impalpable, al NO dicho a la muerte, sostenida contra tiempo y marea: ese es el muerto. Soy la sombra que busca en la escombre Con sus siete dolores cada una mil soledades vienen a mi encuentro. Hay un crucificado que agoniza en desolado Gólgota de escombros, de su cruz separado, cara al cíelo. Como no tiene cruz parece un hombre. Pero aulla un perro, un infinito perro- -inmenso aullar nocturno ¿desde dónde? -Voz clamante entre ruinas por su Dueño. Pedro SALINAS

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