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ABC MADRID 10-09-1972 página 157
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ABC MADRID 10-09-1972 página 157

  • EdiciónABC, MADRID
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tro al salir por los callejones a klng s Stables Road me confirman lo que ya dije: que 1 Tanner s Cióse, con sus mataderos y tenerías adyacentes fue totalmente incluido en el nuevo gran edificio recién terminado entre la calle West Port, la King s Stables Road y el cruce Main Point. Por suerte, tras tantas idas y venidas, vueltas y revueltas, frente a lo nuevo aparece un Jugar de limpia traza que invita a reponer energías y no defrauda. JORNADA ACTUAL POR EL LUGAR DEL ESPANTOSO DRAMA DEL 29 DE NOVIEMBRE DE 1827 Compensado el natural consumo de biológica energía y aliviada la fatiga de tan linas al hotelero y sin dejar nada que las valiese. Punto a meditar: Haré piensa que por el cuerpo del difunto han de dar algo más los profesores del Surgeons Square consúltalo con el zapatero Burke, también Alojado en su casa, y quedan de acuerdo. Se cumplirán las disposiciones legales. La parroquia proporciona el ataúd. Un empleado deposita en él el cuerpo yacente, atornilla la tapa y se va. Mientras tanto Burke ha traído un saco de residuos de la próxima curtiembre. Desatornilla Haré lo que el funerario atornilló; saca el muerto, que esconde en una cama; rellena el féretro con lo que trajo Burque; modela y cubre el relleno con un lienzo; atornilla de nuevo la caja y todo vuelve a su aparente ser. Al siguiente día, un pequeño cortejo formado por los vecinos que le escucharon sus bélicas rapsodias sigue a los portadores del féretro hasta el pró- ws contenía el sagrado polvo de los mártires y conjurados que en el primer tercio del siglo XVII impusieron el presbiteríanismo en Jnglatera y Escocia. Ya el 20 de mayo de 1711, el Real Colegio de Cirujanos de Edimburgo, al hacer público que los sepulcros del Greyfriars Church Yard habían sido violados, condena el hecho y, con fecha 24 de enero de 1721, ordena que al matricularse se comprometa el estudiante a no asaltar cementerios ni llevarse los muertos de sus últimas moradas. Pero no mucho después, en abril de 1725, aparecen las tumbas abiertas y expoliadas. La indignación popular estalla; la gente del profesor Monro queda parcialmente destruida. Desde principios del mil ochocientos, los aprendices de cirujano dejan de proveerse personalmente del necesario material humano de estudio y adiestramiento, y aparece en su lugar la abyecta plaga de los ladrones profesionales de cadáveres, Body Snatchers o Resurrecclonistas que durante decenios, por su propio interés, compensarán la indiferencia oficial ante las exigencias de una enseñanza eficaz de la anatomía y de la cirugía. Frente al ajardinado solar, antes totalmente sembrado de piedras funerarias, la imaginación impresionada reconstruye las impías escenas de aquellos no tan lejanos tiempos. El visitante actual no sabe qué admirar más: si la bendita obstinación de maestros y discípulos empeñados en enseñar y aprender bien el tratamiento de enfermos y heridos, o la cerrazón mental de las autoridades locales y nacionales ante un problema que ya no lo era en el continente europeo... SIL CHAMBERT STREET, NUM. 8: UNA LAPIDA RECUERDA QUE CERCA DE ALLÍ SE ALZO LA CASA NATAL DE WALTER SCOTT Un abigarrado conjunto de edificios, que recuerdan el antiguo estilo de los centros de enseñanza, ocupa hoy lo que fue campo de batalla alrededor del Surgeons Square apresurada correría matinal, levantémonos y continuemos la actual jornada por donde aquel 29 de noviembre de 1827 comenzó el espantoso drama, único en su género, más de un año antes de que Sir Walter Scott se enfrentara con nosotros. Véase lo que fue la casa de Haré tal como estaba al ser derruida en 1902. Allí el binomio Mary LairdMr. Log había establecido su refugio de pobres de a tres peniques por noche y de hasta tres cuerpos por cama. Allí, en 1826, muere Log mientras esperaba su primer hijo; mas el despierto William Haré, antes huésped, consuela de inmediato a la joven viuda embarazada, dueña de su corazón y del piso, y entra a mandar y a beber del producto de las siete inmundas camas de la pensión. Allí, en el otoño de 1827, se refugia Mr. Donald, pobre soldado en retiro, que viejo e hidrópico enfermo alivia sus achacosos ocios rememorando sus vicisitudes guerreras ante compañeros de miseria y vecinos hasta que la implacable pone punto final a sus relatos. Mas lo que siempre y en todas las latitudes fue normal demora en el pago de las pensioximo cementerio, West Church Yard ante cuya fosa repetirán las clásicas oraciones por el alma del difunto que acompañamos No dicen las crónicas si los profesionales del saqueo de tumbas irían o no de noche a explorar la del viejo militar llevándose el gran chasco. Ya por entonces, el campo favorito de tales malhechores era el cementerio de los Franciscanos: el Greyfriars Chuch Yard con cuya visita debieran terminar por hoy tan negras remenbranzas. No es largo el camino, como puede apreciarse siguiendo en el plano desde West Port por la acera sur del Grassmarket, siempre a la derecha hasta el cementerio mismo, unos diez minutos de pausado andar. Desde hace un par de siglos aquello debió presentar la perspectiva de un parque de fieras con sus enormes jaulones de pesada forja. Todo va paulatinamente desapareciendo. De lo que hoy queda dan fe las dos adjuntas fotos que muestran (1970) los últimas ejemplares de tumbas protegidas. No se sabe de cierto cuando empezó este cementerio a Mas no olvidemos que hoy nos acompaña la sombra del máximo procer edimburgués, siempre venerable aunque a su tiempo nos fustigara. Al tomar las fotos de esta iglesia de los franciscanos, retrocedemos con el pensamiento ciento ochenta años: es un domingo de 1790. Como casi siempre, llueve en Edimburgo. En el atrio de la iglesia Grey Priars Church una hermosa joven- -ojos azules que pasaron a la historia- -tiembla por la capa de seda verde que la envuelve; pero allí está Walter Scott- -diecinueve años- que se presenta, y con su paraguas la proteje y acompaña hasta su casa, no lejos de la suya paterna. Sir Walter Scott fue, como es sabido, uno de los tres célebres cojos de su tiempo- -los otros eran Lord Byron y Tayllerand- pero la cojera del gallardo mozo, a quien por entonces la duquesa de Sutherland cal i f i c a b a de encantadora criatura no acompleja a la niña- -quince años- -subyugada por la conversación de aquel conato de genio. Ella es nada menos que Williamina Belches, condesa de Leven y de Melville. El nacido en el atrio de esta iglesia ante la que hoy meditamos pasa por ser ei primero y más intenso amor de Sir Walter Scott, olvidando, ¡oh, ingrato mundo! a la apasionada y confiada Jessy, de Kelso, para quien poco antes había compuesto tiernos madrigales que se conservan y aún hoy se repiten. Desgraciado fue para Sir Walter ese primer amor aquí originado. La altiva Williamina, tras cinco años de tierna amistad, no lo quiso para esposo; y, pocos meses después del desahucio- -otoño 3? l

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