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ABC MADRID 20-09-1972 página 17
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ABC MADRID 20-09-1972 página 17

  • EdiciónABC, MADRID
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ca, y que sus orlas, poco más o menos, venían a decir: el orgullo español, abatído por el valor inglés Argumento que el virrey Eslava devolvió con la entrega de centenares de prisioneros, enfermos del vómito negro que traducido se interpretó: la caridad española, a la osadía de Vemon También los fuertes de la Canal de Bocachica, testigos de episodios que ennoblecen las heráldicas hispanoamericanas, se han movilizado. Sus ruinas, sacudida la indolencia, han recobrado el pulso y por sus adarves, cabe en las bóvedas, se nercibe el hálito del feliz milagro. Los de San Juan de Puerto Rico, el castillo San Felipe, de El Morro, ante el que el celebérrimo Prancis Drake, según nos cuenta Lope de Vega en su Dragontea sintió el espanto: la bala ardiente acierta de tal suerte, que niñee y él cenaron con la muerte. Y el San Jerónimo del Boquerón, escenario del cambio de misivas entre el almirante Henry Harvey y el capitán general don Ramón de Castro, en el año 1797, en la última batalla de la guerra de los Cien Años del Caribe. Veía Harvey desde las proximidades, al frente de una poderosa flota de sesenta y ocho Belas y 8.000 hombres, ondear la bandera de Francia junto a la española. Con flema y humor despachó un edecán con el escrito: Dicen que esa tierra pertenece al Bey de España, pero al distinguir el Pabellón de Francia, quiero me diga, ¿contra qué bandera he de luchar? A lo que Castro, sin demora, respondió: Señoría, para obviar dudas, mando arriar el Pabellón de Francia, nuestra aliada, y sepa que contra la que ha de combatir es contra la bandera del Rey de España, mi amo, y así me dará ocasión de recordarle su visita a Penzacola y el Willage. Hoy los fuertes de Puerto Rico, convertidos en museos, son presencia y recuerdo de España en el Caribe. Los de Portobelo, en Panamá; el castillo Santiago de la Gloria- -partido en su mitad por el incalificable trazado de moderna carretera- el Teodofierro, cuyos sillares fueron aprovechados para instalaciones comerciales hoy abandonadas. Quedan el San Jerónimo, el San Fernando, las casas- fuertes, los restos del San Cristóbal, de los que guardaban la hermosa bahía donde Colón tuvo impresionante alucinación, pues, casi ciego, enfebrecido por te gota, escribía a tos Monarcas: Hoy, sobre la cubierta de mi nave, he visto la figura del Creador. En Portobelo se celebraban las inolvidables Ferias de Ultramar, Theatro del Mayor Mercado del Orbe Aquí acudían las flotas yentes o venientes de la metrópoli, para trocar mercaderías procedentes del Perú, de Nueva Granada, de Acapulco y hasta de la China, después de atravesar el istmo y la selva a lomos de recuas de muías; la famosa vena de oro cuyo pulso tocaron tantas veces los dedos de la piratería y por donde transitó, en caminada decorosamente recordada, aquel Morgan asaltador e incendiario de Panamá. Y allí mismo, en la boca de la bahía de Portobelo, Drake, muerto, fue arrojado al mar en caja de hierro que bajó hasta su fondo, dejando para siempre unida su memoria con la más hermosa sepultura del hombre del mar. Y, por último, el fuerte San Fernando de Omoa, en la costa norte de Honduras, antiguo litoral de las Hibueras, por donde Colón buscaba el paso al Mar de Cathay, que. años más tarde los ingleses, dueños de Belice cerraron ayudados por lqs miskitos y zambos, en angustiosa tenaza que pretendía cortar el cordón de los entonces Dominios de España. Omoa, nació para impedir el atropello, por eso en las piedras del San Fernando escribió el capitán general don Matías de Gálvez, para solemnizar su victoria en 1779, las dos palabras más cortas de la guerra, Yo Solo las mismas que Carlos n i ordenó pasasen al mote de su escudo. Ahora el fuerte San Fernando, enfermo de cavernas que han minado sus bóvedas y su resistencia, ha escuchado el eco de las trompetas; por eso los esfuerzos de su gobierno y la Organización de Estados Americanos. Se dará la batalla para combatir su pérdida y ganar el triunfo de la nueva economía turística, herencia positiva de España, como asevera el ministro de la Presidencia, don Guillermo López Rodezno, pero a través del Arte y del recuerdo de la gran historia de los pueblos de América. Juan Manuel ZAPATERO Sobre estas líneas, el fuerte San Jerónimo de Portobelo, en Panamá, cuyos cañones hicieron imposible el corte de los antiguos dominios de España. Abajo, el fuerte San Fernando de Bocachica, que con los de San José y El Ángel guardaban el paso a Cartagena de Indias

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