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ABC MADRID 21-09-1972 página 107
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ABC MADRID 21-09-1972 página 107

  • EdiciónABC, MADRID
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NTE un público infantil, que llena a rebosar los graderíos, dos payasos hacen reír a la concurrencia. El más pequeño de ambos dirige significativas miradas cómplices al público, que da muestras de estar identificado con él. Representa a un peluquero vietnamita manejando con destreza una larga navaja de afeitar. Al otro le hr, tocado el papel de malo s un militar norteamericano. Metido en un ancho sillón le da vueltas a Uti enorme ganóte mientras mastica chicle hasta que se le descoyuntan las mandíbulas. La caricatura puede resultar un poco burda, pero los personajes están bien r e p r e s e n t a d o s Al término del sketch el peluquerillo, patriota por encima de todo, hace poner pdes en polvorosa al hombre del garrote. Los aplausos son incesantes... Estamos en el circo de Hanoi, un domingo por la tarde, en vísperas de que el general Giap lanzara la ofensiva general que volvió a llevar el tema vietnamita a las primeras páginas de todos los periódicos del mundo. Era el día siguiente a mi llegada a la República norvietnamita, donde se me autorizó a permanecer durante ocho días en calidad de turista. A LA VOZ DEL GOBIERNO Hanoi produce sobre el recién llegado una impresión muy fuerte. Desde las seis de la mañana una legión de bicicletas pueblan calles y avenidas: millares de ciclistas se trasladan silenciosamente a sus lugares de trabajo; es tina multitud hormigueante, laboriosa, pero tranquila. Sólo se escucha, de cuando en cuando, el claxon de un taxi o el de un coche oficial. Eso es todo. No hay nada que nos recuerde la exuberancia y el ruido que constituye el encanto de numerosas ciudades del Asia. El espectáculo de las calles de Hanoi ofrece un sentimiento de uniformidad que se debe especialmente a- la monotonía del vestuario y a la pobreza de los colores. Los hombres llevan monos azules y el casco colonial, que en ningún lugar como en éste ha conseguido imponerse de manera tan rotunda. Las mujeres siguen fieles al pijama negro y al sombrero cónico de bambú trenzado. No hay extravagancia alguna. Ni en el vestido ni en las actitudes. Los habitantes de Hanoi viven desde hace más de veinticinco años en estado de guerra y esto se refleja en la austeridad. Tras los gestos apacibles, tras las miradas enigmáticas, se esconde la firme decisión de todo un pueblo. Se observa la permanencia de las virtudes tradicionales de los tonquineses: la inteligencia, la valentía, el sentido de la disciplina. Desde las seis de la mañana una legión de bicicletas pueblan calles y avenidas: millares de ciclistas se trasladan silenciosamente a sus lugares de trabajo; es una multitud hormigueante, laboriosa, pero tranquila. Se ha mejorado la producción, pero la industrialización está muy lejana. Tres coartas partes de la población es rural garantizan su apoyo a los soldados vietnamitas. La leyenda dice: Todos unidos hasta Ha victoria. Estos métodos de información, que no son ciertamente nuevos, no descuidan ningún aspecto de la vida cotidiana. A veces las pinturas murales exaltan la solidaridad de muchos pueblos del mundo con la causa vietnamita, o se estimula al pueblo a producir más para alimentar al combatiente o, incluso, se recomienda que se incremente la cría del ganado porcino. Por este procedimiento la voz del Gobierino alcanza a todo el territorio de Vietnam del Norte, hasta e rincón último del más apartado arrozal; es una voz que se multiplica en miles y miles de carteles que ponen en pie las energías nacionales para lograr algunos objetivos que se consideran esenciales. EL COLOR, RESERVADO PARA LA PROPAGANDA No es que el color haya desaparecido de las calles de Hanoi. Pero, como si se quisiera subrayar su valor, el color sólo se reserva con un fin exclusivo: la información y la propaganda. En algunos lugares estratégicos- -como alrededores de industrias, barrios comerciales, lugares de paseo- los muros aparecen cubiertos de inscripciones de colores agresivos: son los slogans las fórmulas, las órdenes. La guerra constituye el tema central de estas colosales pancartas en las que, dentro del más puro estilo de fusiles con flores jóvenes y hermosas milicianas, con lá sonrisa en los labios y el arma en el hombro, FACHADAS SIN REVOCAR Es domingo por la mañana en Hanoi. El Volga negro que la Agencia Turística del Vietnam ha puesto a mi disposición me lleva de un extremo a otro de la ciudad. La ¡multitud deambula por las anchas y sombreadas avenidas, invade los parques; un niño hace sus primeros tanteos de andar; los monos del jardín botánico ingieren cantidades masivas de cacahuetes. En el Parque de la Juventud, uno de los más hermosos de la capital, las parejas buscan un poco de aislamiento; hay una radio que lanza viejos sones de jazz Estoy ante imágenes apacibles e insólitas... No acabo de comprender bien si estoy en Hanoi, el corazón de un país marcado por una guerra que acarrea un cortejo de miseria y de sufrimiento. Luego de nuevo al centro de la ciudad, cerca del lago Hoan Kiem. Una pequeña pasarela conduce al Templo de la Espada Restituida que toma su nombre de una misteriosa leyenda según la cual gigantescas tortugas dialogan con los emperadores y con los dioses. Un grupo de niños pasa a mi lado entonando canciones revolucionarias. Son muy pequeños y llevan uniforme blanco con un pañuelo rojo alrededor del cuello. Vuelven del estadio municipal donde han participado en una manifestación patriótica. (Todas las manifestaciones patrióticas tienen un destinatario único: los norteamericanos. Un poco más allá, junto un economato a estatal, la gente se informa de la situación militar. Un inmenso mapa reproduce la evolución del frente en el sector de Quang Tri. El avance de la trepas norvietnamitas está señalado con flechas ¡rojas y esta información gráfica se completa con la que lanzan los altavoces de la radio oficial, que dedica numerosos boletines y comunicados al conflicto bélico. Tantos años de guerra en el primer plano de las preocutpaciones del pueblo vietnamita han determinado una influencia directa en la vida cotidiana, en su estilo de vida, y han condicionado sus reacciones. Está la guerra tan estrechamente vinculada al decorado vital que casi no se la advierte. Pero puede surgir en cualquier momento. En los tejados vigila la Defensa Antiaérea. Los niños juegan en los refugios individuales, simples agujeros hechos en la f calzada o en las aceras. En muchos barrios se advierta la huella desoladora de la guerra: así el de Gia Lam, donde, junto a una fábrica desmantelada e inutilizada por 1 bombardeos, yacen los esqueletos de viejas

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