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ABC MADRID 08-07-1972 página 3
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ABC MADRID 08-07-1972 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO PRENSA SOCIEDAD M A D POR ESPAÑOLA, ANÓNIMA R FUNDADO EN 1 SOB POR DON TORCUATO LUCA DE TENA ABC LA ARMONÍA R E D A iC C I 0 N A DMINISTRACION Y TAL L E R E S SERRANO, 61 MADRID ESFUERZO PARA CON- SENTIR EUCALIPTOS DE YUS TE USTÉ y sus sombras. ¿Y no será la promesa esa que, encorvada dei peso de la muerte, nos observa desde su cámara recoleta, en eterna penumbra, junto a la ventana que da sobre la atberca verdeoscura? Esta sombra que juega a acompasar sus relojes, a medir con minuciosos registros los minutos del tiempo, antes de que se conviertan en Historia, hizo girar a Europa en su derredor. No era, no una sombra cuando sus muslos varones oprimían la silla de montar el caballo en Mühiberg, cubierto el cuerpo infanzón con la nielada armadura. Era, sí, un rayo de la guerra, múltiple en su resplandor y en sus caminos: Flandes, Italia, Túnez. Y España, España, España. Pues ¿no sintió el rubio mozo de sangre germánica cómo este tierra nuestra calcinada y febril se le entraba en el alma? ¿No la quiso para vivir y para morir? Uegó a Yuste a través de la geografía arborescente de la Vera, en el alto Cáceres. Es tierra fragosa, recortada. Multiplicada en alcores, rica de caminos, espléndida de flor. (Pues ¿no sabíais que los balcones más floridos de España se dan en Extremadura? Quebraduras de verdor cruzadas de vericuetos, de agua viva en los torrentes y encantada en los embalses. Plata o zafiro, según los casos. Desde la camareta del Emperador, de modo que pueda verse estando en el lecho, una ventana se abre sobre el altar mayor de la iglesia. Fuera debían resonar tos cascos de los caballos, los olifantes de los correos del Rey. El cuerpo de guardia deja reposar las espadas en la penumbra. Allá, en la meseta, Felipe II dictaría legajos. Un doncel, un apuesto mozo es presentado a la Sacra Cesárea Majestad Imperial de Carlos V: el fruto de sus amores con Bárbara de Btomberg, de nación tudesca: se llama don Juan de Austria. Y por la mente del Emperador cruzan galopadas alegres en los bosques de Baviera y Turingia. Después, Carlos V vuelve a sus relojes; relojes italianos, franceses, alemanes, españoles. RuedecUlas, muelles, volantes, engranajes, sucesores de las viejas clepsidras... El tiempo camina, tintineando ahora como un corazón. E SFUERZO para con- sentir. La palabra consentir hay que escribirla, al menos la primera vez que la empleamos en este sentido, al pie de su letra, con un guión entre el con y el asentir Y así queda clara nuestra acepción, nuestro deseo expresivo. Consentir no es lo mismo que comprender. La comprensión se produce en la esfera mental y es siempre más posible. El consentimiento supone una plena adhesión, en lo intelectual y en lo afectivo, menos dócil a nuestra voluntad, a veces de verdad imposible. ¿Podemos hoy consentir con Góngora, sentir su poesía y toda la poesía lo mismo que él? Se me dirá que claro que no, que es obvio y que no hay que darte demasiada importancia, que es sólo el fruto de los años y del envejecimiento o evolución de la palabra. Sin embargo, yo invitaría a que se meditase en que este inconsentimiento fundamental no ocurre en las obras de arte. Más bien sucede lo contrario, que con frecuencia nos sentimos incapacitados para el pleno goce de lo actual, de lo de hoy mismo cuya lengua es claro que debíamos sentir y entender plenamente, y para desquitarnos nos entregamos a la plenitud estética y humana del arte de hace siglos. Para la mayoría de los hombres actuales capaces de sacramento estético, el languaje musical que totalmente les interpreta, interpreta a sus deseos, a sus ilusiones y dolores, a sus creencias y pasiones, es el lenguaje de hace un siglo y medio. Y es que la delicadeza de la palabra es tal que se está marchitando constantemente y no sólo en su dimensión profunda de sentido, sino en su virginidad de emoción y de canto. Lo de cosa bella mortal pasa y no de arte es verdad con el sonido musical siempre virgen cuando renace en la voz o en el instrumento y con la vibración del color pictórico al que la pátina envejece, si, pero ennoblece y de otro modo le permite, no pasando de cierto límite, conservar su magia comunicativa. La palabra poética es imagen y es concepto, es ritmo y es sintaxis, es fonética y es mensaje, y lodo eso se desvirtúa y se descompone al fulgor de muchos