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ABC MADRID 19-07-1972 página 3
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ABC MADRID 19-07-1972 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA, SOCIEDAD ANÓNIMA M A D R FUNDADO EN 19O B POR DON TORCUATO LUCA DE TENA ABC duras contaminadas. Muchas hepatitis y otros trastornos serios deben serle cargados en cuenta, así como al Aldrin que comparte con el anterior una relación de alter ego otras transformaciones degenerativas en el aparato respiratorio, hígado y riñones. En California, puntualiza Rachel Carson, veinticinco labradores que cultivaban algodón en el valle de San Francisco, en 1959, fueron súbitamente aquejados de enfermedad al manipular las bolsas de insecticida, y tuvieron que ser hospitalizados, mientras unos caballos que bebieron en una charca, impregnada de pulverizaciones lanzadas desde el aire, murieron a los pocos momentos entre convulsiones, atacados, como las aves y los peces, en el sistema nervioso. En la mitología griega, Medea, furiosa por verse suplantada en el amor de Jasón, obsequia a la nueva amada con una túnica cuyo contacto es fatal. La túnica de Medea lleva hoy un nuevo rótulo: insecticidas sistemáticos La advertencia de Albert Schweitzer, alcanza ahora un relieve de Dies irae El hombre difícilmente puede reconocer los daños de su oropia obra. La inolvidable autora de Primavera Silenciosa ante el gran cementerio en que puede convertirse el mundo biológico de nuestro planeta, dice sobre el control de la Naturaleza que es una frase concebida con arrogancia y nacida en la Edad de Neanderthal de la biología y de la filosofía, cuando se suponía que la Naturaleza existe para la pura convivencia del hombre. Los conceptos y prácticas de la entomología aplicada datan en su mayor parte de la Edad de Piedra de la Ciencia. En efecto, la tremenda desventura es que ciencia tan primitiva se haya armado a sí misma con la más moderna y terrible de las armas, y que, al volverla contra los insectos, se haya vuelto en trágico bumerang también contra la Tierra y el hombre. Ahora en los Estados Unidos el D- P: T. es puesto en el índice de las prohibiciones, pese a los grandes intereses que juegan en torno y que trataron de obstaculizar el anatema, mientras aquí se nos comunica que no existe motivo alguno para ello. No cabe la menor duda de que en muchos aspectos, y por si alguien aún lo dudase, España es diferente. José María CASTROVIEJO R EDA C C I 0 N A DMINISTRACION Y TAL L E R E S SERRANO, 61- MADRID D. D. T. SOBRE LA INSOLIDARIDAD R ESULTA curioso el que sea Norteamérica, donde precisamente el D. D. T. había sido descubierto y masivamente comercializado, la que acabe de prohibir, su uso, por eleltnentales razones ecológicas de salubridad. Recientemente, Paul Geroudet, el gran ornitólogo, hablaba de que el que es emblema nacional del coloso del Norte, se encuentra a punto de extinción por culpa del D. D. T. Veamos: el D. D. T. y los demás pesticidas organoclorados persisten t e s han alcanzado a una de las mayores y bellas aves de presa de Europa, el águila marina, pescadora, o pigargo, la cual, por obra y gracia de estas intoxicaciones, está casi extinguida. Por cierto, el último ejemplar que me ha sido dado contemplar lo vi en el salino lago natural de la norteña isla Cíes- -las antiguas Siccas que guardan como canes fieles la entrada de la gran ría viguesa- -hace ya años, y me gustaría saber si recientemente ha sido observado algún otro en España. En los Estados Unidos el pigargo de cabeza blanca haliaetus leucocéphalus que es su emblema nacional, se encuentra seriamente amenazado, por lo que han tenido que tomarse muy severas medidas, entre otras la prohibición del D. D. T. que amenaza con dejar a los yanquis sin emblema, lo que podría traer consigo graves problemas. ¿Qué iba a ser de Norteamérica sin cabeza? Y todo por culpa del nefando D. D. T... S Hace años que Rachel Carson, prematuramente muerta, escribió un libro impresionante, que fue best seller en 1963 