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ABC MADRID 30-05-1972 página 15
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ABC MADRID 30-05-1972 página 15

  • EdiciónABC, MADRID
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N antiguo m a e s t r o de C o i m b r a, Marcelo C a e t a n ó, hombre de Estado y egregio humanista, en un discurso académico pronunciado en 1942, decía, con referencia a la tarea que corresponde a las Universidades en orden a la preparación de los futuros profesionales La enseñanza universitaria no tiene por finalidad suministrar al estudiante el conocimiento de todo aquello que él necesita saber para ejercer determinada profesión. No. La enseñanza trata de formar el espíritu del alumno en cierto sentido, darle una cierta inclinación, convertirlo en señor de una cierta técnica, de manera que pueda ocuparse personal y autónomamente de cuantos problemas le surjan en el sector de la especialidad escogida. No podría definirse de mejor manera lo que es y lo que no es el cometido propio de la enseñanza superior a este respecto. Las Facultades no podrían dar al estudiante un adiestramiento exacto en lo que atañe al funcionamiento de los mecanismos de la actividad profesional Siempre habrá casos imprevistos, situaciones U LA UNIVERSIDAD Y LAS PROFESIONES veinte años después Por tanto conviene que la Facultad, la Escuela o el Instituto se ocupen de algo más que de inculcar procedimientos, técnicas, interpretaciones. Hay algo mucho más importante que todo eso, y es lo que constituye el criterio a cuya formación debe concederse el lugar central y decisivo durante el tránsito del alumno por el ámbito universitario. Formar el criterio significa, obviamente, enseñar al estudiante a pensar por cuenta propia, a ver el lado problemático de las cosas, a escudriñar más allá de lo que dicen los manuales o los libros de texto, a tratar de entender y comprender, no conformándose con una mera acumulación de datos en la memoria; a juzgar, en fin, lo que el profesor y los libros le dicen, con un ademán crítico, indagador. Es menester cultivar en el alumno el afán de comprender cómo las cosas llegaron a ser lo que son, es decir, estudiarlas en su génesis, en su desarrollo, y no sólo en su realidad inerte y conclusa. Esto es ya actuar científicamente; esto ya significa El auténtico espíritu universitario no se conoiiia con el aprendizaje mecánico de unas técnicas o el conocimiento superficial de unas cuantas prácticas profesionales. no conocidas, para afrontar las cuales el valerse de los instrumentos de la investiabogado, el médico, el ingeniero, deberán gación. poseer la preparación genérica, el seguro El auténtico espíritu universitario no instinto, la predisposición conveniente, se concilia con el aprendizaje mecánico que le permitan proceder con desenvoltu- de unas técnicas o el conocimiento superra ante las continuas novedades que el ficial de unas cuantas prácticas profesioejercicio profesional le presente. nales. El repetidor de ciertos formulismos Ya Ortega, en sus famosos cursos sobre legales o el político hábil que maneja conToynbee, acertó a señalar la necesidad de signas sacadas de los esquemas ideológiorientar los cursos formativos de la Uni- cos en boga, podrán actuar como aventaversidad en el sentido de que ellos sirvan como un aprendizaje útil para la vida; no jados leguleyos o demagogos, pero jamás en cuanto habiliten para el uso de unas como verdaderos juristas. El peligro de determinadas técnicas o especialidades, si- la esterilización, de la inercia, del burono para qtfe el joven que cursa una ca- cratismo, acecharán constantemente al mérrera sepa un día valerse de ella adap- dico, al arquitecto, al agrónomo que no tándose a las más diversas ocasiones con- hayan sabido recoger durante los estudios cretas La vida humana es constitutivo facultativos la lección de que es preciso cambio, es historia, es variación incesante. renovarse una y otra vez, no quedarse El panorama de las ciencias continuamen- atrás, repasar viejas nociones; en una pa- te se transforma. Lo que el estudiante re- labra, estudiar siempre, no dejar nunca de cibió en la cátedra habrá cambiado fun- ser un asiduo estudiante. damentalmente de perspectiva diez años, Por supuesto, una de los males que sue- le dañar gravemente la formación profesional es el del subjetivismo de los que son incapaces de someterse a una disciplina. Hay una cosa de la que, por lo general, carecemos en Sudamérica, en nuestras Universidades, con tremendo perjuicio para la cultura general del país: es lo que podríamos llamar el rigor de los estudios. Rigor quiere decir seriedad, estrictez, rectitud. Disciplinas son las materias de estudio, pero, sin duda, para dominar esas diferentes disciplinas hace falta disciplina personal en quien las estudia. Contra el rigor conspiran la bohemia estudiantil, el delettantismo la improvisación, la falta de perseverancia, la excesiva confianza en si mismo, el snobismo de los que sólo se interesan por las cosas que están en moda, la superficialidad, la desorientación vocacional, el ejemplo pésimo de un gran número de profesores. Hay alumnos que, por considerarse muy geniales o demasiado originales, no se manifiestan dispuestos a acatar los programas y reglamentos indispensables a la buena marcha de la Facultad. A quienes asi piensan les recuerda el citado Marcelo Caetano un ejemplo ilustre. Goethe era doctor en Derecho y cumplió conscientemente todos sus deberes académicos, saliendo de las Universidades después de una tesis redactada en latín, con fama de buen jurista; él mismo se enorgullecía de la facilidad con que manejaba el Corpus Iuris Civilis. La aplicación de un método riguroso en los estudios impone al cuerpo académico- -profesores y alumnos- -la necesidad de no encerrarse en el ámbito estricto de la especialidad. El diálogo interdisciplinario e interfacultativo es una primordial exigencia de la labor académica. Hay que volver una y otra vez a la ya conocida condena fulminada contra la barbarie del especialismo Y, en este sentido, más que nunca es necesario recordar la importancia que en el curriculum universitario debe asignarse a l a s humanidades en un cuadro de materias optativas ofrecidas a todos los estudiantes. Las profesiones son, sin duda, las grandes unidades que confieren a la enseñanza superior su estructura diferenciada y orgánica. El ingreso a una Facultad significa la decisión de inscribir la vida en el marco institucional de una profesión que dará para siempre a quienes la siguen una fisonomía peculiar, un estilo inconfundible. Las profesiones imprimen carácter a quienes las desempeñan. El espíritu de cuerpo es una de las notas distintivas de lá actividad profesional. Claro está que la consagración a dicha actividad es más real en unas que en otras profesiones. En todo caso es evidente que la Universidad no puede mantenerse ajena a esta necesaria integración de cada cuerpo profesional, que ya debe constituir una realidad viva y manifiesta en la comunidad específica formada por cada Facultad. De tal modo se constituye, en la pluralidad de los saberes y las aptitudes, la realidad unitaria y múltiple a la vez de la institución universitaria. Una consecuencia importante se desprende de todo ello. Las asociaciones profesionales deben coordinar sus labores con las Facultades respectivas. Es imprescindible la participación institucionalizada de los graduados en la Universidad. Entre los institutos universitarios y los grupos profesionales deben quedar establecidos sólidos vínculos de trabajo e investigación. Jorge SILES SALINAS La Paz. 1972.

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