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ABC MADRID 27-05-1972 página 25
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ABC MADRID 27-05-1972 página 25

  • EdiciónABC, MADRID
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MI HERMANO NACHO Costumbres, no tenemos suficientes costumbres. (Rcúner María Rilke. ARA todos los que conocisteis a mi hermano Nacho, desaparecido la noche del 6 de mayo, entre las corrientes del río Conneticut, para todos vosotros escribo estas palabras. Palabras de buen recuerdo y no palabras que os lleven a la aflicción por tristes que sean y hayan de ser durante muchísimos años. Por eso ahora quiero insistir en que recordéis a Nacho tal cual era: auténtico, antes que diferente; fuerte, antes que cariñoso, pero diferente y cariñoso como un niño abandonado. Quizá le juzgue desde un punto de vista demasiado real (ahora que la realidad tan poco vale para él- -demasiado humano- ahora que lo tangible y cotidiano nada tiene que ver con su ausencia) pero por el mismo hecho de ser todo real y humano pienso y siento que su muerte no debe carecer de sentido entre los que en tantas ocasiones nos sentimos confortados por su compañía. La desaparición de Nacho no puede considerarse como una destrucción fortuita, sino como una reconstrucción eterna de todo él, en el rincón más apacible de nuestras memorias. T así debemos llevarlo en el corazón, sin debilidad pero con melancolía, sin grietas pero como un hermoso vacío que se prepara para seguir viviendo en nuestras bocas y en nuestros silencios. De Nacho podría contaros mués de cosas. Nacho también habitaba un doble espejo, como la mayoría de nosotros. Tenía su mundo, y ese otro mundo que se nos aparece cuando estamos con los demás. M primero era la existencia; el segundo, la vida en sí. Cuando Nacho existía existía para él, con sus sueños y sus consecuencias. Su mundo era el de la sensibilidad, rotas las inhibiciones por conocerse, como Nacho se conocía, hasta el fondo. Allí, en su adentro más profundo, el tiempo era una realidad suprema y el destino una colección de costumbres irreparablemente decididas. Allí amó a la Naturaleza y allí amó al amor. En esa primera hoja del espejo que devuelve todo como algo libre él luchaba con las nuevas preguntas y, sobre todo, con las viejas y todavía sin respuesta. En cambio, cuando Nacho vivía vivía para los demás. Su otro mundo- -aquél donde se nos amontonan las preocupaciones ajenas- -era acogido por Nacho con mejor disposición aún que con Ja que atendía al suyo propio. Con absoluta generosidad, limpia y entrañablemente. Y esto es algo que todos debemos recordar cuando sus manos se vayan haciendo más y más lejanas con el tiempo. Porque en este otro mundo de todos nosotros juntos, Nacho no sólo convivía: coexistía también, alai- gando su esperanza para que fuese disfrutada. Costumbres, no tenemos suficientes costumbres. Y, paradójicamente, Nacho tenía cientos de ellas. Amaba cada hora, cada ser y cada posibilidad de amar, con novedad de corazón. Pensemos que felicidad es no necesitar de ella Pensemos en Dios. Aurora FIERRO

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