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ABC MADRID 07-05-1972 página 218
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ABC MADRID 07-05-1972 página 218

  • EdiciónABC, MADRID
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La familia de los Pemán a lo largo de t r e s generaciones. Últimamente don José María ha apadrinado el bautismo de su primer bisnieto, una niña. HÍ va don. José María Pemán, calle abajo, tomando por el talle a la Academia, de vuelta de su misa de las once de los Jerónimos. Ahí va, del brazo del reportero, en esta mañana de sol, derecho como una vela, algo más delgado que otras venes, con esa buena color suya, que sube a Madrid, desde su casa de Cádiz, o desde su cortijo de las Viñas. Hace unos días acompañó hasta la pila de bautizar a su primera bisnieta, y va al teatro, y acude a las citas previstas, y recibe las llamadas telefónicas, y habla con los amigos, y sobre todo escribe, escribe sin parar, todos los días. Todas las mañanas. Su secretaria le ha traído hasta esta puerta pequeña de la Real Academia, de donde parte nuestro paseo de hoy, una carta para firmar. La dictó hoy mismo don José María para una mujer llamada Elizabeth, y ahora, al aire de la calle, bajo las acacias, llenas de p á j a r o s la mañana, la firma, con el bolígrafo de oro, que siempre le acompaña y que pone una brizna de tinta en sus manos largas y como de labrador de esta dura tierra de la literatura, en la que florece un escudo de oro con campos heráldicos y cuarteles. Ahí viene don José María cumpliendo sus setenta y cinco primeros años, haciendo pasar al reportero un mediodía delicioso y Juvenil. A veces nos ha detenido en la mitad de la calle un muchacho, o una viejita, o una pareja de novios. Y le ¡han. pedido o la mano o el autógrafo. Y el académico, tranquilo, sonriente, con esa media sonrisa suya ha dicho su palabra, que ss como una piedra preciosa, y ha escrito algo, siempre algo más que el nombre, una frase, la alegría o la prudencia o la afarolada esencia de un piropo o de un decir. Aquí está, que no hay más que verlo, relampagueante la memoria, fresca, como la de muchaicho, caminando sobre sus piernas de caballero andaluz. Ha escrito ya, esta mañana, su artículo de ABC. Ayer, lo que tenía que enviar a Gaceta y que implacable e impecaiblemente envía cada semana. Ha llegado hasta él su secretario con las entradas del María Guerrero, y en tanto Luis Alonso le fotografía bajo las columnas de la puerta principal de la Academia- -estamos dando vueltas a la Academia porque es un paseo muy ma- A jo, a estas horas y tan cerca de casa, en un día de (primavera, más bien verano presentido, con muchachos que leen a la sombra de Velázquez esperando hora en el Prado, con niños en la calle, con estudiantes que faltan a clase, como en los saínetes, con jubilados que buscan los bancos públicos, con esas nenas de azul que ahora encarrilan la circulación- -se ha acercado también un nieto suyo para pedirle algo, como una recomendación o un consejo. Pemán está a todos: a los hippies a los devotos, a las palomas. Parece que no ve, pero lo está viendo todo. Parece que no mira, pero su perfil de águila jerezana se asoma a las cosas con la precisión del halcón iy la ternura de la paloma. Aquí está uno, aprendiendo tantas cosas, en este día de primavera en que hablamos. EL AMOR A LOS LIBROS DE UN ACADÉMICO- -Podríamos Ir a la Cuesta de Moyano, no es mal sitio para hacer unas fotos. -Y para ver unos libros. Siempre que voy, ya me gustaría traerme todos... Y tiene catolice mil, repartidos por sus tres casas, a la sombra de sus tres techos. En Madrid, en la calle de Felipe IV, donde nada más abrir los balcones de su despacho se le mete la Academia dentro, no es difícil, pienso, que en su día escuchara tocar el violín a mí entrañable paisano que en paz descanse Julio Casares. Otra, en la plaza grande de Cádiz, donde yo le encentré más de un día escoltado de pergaminos y de libros queridos. Algunos en la Viña, bajo el sol de oro de su cielo, sobre el surco de plata de su suelo. Vamos andando. Llegan los dos muchachos. -Don José María, que nosotros le tenemos mucha admiración. -Gracias, hijos. -Que nos ¡justaba mucho aquello que usted hacia, del Séneca en la televisión. -Mira que bien. -A nuestros padre les gustaba también, que son de Málaga. -Ya les gustaría más que a Vosotros. Y les ha firmado en algún sitio. En el dorso de un libro de texto. Nos da el sol en la cara y el académico estornuda levemente, una, dos, tres veces. Lleva chaleco. Va vestido como para los jueves de la Real. -No te preocupes, que no me resfrio, es que en cuanto me da el sol en la cabeza no sé por qué estornudo, pero de siempre. Es una costumbre. A mí me gusta el sol. Yo soy un hombre de sol. De sol y de sal. Es normal, nacido en Cádiz, hombre de Dios. No todo el mundo, como Fernán, puede presumir de haber nacido en Cádiz, la verdad. -Podríamos recordar cosas, don José. Por ejemplo, me gustaría saber cómo celebró usted sus bodas de plata, hace cincuenta años, con la vida. No lo piensa mucho. Su mente es como un relámpago. Tiene el son a veces de la alegría, a ratos en lo que escribe, en lo que habla, el temple de la soleá. Es lo mismo. Siempre hay de fondo en lo que dice Pemán, en lo que escribe, como un friso de guitarras de diez cuerdas, como las de Yepes, o de laúdes, o de trompetas. Todo en él tiene son. -Esas bodas de plata que quieren decir veinticinco años no se celebran. O mejor dicho, Tico, la vida se celebra sin iniciativa del viviente. Hacia idos años que me había casado. Las bodas de plata son demasado evidentes y lógicas porque veinticinco años los vive cualquiera y, por lo tanto, se le escapan a uno casi sin 3 entir. Esta es la calle de Alfonso XII. Hace unos días escribía de él, con garbo, sin nostalgia, con la elegancia de su raza, en los deliciosos y rigurosos cuadernillos de Tete- Radio donde acotaba con Fernández de la Torre, don José María, su España Siglo XX Hay ñores en ios balcones. La Casa de Fieras ya no huele a tigre. ¿Y las bodas de oro? -Por fuera, con muchas iniciativas amistosas y familiares. Por dentro, con. un poquito de preocupación rumiada y meditada. A veces veo a mis pies, miro la punta de mis zapatos caminando junto a los suyos. ¡Ay si don. José María contara todo lo que tiene dentro, bajo el chaleco, al otro lado de esa hermosa y dorada frente despejada! Su voz es alegre, cercana. Se detiene y me ve. Ahora no me habla de perfil. Su mexio, su mano dereicha se mueve en el aire como en los grandes tiempos. LAS BODAS DE ¡PLATINO CON LA VIDA- ¿Y cómo va usted a celebrar las de platino? ¿Y cómo las de diamante, que llegarán? -Poco pitorreo, Tico. Las de platino creo que quieren decir setenta y cinco años. Estas cifras ya se celebran ellas solas. Sin embargo, con esta entrevista, con esta conversación que me estás (haciendo sabrá la gente que cumplo los setenta y cinco años y estoy seguro que lo considerarán como una gracia. A u n q u e tertaanente, yo no tengo ia culpa. Andiamo. La gente vuelve la cabeza a su paso. A ratos el dulce viento verde del Retiro mueve el cabello blanco de Pemán. 82

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