soles. ¿Qué se proponía Góngora al escribir su poesía? Sin duda algo que no es exactamente lo que podemos proponemos cualquiera de nosotros, voluntarios de la poesía en el siglo presente. Ya la ambición de personalidad, de originalidad en el verdadero sentido de la palabra, es decir, de ser fiel al origen mas sin preocuparse de ser distinto o nuevo, existia en el poeta del siglo XVI como en rigor había existido siempre, y ahora con la creciente difusión de lo escrito y lo impreso y la consiguiente ampliación de la minoría aficionada se iría acentuando cada vez más. He aquí las notas cuya acentuación creciente va a caracterizar el ocaso del equilibrio renaciente. Originalidad y personalidad van a definir al poeta barroco. Tras la moderada regresión un tanto hipócrita de los clasicistas del XVIII, volverán a empujar con mayor fuerza y descaro, Sturm und Drang en el siglo romántico, exageradas la originalidad hasta la pretensión de novedad absoluta y la personalidad hasta la superhombría megalómana. Por habernos educado tos artistas del siglo XX en este clima tórrido de exaltación egoísta nos cuesta trabajo comprender a un artista del XVI y mucho más cuando advertimos en él ciertos rasgos que nos le acercan y nos invitan a presentirle como uno de los nuestros. Gerardo DIEGO L OS significados de armonía son varíados, mas cada uno implica igual agrado en quien recibe o en quien aprecia. El agrado, no obstante, puede ser insuficiente para encajar como es debido la armonía. Trátese de amigos o de acordes, de paisajes o colores, de simples decorados o de amores, es conveniente estar dispuesto a recibir las impresiones con arreglo a lo que sienten los congéneres en tiempo y en espacio. Y Es cosa, la armonía, que llega al alma. Esta es la que juzga lo que sienten los sentidos. El alma goza ante el acuerdo, sea natural o artificial; mas sufre si hay un grave desacuerdo. Sufre, incluso, cuando, sin desacuerdos, el ruido o el campo, la persona o el cuadro, proporcionan sensaciones algo extrañas. Una regia inmutable. La armonía exige la sencilla perfección que es esperada previamente, y que después es acogida con fervor y sin tormento. Una perfección no definible, porque se ajusta sólo al modo de sentir. Perfección condicionada por la educación del alma, que es resultado de génesis pasada. Hay armonías de hecho y armonías de sentimiento; y tan sutiles son las unas y las otras que el solo ritmo se convierte a veces en armonía intrínseca. La repetición acompasada, en este caso, ayuda a soportar lo que se escucha o que se mira, porque, a falta de estridencias, el objeto es soto causa de reposo. Hay, en efecto, una armonía reposante y otra emocionante. Es armonía aquella que coopera al bienestar o hacia el olvido; y es, estotra, una que atrae hasta absorber íntegramente una gustosa atención del hombre. En la primera, el ritmo impele a oMdo o a paz del alma; mientras que en la segunda induce a inquietud e incluso a protesta. Los contrastes intensifican, tanto en la armonía como en la discordancia. Pianos y fortes musicales que. el intuido encaja pueden tener la conexión precisa para agradar inmensamente. Lagos y bosques proporcionan panoramas que deleitan. Pero los sentimientos cambian con los años. El hombre evoluciona. Al viejo de ahora le cuesta algún trabajo acostumbrarse al nuevo ritmo o a unos acordes que a veces califica de inarmónicos. El no llega tan siquiera a emocionarse ante la forma en que el efecto se produce y le impresiona. Los gustos son distintos. Los nuevos, desconciertan. Hay que iniciarse en ellos para apreciar facetas de la vida que antes eran inmutables. Carlos MARTÍNEZ CAMPOS De la Real Academia Española Albident EL DENTÍFRICO DE ESPAfl, AYUDA A PROTEGERSE CONTRA LA CARIES Y EL MAL ALIENTO El tiempo es, también, un corazón cansado. El Emperador pide, en su testamento, ser colocado después de muerto en el altar de la iglesia de Yuste, de modo que el sacerdote al oficiar pise el lugar donde se encuentra la cabeza y los pechos del que fue el señor de todas las geografías conocidas. Sus relojes canten indiferentes el tic- tac de la Historia. En el mundo hay remotos subditos americanos y oceánicos, borgoñones y flamencos que ignoran su lente agonía bajo los árboles de Yuste. Los grandes árboles que rodean el monasterio. Los enormes eucaliptus, de tronco blanco, macizo. Como las columnas de la Eternidad. Guillermo DIAZ- PLAJA De la Real Academia Española De la Real Academia Española

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