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ABC MADRID 22-07-1972 página 3
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ABC MADRID 22-07-1972 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA, SOCIEDAD ANÓNIMA MADRID FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATQ LUCA DE TENA ABC d seguridad, conviene no echar sobre ellas m tarea, que no les corresponde, de pacificar a la Universidad. Bien está que intervengan en determinados momentos p a r a obligar a que se cumpla la ley y se respeten os derechos de la comunidad, pero si no queremos simplificar el problema dejándolo sin resolver habrá que buscar fórmulas políticas que solventen la cuestión de fondo. Aun a riesgo de ser lapidado con ira por los voceros del extremismo voy a decir en seguida que no concibo como Universidad ideal la de hace veinte años en que no ocurría nada. Enferma me parecía aquella dé) a balsa de aceite como enferma me parece esta de la anarquía. La Universidad, vanguardia de la cultura, debe ser un foco de tensiones y conflictos, los cuales se adhieren a ella espontáneamente como el músculo al hueso. La clave consiste no en extirpar, sino en reducir esas zonas- de tensión a unos límites que no entorpezcan, sino más bien estimulen el estudio, (a docencia y la investigación. Ante la situación universitaria actual cabría preguntarse: ¿no será este, en parte, el resultado del sistema impuesto a los estudiantes hace unos lustros? ¿no serán aquellos polvos los que han engendrado en alguna medida estos lodos? Pero no nos perdamos en hipótesis pasadas. En los últimos días he tenido ocasión de hablar con muy numerosos catedráticos y dirigentes estudiantiles. He s a c a d o la conclusión de que hay que buscar una solución política a la fractura de la Universidad. La verdad es que hoy la sociedad se mantiene en actitud pasiva ante la anarquía universitaria. O no la conoce o si la conoce prefiere creer en la Espada idílica que se presenta contumazmente a través de la televisión. De lo que se trata, a mi manera de ver, es de conseguir que la sociedad tome una posición militante y activa contra la subversión universitaria. De lo que se trata es de introducir en la entraña del problema el factor de la opinión pública. Factor intrínsecamente fluido, difícil de manejar, que exige políticos avezados y no teóricos inexpertos y abrumados por el peso de su propio equipaje doctoral. Es necesario, por poner un ejemplo, que cuanto antes el obrero metalúrgico o el empleado de banca o el agricultor andaluz que compraron un automóvil sepan que una parte del impuesto de lujo que pagaron por él va a parar a subvencionar la enseñanza y que ese dinero que ellos garraron con sacrificio se dilapida sin piedad en las aulas universitarias, convertidas en barricadas de la subversión. En mi opinión es necesario acudir R EDA C C I 0 N A DMINISTRACION Y TAL L E R E S SERRANO, 61- MADRID D URANTE el año 1967 fui espectador en HongKong del desarrollo de i a Revolución Cultural china. Entre las experiencias que la vida me ha deparado, entre tantos paisajes de ia tierra y del alma como mi profesión me ha permitido contemplar, tengo archivado aque! año en Jugar preferente. Nunca podré olvidar los ácidos procedimientos comunistas, el extremismo de los guardias rojos, la agresión violenta sin razón, la provocación constante, el atropello de todo derecho, las inicuas vejaciones a las que eran sometidas las víctimas inocentes, pisoteadas como la uva en el trujal. Aquel año de 1967 fue para mi la confirmación práctica de algo que habla aprendido teóricamente en la literatura marxista: con los comunistas, en el plano político, no cabe ni el diálogo, ni la mano tendida, ni la comprensión. No se conformarán jamás con compartir el Poder. Su objetivo consiste en el exterminio del rival. El verdadero comunismo es el totalitarismo radical, la dictadura absoluta, la extirpación brutal del más mínimo vestigio de libertad. Ni una debilidad ante ellos, pues; el hombre libre no puede titubear o conceder. Con los comunistas, no, sencilla y rotundamente, no. Me vienen estas consideraciones a los puntos de la pluma al reflexionar sobre e) tristísimo estado de la Universidad española, zarandeada hoy por las minorías maoistas. La situación es todavía más grave de lo que parece y no sólo porque estemos viviendo e- I peor período, en cuanto a desórdenes y anarquía se refiere, de toda la historia universitaria española, sino por otras razones aún de mayor trascendencia. Por un lado se está produciendo ya el contagio en la enseñanza media, y colegios e institutos comienzan a mostrar alarmantes grietas que pueden resquebrajar el edificio entero; por otro lado la subversión universitaria, de no atajarse a tiempo, arrojará sobre el futuro del país un preocupante déficit de técnicos. Tal vez sea este el objetivo de fondo de la acción maoista. Porque la nave de un país desarrollado, sin expertos capaces de manejar la complicada tecnología que el desarrollo requiere, hará agua por los cuatro costados hasta producir el naufragio de la sociedad. La vieja táctica de subvertir al proletariado trabajador es c a s i inútil en un país desarrollado. SI resulta eficaz, en cambio, la mutilación de los técnicos con la parálisis de la Universidad. Es esta, en fin, una cuestión de interés nacional que está por encima de las ideologías de dentro o de fuera del Régimen y que exige el esfuerzo de todos para su resolución. Ante la situación universitaria española, la reacción inmediata de algunos políticos es el simple empleo de la fuerza pública. 