y siguientes, y del que uno no se cansará de hablar nunca. En Silent Spring la extraordinaria autora de otro gran libro- El mar que nos rodea relata a través de trescientas páginas inolvidables, lo que está pasando con los insecticidas, aplicados sin discriminación ni control en enormes dosis, cada vez más fuertes, lanzados incluso bajo las nubes, esas her. mosas nubes que pasan... por. aviones fumigadores. Se trata, mejor se trataba, de un grito de desesperada alerta, pero un grito documentado y exacto, ante la destrucción biológica tan irresponsablemente emprendida. En bastantes comarcas americanas, aves y peces han muerto envenenados en proporción que alcanza al noventa por ciento. Entre las primeras, las que se alimentan en la tierra, las que se alimentan en las ramas y en los troncos de los árboles, y las de presa. Tan sólo en un día han sido contados 95.000 petirrojos muertos, y en East- Lasing, según estudios realizados por la universidad de su nombre, los pocos supervivientes han quedado definitivamente esterilizados. Pero no se trata tan sólo del mundo animal, tan terriblemente desequilibrado y en t r a n c e de desaparición. El Dieldrin cinco veces más tóxico que el D. D. T. cuando se traga, pero cuarenta veces más cuando es absorbido por la piel en solución, alcanza seriamente al hombre que está en contacto con él, o que se intoxica a través de frutas y ver- E habla mucho, y casi siempre con zón, de una cierta insolidaridad congénita de los españoles. Parece como si esta estirpe nuestra, tan generosamente dotada para otros valores y cualidades, no lo estuviera en igual grado para el bien de la solidaridad. Muchos lo confunden con la envidia, dolor del bien ajeno, según se nos enseñaba en el Catecismo, pero yo creo que son pecados distintos. Al ser insolidario no le alegra, porque sí, el que al vecino de enfrente se le muera el padre o le atropelle un automóvil. Es mucho más sencillo y casi tan triste como eso. Sencillamente, le da igual. No le produce ni frío ni calor. Y, pese a ello, aparentemente, el español es un ser que hace gala de su interés por el prójimo. En pocos países del mundo se reciben como en España tantas cartas, tantos telegramas, tantas muestras, en definitiva, de adhesión o condolencia. En pocas partes del mundo se dan tantas palmadas en la espalda, hay tan públicas efusiones de afecto. Sobre todo, con ocasión de la muerte. La muerte produce oleadas de elogios, ríos caudalosos de reconocimiento de virtudes en el fallecido. Porque, como dijo alguien, aquí, para que te valoren en algo, lo primero que hay que hacer es morir. Yo no tengo codos rugosos y ásperos. Evito el feo aspecto que presentan con el uso de MILO S Mas, a mi juicio, debajo de aquella insolidaridad y envidia late un fondo mucho más auténtico, más latino o más fenicio, si se quiere: la insinceridad. Al español le gusta mentir. Mentir como sea, a quien sea, donde sea. Mentir para llamar la atención o para colocar de matute una mercancía en no muy buen estado. La picaresca judicial, y de eso saben algo nuestros magistrados y fiscales, presenta infinidad de casos donde la mentira, por el ingenio que comporta, llega a ser genial, yo diría que casi sublime. El conocido timo de la estampita, con sus personajes a cual más picaros, es buen ejemplo de ello. Van de pillo a pillo, de truhán a truhán, a ver quién engaña al otro. Y si del delito menor pasamos a los grandes fraudes, entonces se pone de manifiesto la admiración española por la mentira. Como recordaba un ilustre procesalista, en este país robas una gallina y eres vm ladrón; pero te llevas cien millones de pesetas y eres un financiero. Insolidaridad, envidia, mentira. Cuando esos tres antivalores se producen en política aparecen las divisiones, las fragmentaciones entre los ciudadanos. En este país donde se habla del bien común lo difícil no es que la gente entienda y hasta practique el bien. Lo difícil es que sea común. José María RUIZ GALLARDON

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