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ABC MADRID 27-07-1972 página 89
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ABC MADRID 27-07-1972 página 89

  • EdiciónABC, MADRID
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y separarlo del hermoso dogma de la omvnión de los santos. EL BIEN COMÚN Estructuralmente la Historia ha caminado hacia ana sociedad de clases medias cuyas formas sociales y políticas están aún en tela de juicio. REPORTAJ. Los capítulos dedicados por Larraz al Bien Común son una novedad que suma erudición y originalidad, de muy interesante lectura. La política social, la política a secas, así como la economía resultan configuradas de muy distinta manera que cuando se enfocan desde puntos de vista especializados. En el libro de Larraz no caba que el hombre masa del occidente sea al mismo tiempo, en la economía, un subordinado; en la política social, un pupilo tutelado; en la pura política, un soberano. Ni tampoco cabe que deje de ser soberano en una a l i c u a n t a determinada, como acaece en los regímenes comunistas y totalitarios. -En esta obra, la doctrina del Bien Común está precedida de un esquema y de una teoría de la historia. El esquema de la historia no tiene nada que ver con los manuales tradicionales de dinastías, reyes y batallas, que de cuando en cuando consagran un capítulo a la civilización ni con las actuales historias de la cultora tan dadas a las letras y a las bellas artes y a la filosofía. El autor lia visto cuáles son los principales factores estructurales y fructuales de la sociedad dirigente actual; los ha comparado con los de la sociedad primordial; los ha unido con líneas rectas, y este haz de rectas le ha servido para penetrar en la historial real, construir su esquema, advertir la transformación de las lineas rectas en la mayor (parte de los casos y, con el baz transformado, formular sintéticamente la teoría. -Estructurahnente la Historia ha caminado hacia una sociedad de clases medias cuyas formas sociales y políticas están aún en tela de juicio, bien que la Historia advierte que ni la democracia igualitaria, ni la dictadura estatizante han registrado las máximas frecuencias sugiriendo otras formas. Fructualmente, lo tecno- económico y lo religioso han alternado cíclicamente en correlación inversa. El Bien Común es el centro de atracción de la Historia, mas parcialmente, p e n d u 1 ármente, contradictoriamente. La teoría histórica de Larraz abona que las dos revoluciones- -la francesa y la rusa- -acabarán en una meta común. ¿Por convergencia concordante? O ¿por previa sumisión del occidente al comunismo, evolucionando luego todo el gran imperio ruso hacia la meta -En este punto se da, ahora, una carrera entre las dos posibilidades, con muchos factores adversos- para el occidente. Todo depende de las relaciones ruso- chinas. Todo depende de me el pueblo ruso medite qué le importa más, si su suerte o la suerte de los apparatchiks del partido. O Rusia y Europa se unen en la vida contractualmente- -como Pedro y Catalina- -o se unirán en la muerte. El dogmatismo y la ambición de los apparatchiks son muy peligrosos. El autor se detiene luego ante un futurible más lejano y más grave, que tiene tras sí poca historia, pero que cuenta con los datos necesarios y suficientes para plantear un problema de no fácil solución. -El siglo XX comenzó con una población mundial de 1.600 millones de habitantes; terminará con cerca de 7.000. El siglo próximo, siguiendo la misma proporción, concluirá con cerca de 30.000 millones. La sola ignición solar puede permitir una historia humané 500 veces mayor que la pasada. Una tecnología biológica deshumanizante se adivina. Toda la enorme multiplicación de materia orgánica y del tenor de vida descansa sobre la base inorgánica del suelo, de los océanos, de la atmósfera, limitada. Un día- -si no se previene- -sobrevendrá la catástrofe supramalthusiana. Con ella o sin ella, tras e horizonte se intuye la evolución hacia una sociedad de población moderada, estable y austera, relacionada con una gran reacción religiosa, un poder mundial, una planificación científica y un control de la tecnología. Todo lo expuesto va precedido en la obra de Larraz de un compendio cosmológica tan grandioso como es- -en espacio y en tiempo- -la cosmología presente de millones de galaxias. LA VIDA INTERIOR DEL HOMBRE- -La obra acaba en la vida interior del hombre. ¿Qué soy yo? ¿Quién soy yo? Sólo la madurez personaüsima nos soluciona el problema de quién soy yo, y en torno de tal solución se nos concentran la memoria, el sentido divino y la voluntad, y la conciencia moral personales. Al fin, se aborda el problema de la- supervivencia. Larraz, entre permanecer mudo sobre su vida interior y religiosa, o aportar su experiencia personal, intima, no v a c i l a llene que venser una gran resistencia, pero la vence. Y la filosofía corrobora la experiencia interior, que pueden repetir wn algo de constancia y de paciencia todos los hombres, aún aquellos en quienes están atrofiados el sentido divino y la conciencia moral. -Por muy larga que sea la historia, por naturalmente que se produzca una evolución orgánica en el hombre, Dios nos presidirá eternamente. Los progresos de la ciencia no podrán impedir la reacción religiosa, a la larga, inevitable. Antes al contrario, aunque la vida se haga más austera, la energía atómica y la cibernética nos liberarán de trabajo económico, y el gran trabajo del- hombre será hacerse a sí mismo en la virtud, o deshacerse en el vicio. Mas un día surge el hastío del vicio. En Tí, Señor, está nuestra esperanza. Así acaba la Humanística. Bal Bien Común, al través- de la vida interior, el libro de Larraz nos eleva a Dios, que es el punto de concentración de todos los saberes humanos. -En definitiva, la Humanística no es otra cosa que la codificación unitaria de lo esencial de los saberes sobre la persona humana, es un fondo cósmico Es un Corpus en el puro sentido de la palabra, contrario a la sociolo i xpmtiana y a la historiología marxista, y, opttesto a la diversidad de tratados aristotélicos que deis en tela de juicio la primacía de la moral sobre la política, o de la política sobre la moral. No si rivíde: un corpas que obliga a perfeccionar sus miembros. Larraz presente su obra como un borrador, como un primer intento imperfecto, que entrega al trabajo superador de hombres más jóvenes que él. Pero Larraz tiene una gran contrariedad: es español. Si no lo fuera, la Humanística estaría llamada, rápidamente, a figurar en los escaparates de las principales librerías occidentales. Marino GOMEZ- SANTOS

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