ABC MADRID 08-08-1972 página 41

ABC. M A R T E S 8 DE A G O S T O DE 197 2. PAG 41. algo disminuidos. Gran faena pudo ser la de Raúl Aranda, porque el toro le ayudó todo lo que pudo, sin hacer dejación por ello de su genio, de su genio bondadoso, pero genio de toro. A la faena le sobró monotonía, la monotonía de los dos pases, que fueron tan toreros como los lances a la verónica, pero lo muy bueno también cansa cuando se prodiga. Este muchacho me llamó la atención cuando le vi de novillero en Zaragoza. Sería lástima que, como tantos otros, se amanerara aprovechándose de la facilidad con que ahora premian los públicos lo fácil, lo chabacano, lo vulgar y hasta lo grotesco. Bien, incluso requetebién, están los dos pases cuando son tan buenos como los prodigados por Raúl Aranda; pero las grandes faenas ganan mucho cuando se varían con pases por alto, por bajo, ayudados y adornos de buen estilo, como seguramente los puede lograr Raúl Aranda. Mata de una estocada al centro, no en un frustrado intento de la suerte de recibir. En él estuvo borrado, vacilante, dudoso, siS saber qué SEGUNDA CORRIDA DE LA FERIA DE VITORIA LAS VERDADERAS CORRIDAS DE TOROS Plaza de Toros de Vitoria. Un novillo para el rejoneador don Gregorio Moreno Pidal y seis toros de doña María Passanha, de Veja (Portugal) para Manuel Cortés, Julio Vega Marismeño y Raúl Arando, Vitoria 6. (Crónica de nuestro crítico taurino, enviado especial, por teléfono. Celedón, el gran Celedón, ha traído a Vitoria el buen tiempo. Las dos corridas que llevamos las hemos visto iluminadas por el sol y con una temperatura agradablemente calurosa. ¡Qué gran suerte la de Vitoria! El buen Celedón se ocupa de todo. No se le ve, pero está en todo. Se diría que al caer del cielo sobre la plaza de la Virgen de la Blanca ha desparramado por Vitoria Innúmeros Celedones que van derramando la sal de su alegría. No creo que existan ferias tan callejeras como las vitorianas. No creo que exista jolgorio más comedido y, al mismo tiempo, más exaltado. Áteme usted esa mosca por el rabo, señor Celedonio, porque a Celedón le llaman así sus íntimos, pero él se llama Celedonio y a mucha honra. Jolgorio comedido, porque nadie se extralimita. Exaltado jolgorio, porque salta y brinca, canta y chilla, al mismo tiempo. El pueblo de Vitoria es un pueblo ejemplar. ¿Cuánta gente ocuparía la plaza de la Virgen Blanca la tarde de la llegada de Celedón? Soy mal calculista, pero seguramente alrededor de treinta o cuarenta mil personas. No se veían más que unos claros. Los trozos ajardinados que nadie pisoteó. Cuidando de que nadie subiera las escaleras que conducen al pórtico de la Iglesia de San Miguel, donde prende el chupinazo el señor corregidor de la ciudad y recibe a Celedón, había una pareja de guardias municipales que se prestaban para contener el posible y terrible empujón de la multitud. Admirable civismo. Los Celedones que han asistido a la segunda de feria no lo han pasado mal. Han concedido cuatro orejas. Dos a Marismeño en el segundo y dos a Raúl Aranda en el sexto. Me duele decirlo, pero lo digo. Ya podían aprender los santacolomas de ayer y muchísimos toros españoles del comportamiento de los seis portugueses de doña María Passanha. ¿Tan bravos fueron los portuguesiños? Nada de bravos. Sabido es que ahora es imposible ver si un toro es bravo o no, mientras los toreros campen con sus respetos para poder cambiar el tercio de varas cuando les dé la gana. Y no es que lo hagan cuando les complazca o por capricho. Lo hacen por rutina, la mayor parte de las veces sin saber lo que hacen. Lo hacen porque ya los que pasan por toros no necesitan castigo y lo mismo da que tomen una vara o que no tomen ninguna, que sería lo mejor. Pero, bueno, dejemos esto y vamos a lo que vamos. Los portuguesiños eran verdaderos toros. Cada vez que tengo que escribir esto me pongo triste. ¡Qué pena el ver toros como los de ayer herrados con un hierro ilustre, aplicado a unos borregos inofensivos, a unos estúpidos animales! Los portuguesiños eran verdaderos toros. De presencia y de potencia. Embestían como tiene que embestir un toro: con genio, bueno o malo, pero no como tocinos de cielo. ¿Se concibe que un tocino de cielo pueda embestir? Pues ese extraño fenómeno es el que han logrado los ganaderos con su exquisita selección. Hoy, los toreros parecían toreros, no dependientes de una confitería, de aquella confitería que existió en Madrid y que se llamaba La Dulce Alianza. La dulce alianza del toro y del torero! ¿Hay nada más opuesto a lo que tiene que ser la fiesta de los toros? Los portugueses de la segunda de feria no se cubrían con cabello de ángel, sino con pelo áspero, JHAO de animal fiero, no fino, suave y lustroso como el de los gatos. Toros con genio. Este genio no era maligno. Desde luego, todos se dejaban torear, unos mejor que otros. El más bonancible fue el sexto, muy enmorrillado y aparatoso. Su gran trapío no amilana a Raúl Aranda, que capote en mano se le enfrenta. El capote gira con lances a la verónica. El torero no descompone su figura. La conserva erecta. Baja las manos al embarcar al toro. Lo lleva con pausa, con temple, con el ritmo de la elegancia torera... Yo estoy asombrado... ¡Calla! ¿No es aquel Celedón? Sí. Allí estaba aplaudiendo con fuertes palmadas. Gracias, amigo Celedón. Tú has contagiado a Raúl Aranda. Le has inyectado alegría. La alegría del bien hacer el toreo. Los efectos de la inyección perduran en la faena de muleta, pero ya seguro... COGÍ RENTA! Si le gusta hacer buenos negocios. con seguridad total y beneficios más que seguros, estamos a sus ordenes. 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