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ABC MADRID 10-09-1972 página 130
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ABC MADRID 10-09-1972 página 130

  • EdiciónABC, MADRID
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S I azarosos fueron los días dal reinado de José Bonaparta en n u e s t r o país, placenteras resultaron sus noches. El amor perfumó sus horas madrileñas mientras el pueblo lo desdeñaba y lo motejaba con apodos a los que el Infeliz no era acreedor. Fue llamado Pepe Botellas cuando en realidad era casi abstemio; Rey de Copas sin ser partidario del juego, y las graciosas gitanas andaluzas, que ya hablan colocado a Napoleón el titulo de El Empeorador bautizaron al monarca Intruso con I famoso Pepino el Tuerto aunque su vista era perfectamente normal y su aspecto físico, con mucho, el más apuesto de entre los Imperiales hermanos corsos. Sólo el odio, la hostilidad y la antipatía justificada con que los españoles vefan la Invasión extranjera fueron causa de estos y otros epítetos contra la persona de aquel soberano Impuesto a la fuerza, sin el menor arraigo popular ni sombra de legitimidad histórica. La verdadera debilidad del rey José durante toda su vida, y la más disculpable, fue IU afición desmedida al bello sexo. Sin embargo, por una de esas curiosas Ironías del destino, sus vehementes subditos llegaron a tacharle de todo, menos de mujeriego... LA MUJER DE JOSÉ BONAPARTE Ciertamente, José gustaba a las mujeres. En sus mocedades cortejó a sendas muchachas de AJaeclo, Clorinda G u a s e o y Annette Glubega, que más tarde casarfan con paisanos isleños. En sus Memorias Madame de Vaudey recuerda cuan amargamente lamentó Clorinda durante toda su vida el no haberse casado con el primogénito de los Bonaparte, y afirma que solfa repetir a menudo, con desesperación: -Mais, qui eut jamáis pu prévolr ce qui est arrivé? En 1794, cuando José contaba veintiséis años y ocupaba el modesto puesto de comisarlo adjunto revolucionarlo en Marsella, supo enamorar como una párvula a la hija da un acaudalado comerciante de la ciudad, Julia Clary, joven extremadamente reservada, tímida y dulce, que a la par que su mano le proporcionó una sustanciosa dote, un lugar entre la burguesía acomodada de la villa y dos hijas encantadoras: Zenaida y Carlota. Caracteres opuestos, los cónyuges no dejaron nunca de profesarse, empero, un reciproco afecto, aunque durante muchos años vivieron separados, pues ni Julia vino a España a compartir el tambaleante trono de su LAS MIL Y UNA NOCHE Por Juan BALANS marido ni lo acompañó luego a los Estados Unidos, tras la calda del Imperio, debido al precario estado de su salud. Desconocida por sus subditos, e s p e r a d a en vano por los afrancesados decidida a no ocupar su puesto en la Corte de Madrid, la reina Julia no conoció tampoco la humillación de sentirse Impopular ni el fracaso final y la angustia de la huida. Mujer sencilla y honesta, jamás dio pábulo a la murmuración; alejada de las intrigas palatinas y de las fraternales discordias de los Bonaparte, permaneció durante casi todo su reinado fantasma en Mortefontaine, una finca que poseía en las afueras de París, acompañada de sus hijas y de su hermana Dóslrée, esposa del mariscal Bernadotte, que habría de ceñir un dia la Corona de Suecla con más éxito, ya que sus descendientes reinan allí todavía. Julia Clary tenia treinta y siete años en 1808. Murió en Florencia en 184 S, sin dejar más que el recuerdo oscuro de una dama bondadosa y caritativa. La verdad es que habla demostrado en todo momento un tacto exquisito: reina de una España hostil, no pisó jamás el territorio español; esposa traición da, se obstinó en Ignorar las repetidas infld Ildades de su fogoso consorte. UN AUTENTICO TENORIO José Bonaparte no poseía, en efecto, ui noción muy exacta de lo que debe ser la delidad conyugal, y el hecho de reconoc las superiores cualidades, talentos y virtud de su esposa no impedía en modo algu que rindiese a otras damas el convanier homenaje que por su hermosura merecían. Prolijo resultarla detallar todas y cada u de las conquistas del bizarro napoleónida, t afortunado en amores como desdichado reinados. Es posible, como se ha venido af mando, que los caballeros las prefieran blas, pero José las prefería regordetaa. en la época del Consulado, habla corteja con éxito, entre otras, a Madame Regnault Saint- Jean- D Angély, esposa del director un periódico mitanes de propaganda franc

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