6 Ba resuelto ésta la cuestión en los últimos cuatro años? Es evidente que no. ¿Ha contribuido a empeorarla? En algunos aspectos, sí. Un prestigioso rector decía hace poco que la presencia permanente de la Policía en el campus universitario durante ios últimos años había hecho inevitable que, en ias algaradas, pagasen muchas veces inocentes por culpables y el estudiante golpeado sin razón estará siempre contra quien! e dañó. Así se ha pasado de una masa neutra hace cuatro años a una masa en muchos aspectos hostil ahora. ¿Quiere decir esto que no hay que emplear a la fuerza pública? Quiere decir sencillamente que conviene emplearla de forma inteligente, es decir, con prudencia y dosificación. Si no queremos desgastar y desprestigiar algo tan importante como son para un país sus fuerzas LAS OPCIONES DE LA POLÍTICA a ese gran ejército de la Prensa y ¡a Televisión para crear un estado de opinión que coaccione a las minorías de estudiantes subversivos, que impida se realicen los desmanes, como ahora, en medio de la pasividad general. Entonces sí, entonces podrá limitarse el empleo de la Policía y cuando ésta intervenga lo hará sustentada por la opinión y su acción será más eficaz. Entonces sí, entonces se aplicará la ley estrictamente porque un clamor popular la respaldará. Se pasará de las palabras fuertes y los hechos débiles a las formas suaves y la aplicación implacable de la ley. Se someterá a ella, con aplauso de la opinión, a los estudiantes revoltosos y, sobre todo- -y ahí está una de tas claves de la cuestión- a los catedráticos y profesores que la incumplan. En Estados Unidos, en Francia, en Inglaterra- -donde los conflictos universitarios adquirieron grandes proporciones- -han sido los trabajadores los primeros en opor. srse a las manifestaciones subversivas de los estudiantes. En Francia, por otra parte, no es raro encontrarse con anuncios de este tipo en la Prensa: Se necesita ingeniero agrónomo. Inútil presentarse ios titulados entre 1967 y 1970. Las promociones juzgadas, pues, fríamente como 4 as cosechas de vino. Es la reacción de la sociedad, es la defensa de la sociedad. Para que los agitadores no actúen en la impunidad. Para que sus compañeros sepan adonde les están conduciendo. Naturalmente, la apelación a la opinión pública será tanto más eficaz cuanto se organice la moderación. Las gentes de orden no se agrupan ni actúan si no se les ofrece un cauce legal. En la clandestinidad, es decir, fuera de la ley, sólo se organizan los extremistas de izquierda o de derecha en contraposición con el signo del régimen autoritario dominante. Conviene pues organizar la libertad en la Universidad para poder entenderse con una representación mayoritaria, para desbaratar la coartada de los extremismos coaccionadores, para reducir a los grupúsculos maoistas, para satisfacer las reivindicaciones estudiantiles, muchas de las cuales son ciertamente justas. Y hay, sobre todo, que organizar la moderación en la sociedad para hacer más eficaz la intervención de la opinión pública en la política nacional. Para ello es necesario articular el contraste de pareceres. La fórmula que actualmente parece más viable es la de las asociaciones, que nada tienen que ver con los partidos políticos a la vieja usanza, puesto que dentro de! marco constitucional español sólo pueden entenderse como una fórmula de perfeccionamiento de la representación orgánica sancionada en las Leyes y Principios Fundamentales. Albktent PRESERVA LA DENTADURA CONTRA LOS ASALTOS DE LA CARIES Para resolver los problemas planteados a la comunidad W ciencia política ofrece muchas opciones. En este artículo, de cara al conflicto universitario, he expuesto una de ellas. No pretendo que sea la única. Habrá otras sin duda y tal vez más eficaces. Si tuviéramos articulado el contraste de pareceres, las autoridades universitarias podrían conocer de forma más rigurosa y responsable esas diversas opciones planteadas desde distintos prismas ideológicos. Y se podría discernir así con las máximas probabilidades de acierto no sólo la fórmula imás conveniente en una determinada coyuntura, sino también quiénes son los hombres capaces de reaJizar la gestión con éxito. Luis María ANSON

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