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ABC MADRID 23-07-1972 página 106
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ABC MADRID 23-07-1972 página 106

  • EdiciónABC, MADRID
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MIGUEL TENIA MUCHO AFECTO HACIA MI MADRE. LAS QUE DESGRACIADA ERES, JOSEFINA Tiene Orihuela cuarenta y seis mil haCARICIAS QUE YO NO LE HACIA SE LAS HACIA EL DICE SU bitantes. Apenas tres mil más que el año HERMANO VICENTE cuarenta. La gente emigra: la mecaniza ERA DE LA QUINTA DEL TREINTA Y UNO. DEL ULTIMO SORTEO QUE SE CELEBRO POR NUMERO. SE LIBRO. A LOS SEIS O SIETE MESES MARCHO A MADRID. SE FUE EN BUSCA DE AVENTURAS. CON SU MANÍA DE LA POESÍA Y DE LAS COSAS... hasta dejarlo inmóvil. Dale al monte, lucero, hasta que se haga cielo... Ese monte que presidió los primeros años de su vida, como un amoroso y cercano destierro, no desaparece de su recuerdo. Por eso volverá a cantarlo, hasta la desnudez, en la Oda a Pablo Neruda: Yo he tenido siempre los orígenes, Un antes de la leche en mi cabeza Y un presente de ubres en mis manos; Ya que llevo cubierta de montes la meImoria Y de tierra vinícola la cara. Esta cara de surco articulado... Orihuela es, antes que nada, evocación. El entorno de Miguel Hernández está vivo, cercano, palpitante. Está su casa en pie, con las higueras; está su habitación y el patio presidido por el pozo. Está la cabra, y el sol, y dos pobres pitas desarmadas que hunden las raíces entre los gorrones, y esas amables gentes, extrañas ya a la familia, que saben y consienten, y sufren, las visitas. Asienten si el que llega solicita una hoja de la higuera nudosa, enana y vieja, un esqueje, o una piedra. Está la calle Arriba como antes. Bueno, mejor. De otra manera. Ahora la calle, tendida y ancha, se llama, desde hace un par de años, Poeta Miguel Hernández Allí está la panadería, aunque con otros inquilinos, donde antaño tres vates compañeros dijeron sus versos sobre el horno, mientras el pan tomaba cuerpo de alimento. Y están sus amigos, las calles pobladas de recuerdos, y esas viejas fotografías amarillentas que muestran un Miguel de grueso y ancho pantalón de listas, rapada la cabeza, los pies en alpargatas, la frente espaciosa, pronta a plegarse en una sonrisa. Y está el río donde se bañaba, y el risco que escalaba, y la huerta donde se inspiraba, y las tapias del colegio donde aprendía. Sólo faltan, materialmente, él y el pino, aquel pino solitario y puntiagudo como la hoja de una azagaya verdosa y descomunal, bajo el que gustaba tenderse y que un día de tormenta fue brutalmente abatido por el rayo. Pero la huella desmembrada de Miguel está en todas partes. En las palabras, en las rocas, flotando sobre el río y en el aire. Quieras que no, al final de cualquier calle vendrá a tu encuentro: Yo le conocí muy bien Era mi amigo Lo que le pasó a Miguel... Todos hablan. Todos cuentan. Hay muchos convecinos suyos tremendamente s i n c e r o s ¿Quién iba a pensar que Miguel iba a sonar como ha sonao En Miguel Hernández, aquí, es Miguel a secas. No hay otro, entre tantos. Es él. Miguel en gloria, y con alguna remota, leve, queja. ción, sabuste -nos dijo Pedro Deltell- se emplea menos personal y se van a Elche, a Cataluña... Aquí la casa levantina, enjalbegada, cejijunta; ahí las trochas, la palma, las higueras ¡Ay las higueras nodosas de las huertas de Orihuela! con su verde canción fugitiva. Allí, junto a una mata de claveles, bajo la huesa de un olivo, dos sencillos huertanos almuerzan, a la vera de las bicicletas. El mar aún queda distante, a caballo de esas sierras puntiagudas. Sólo la acequia, alargado mar cilindrico por capricho y santa necesidad del hombre, repta junto a las raíces de los albaricoques, en los mismos orígenes de los chopos, lamiendo pájaros y surcos. Se presiente Oleza, con Miguel y con Miró. En pos de ellos camina el viajero, sobre ese pitido que puebla la vega de estridencias e infunde en los oídos una pequeña desazón. Miró, Miguel... Los poetas somos soplos del viento Porque Miró, el cronista alicantino muerto de apenaicitis, que apenas sobrepasó la barrera del medio siglo; el recalcitrante opositor a judicatura que en 1927 ocasionaría el alejamiento de Azorín de la Real Academia Española; el burócrata que se dobla sobre la tinta para desdoblarse n un Sigüenza amargo, fue un poeta en prosa. Estudiante algunos años en el colegio de Santo Domingo de Orihuela, evocaría después la ciudad en no pocas páginas. Pero la raíz y el más vivo fundamento de Orihuela está en Miguel, el cabrero envenenado de ritmo que escribe poesías, sobre papel de estraza, cuando, después de dos años en el colegio de los jesuítas, na de trepar á ese monte que cantará en sus primeros poemas: Dale al aire, cabrero, hasta Que silbe tierno. Dale al cabrero, monte, ci t i f O O0 ET 4 -sK Esta es la oasa en donde vivió Miguel Hernández, n su ¿poca de pastor. Ahora, la callé lleva su nombre; antes se la conocía por el de Arriba Al fondo de la imagen se aprecia la puerta del corral, por la que el poeta sacaba a sus ovejas camino del monte y de los verdes pastos. fi Vicente Hernández, hermano del poeta, es parco en palabras. Muy serio. Pelo rapado. Sin corbata. Está un poco delicado. Tiene un cierto soniquete y, a veces, es difícil entender lo que dice escribe José NI. Moreiro. Naranjas, limones... Oh, limón amarillo. Patria de mi calentura... Alcachofas, pimientos, sede episcopal hasta hace poco, y un antiguo privilegio papal que autoriza a decir misa en todas las casas. Y a oírla. Como manda la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana. Municipales con revólver al cinto y cinco bibliotecas. En la Pública noventa incunables. Bueno, no hay que olvidar que en Murcia se instaló la primera imprenta, al tiempo que en Toledo. Y en la calle. -Eso de Miguel Hernández está aquí muy explotao ...Couffon contó lo malo y se calló lo bueno... -Pues Molina, un poeta de Alicante, acaba de publicar un libro... ...Si quiere ver a otro chico que está recogiendo documentación... Sí; el viajero quiere ver, oír, empaparse... ...El veintiocho de marzo del año pasado se celebró en el cine Novedad una semana dedicada a Miguel Hernández, coincidiendo con el aniversario de su muerte. Ya se ha celebrado otros años. AI principio estuvo bien; pero luego llegaron algunos con guitarras y melenas y se pusieron a hablar de la influencia de Mao en Miguel Hernández. ¿Qué le parece a usted?

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