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ABC MADRID 27-05-1972 página 23
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ABC MADRID 27-05-1972 página 23

  • EdiciónABC, MADRID
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LAS MEMORIAS DEL CORONEL ORTEGA II VINO QUE ARMA PELEA N la historia de Europa- -la de estos últimos cincuenta años- -aparecerá al pie de alguno de los capítulos sobre la contienda mundial, escrito con letra pequeña pero escrito con simpatía, un nombre español: el del coronel Ortega, que acreditó sus dotes de diplomático y su caballerosa actuación cuando, teniendo a su cargo la frontera de los Pirineos occidentales, hubo de hacer compatibles- -empresa que parecía imposible- -el trato oficial con los alemanes vencedores y la ayuda a los franceses vencidos. Porque corría el verano de 1942 y las tropas de la Wehrmacht ocupaban ya todos los pasos pirenaicos. a través de los cuales, desde el rico financiero hasta el pobre judío, desde el político que no estaba con Vichy hasta el militar deseoso de unirse a Be Gaulle, miles de- fugitivos buscaban la neutralidad española para desde ella alcanzar la ansiada libertad... Y allí, en su despacho de la delegación de fronteras, junto al puente internacional de Irún, en el que sólo una frágil barrera pintada con los colores nacionales le separaba del victorioso Ejército alemán, un hombre tranquilo, de porte caballeresco y gesto elegante, imperturbable frente a las impaciencias de los militares y los policías hitlerianos- -el coronel Ortega- -era garantía de seguridad para cuantos habían logrado encontrar salvación y refugio en España. Más de veinticinco mil jóvenes franceses que llegaron a África para nutrir las filas del ejército de Leclerc habían pasado por Irún... Y cuando sonó la hora de la débácle para el ocupante alemán, la gestión personal del delegado español evitó, en la zona francesa vecina a su jurisdicción, aquellos graves daños que siempre suelen acompañar a una retirada militar. Desde 1942 han transcurrido treinta años, al cabo de los cuales el coronel, eficazmente secundado, por el entonces comandante Ibáñez. desempeñó con tacto, con prudencia, con acierto el cargo de representante de la Administración española en la frontera del Bidasoa; la frontera que por presiones internacionales hubo de cerrarse en 1946 y que, vuelta a abrir, entraron por ella en nuestro país personalidades que son ya- historia: hombres famosos, aureolados unos por el triunfo, abatidos otros por el infortunio... Pero todos encontraron la mano cordial del coronel Ortega, de este caballero que hoy. cumplidos los ochenta y tres años, con una envidiable lucidez mental y unas energías físicas sorprendentes, ha dejado la delegación de fronteras dejando tras de sí el recuerdo de su nobleza y de su bondad. En la solapa luce el coronel Ortega la roseta carmesí de la Legión de Honor que el Gobierno francés le concedió por su comportamiento en horas difíciles para Francia. Otras condecoraciones nacionales y extranjeras pueden verse en una vitrina de su estudio- biblioteca irunés. Aquí, entre buenos libros y be llos grabados antiguos, contemplando a través del amplio ventanal el paisaje del estuario del Bidasoa, escenario de tantos años decisivos en la Historia de España, don Julio Ortega- -que íue compañero del Jefe del Estado en la Academia de Infantería de Toledo- -escribe pausadamente sus Memorias, cuyas notas- europeas comenzó a tomar durante el verano de 1942... De cuando en cuando da una chupada al gran cigarro habano que aa sido siempre detalle caracterizador en la silueta de este soldado con parte y hechos de diplomático. José BERRÜEZO E ICEN que lo de la presunta importación de vino a España tiene bemoles. Bemoles tienen más de cuatro cosas, musicadas o no. Desde luego, ese vinillo extranjero por venir va sonando lo suyo; casi a bombo y platillos en las publicaciones sobre vinicultura, y algo en la Prensa diaria. Se trata de vino tinto a granel procedente del Norte de África, más concretamente, de Túnez y Marruecos. ¡Con la de viñas y caldos que aquí tenemos: en La Mancha, Cataluña, Galicia, Levante, Aragón, Castilla, Navarra, Extremadura, Rioja, Andalucía... Casi nada. Para bañarse en vino por dentro y por fuera. Y, sin embargo, importaremos hasta dos millones de litros. No es que sea mucho, pero sí lo bastante para que el mercado se alarme un poquito; más que nada por el precedente que ello supone. Cosecheros y elaboradores opinan que la decisión del Gobierno para importar ese tintorro viene a ser algo insólito, y blanden este considerando: ¿Qué dirían los fenicios que nos trajeron la vid llenos de ilusión y presintiendo el arraigo y estima que aquí habrían de tener esa planta y su fruto? ¡Quedaríanse mudos de estupor! Lo están ya en sus tumbas de rango arqueológico. Casi todos los afectados por la medida gubernamental montan en santa cólera; porque ella- -la medida- -puede resultarles tan desventajosa como el mildiu. Aunque lo del mildiu tiene mejor atajo; pues si baja la cosecha, sube el precio, con lo que los platillos de la balanza buscan su nivel compensatorio. Con la importancia, el abastecimiento en general será más fácil; pero lo que hayan de ganar marroquíes y tunecinos como propietarios en origen se resta a la ganancia de nuestros compatriotas. Aunque, a lo mejor, compatriotas nuestras pudieran luego incluir, por retruque, parte de ese mismo artículo importado en las exportaciones que ellos hagan, y no sin margen comercial, naturalmente. De todos modos, al tintillo o tintorro en cuestión se le llama en los medios vitivinícolas el vino de la discordia, porque está levantando amargas protestas. Y se dice que, con tal motivo, nuestro mercado pone cara triste, cara de penita pena. Esto, tratándose de vino, parecería broma si no fuera verdad. A ver si se animan los interesados con un traguito extra. Y a ver si nos aclaramos, amigos, con más justeza estadística. Pues resulta que el precio caro de un artículo quiere justificarse con la carestía del tal artículo; y cuando oficialmente se trata de suplir esa carestía mediante la importación, los afectados arguyen que con lo nuestro había de sobra. Y el consumidor pregunta, ingenuamente, ¿en qué quedamos; había o no había? Lo malo puede ser, en este caso concreto, que al consumidor le guste el intruso ya porque sea de buen beber o porque de paladares no hay nada escrito. Y si al bebedor le da por pedir asiduamente un pote de Marruecos o un chato de Túnez, habrá que servírselos, ya que, de lo contrario, capaz sería de ir a beberlos en procedencia atravesando el Estrecho. Mucho cuidado pues con la moda o la costumbre una vez introducidas. Existen precedentes, que pudieran ser análogos. Algo asi nos ha pasado con mil canciones exóticas. Y del vino a la canción no suele ir mucho. D Fermín MDGUETA

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