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ABC MADRID 15-10-1972 página 15
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ABC MADRID 15-10-1972 página 15

  • EdiciónABC, MADRID
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Pissaro, Sisley... a precios irrisorios. Pero el matrimonio las r e c h a z ó diciendo: Queremos hacer una operación segura, sin el menor riesgo. Necesitamos, por tanto, pintura de verdad, algo tan sólido como la Royal Dutch En r e s umidas cuentas, Vollard vendió a sus clientes una composición de Detaifle en la astronómica suma de 60.000 francos de la época. Veinte años después, ese cuadro- valor seguro no valía un céntimo y los esposos en cuestión, ya cincuentones, n o s e perdonaban el haber dejado escapárseles los Cézanne y demás. Esta historia ilustra a la perfección la ceguera de los burgueses, ceguera que, lejos de limitarse al arte, como pudiera creerse, afecta a toda la vida. Los burgueses, tenga esto en cuenta, s o n todos unos soñadores. Pese a que presumen de no preocuparse sino de su situación o de sus intereses, se dejan dominar por sus sentimientos o p o r su instinto. Ahora bien, como sus sentimientos suelen ser mediocres y su instinto falso, les acaec e n terribles catástrofes. Lo que más Los artistas no creen más que en su trabajo. me extraña es la conLlegan lentamente, tras interminables juventu- fianza ilimitada que des de estudio y pobreza. Un artista es lo oontra- les inspiran las genrio de un jugador. Es el tesón personificado. tes indelicadas que, abusando de su ingenuidad, les despluman sin piedad alguna. L a s novelas de Balzac contienen le ofrecen a un joven. Y a mis padres, plo mi talento de dibujante? Pues bien, no pocas deplorables. aventuras de este por cierto, les sucedía otro tanto. Fuera he aquí lo que me ha sido dado compro- tipo. de la contabilidad, el mundo no existía bar todos los niños que se me ponían coAl lado de esto, admire la prudencia para ellos. Vivían en un agujero. ¿Cómo mo modelo han acabado mal. de los artistas. No creen más que en su yo, que no había salido nunca de ese agu ¡Cuántos primeros premios de tema trabajo. Llegan lentamente, tras intermijero, hubiese podido pensar en otra co- griego he visto morir en el patíbulo! nables juventudes de estudio y pobreza. sa? Para satisfacerles, opté, en fin, por ¡Dios se apiade de aquellos desgracia- Un artista es lo contrario de un jugador. matricularme en la facultad de Derecho. dos dechados de virtudes Y es que, Es el tesón personificado. Por haber suAllí malgasté, -irremediablemente, t r e s amigo mío, los burgueses sienten una bido los peldaños del mundo uno a uno, años de mi existencia, tres años de mi pre- marcada predilección por los canallas, los sin olvidar ninguno, sabe muchas cosas ciosa juventud. ¡Sólo Dios sabe lo que incapaces, los inútiles, los aprovechones, y no es fácil engañarle en lo tocante a la yo me aburrí entre los dieciocho y los los estafadores de toda ralea. Resulta mercancía humana. Yo, aquí donde usveintiún años! Tanto me aburrí que mi aleccionador a este respecto que, de los ted me ve, olfateo un estafador a cien pintura pagó las consecuencias. Nunca, cincuenta muchachos a los que traté entre kilómetros de distancia, y, sin embargo, en efecto, pinté peor que entonces. ¡Me- los cinco y los veinte años, únicamente no tengo la menor idea de lo que es el nos mal que mi vocación era sólida! Ella se me citara, a modo de emulación, a dinero. En los diez años que llevo vime sacó del atolladero... Hoy en día me los seis auténticos fracasados del gru- viendo en esta casa, puedo asegurar que gano la vida tan bien como un reputado po. No los he perdido de vista: uno fue ni una sola persona de moralidad, coscirujano, y mis padres, quienes, por for- fusilado en 1945 por traición, otro se ha tumbres o carácter dudosos ha franqueatuna, siguen aún viviendo, expli c a n a declarado en quiebra tres veces, el ter- do jamás su umbral. cuantos quieren escucharles lo maravillo- cero mató a su mujer porque ésta le enCocteau so que es tener un hijo artista, un hijo, gañaba, el cuarto se halla recluido en tas no gondecía que los verdaderos poesoñadores. Compréndese ello añaden, cuyas disposiciones artísticas no- un manicomio, el quinto tiene ocho hi- fácilmente porque la poesía es una mesotros cultivamos desde que tenía doce jos y vegeta en Dakar en las oficinas cánica complicada. Cuesta tanto lograr años. del Registro, y, en fin, el sexto ha veni- un verdadero poema como fabricar la Se me ha olvidado decir que, en mis do hace ocho días a venderme un aspi- maquinaria de un reloj. Tan difícil es obtenerlo como ganar una batalla. Creo que, años de niñez, no se me dejaba un ins- rador. tante de citar cuál ejemplo o tal o cuál Vollard, el vendedor de cuadros, cuen- de ser un burgués, le diría a mi hijo: compañero mío de clase que dominaba ta en sus Memorias que un día, allá Si quieres que te autorice a entrar en la la geografía, adoraba a su madre o había por 1900, recibió la visita de un joven Escuela Politécnica, construyeme primesalido vencedor de este o aquel concurso matrimonio burgués deseoso de colocar ro un verdadero poema. periodístico. Me sacaba esto de quicio. sus ahorros en la pintura Vollard les ¿Por qué no se citaba jamás como ejem- propuso obras de Cézanne, Van Gogh, Jean DUTOURD L pintor P. que posee talento, y un talento reconocido, me habló la otra noche de él. -Comencé a pintar a los doce años, dijo. Naturalezas muertas, paisajes y hasta retratos. Sólo me gustaba pintar. No cabía duda de que obedecía a una vocación. Disgustaba ello mucho a mis padres, que formaban parte de la pequeña busguesía del barrio. Mi padre era contable. Creía que ejercía la más bella profesión del mundo. Mejor dicho, casi la más bella: colocaba aún por encima la de administrador. Quería que yo me hiciese administrador, que tuviese la vida que él no había podido tener. No me dejaba, por eso, en paz en mis estudios. Naturalmente, yo era nulo en matemáticas. No sé todavía hacer una división. En francés, las cosas iban algo mejor, pero mis padres estaban obsesionados con las matemáticas. Por más ceros que coleccionaba en esta asignatura, nada ni nadie les convencía de que no me entrarían un día en la cabeza Fue ésta la primera quimera burguesa que pude observar en la vida. Si mis padres hubieran tenido un adarme de buen juicio, me habrían sacado del Liceo y, a continuación, me habrían hecho entrar en la Escuela de Bellas Artes. Pero ¿a quién se le puede ocurrir ser artista? Mi padre, en todo caso, no lo concebía. Quería que yo tuviese una verdadera profesión, una profesión que me asegurase la existencia. A los dieciocho años, y en posesión del título de Bachiller (de recordar tan sólo el trabajo que me costó obtenerlo se me pone la carne de gallina) hubo, pues, que tornar una decisión. Mi nulidad en matemáticas me cerraba para siempre los caminos de la alta contabilidad. -Yo no soy un ogro- -me dijo el autor de mis días- No quieres ser contable: elige otra profesión. -Pintor- le respondí. -Hablemos seriamente- -continuó mi padre- Abogado, médico... ¡conforme! Pero... ¡pintor! ¡Estás loco, hijo mío! Era yo un muchacho tímido y sin gran imaginación. Desconocía por completo las doscientas o trescientas carreras que se EL ARTISTA POR SI MISMO

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